Finlandia y Suecia lideran la holgura laboral en Europa con más desanimados e inmigrantes sin integrar, superando a España según Eurostat, lo que cuestiona su imagen de paraíso laboral. María José Vicente, profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, explica que “se forjó esa imagen idílica en la época dorada de este estado de bienestar universal, de este modelo nórdico de políticas sociales robustas, que se da principalmente de los años 50 a los 80”, con alta igualdad, pleno empleo y fuerte sindicalización.
Sin embargo, desde la crisis de 1991 en Suecia, las reformas como el modelo de cuentas nacionales en pensiones rompieron ese equilibrio. “Ahora mismo estamos viviendo todavía esos coletazos de estas reformas que se produjeron en los años 90”, advierte Vicente, señalando que los indicadores ya no son “abrumadoramente favorables”, como muestran los informes PISA con bajada en Suecia, donde vuelven a los libros y eliminan pantallas en aulas.
La inmigración ha dualizado estas sociedades. En Suecia, el país más generoso en asilo, “vemos una sociedad muy dual, ya no tan igualitaria como en décadas atrás, donde los inmigrantes se están concentrando en sectores de baja productividad y con una inestabilidad laboral en la cual ya la segunda y tercera generación están teniendo cuestiones de difícil encaje”, detalla la experta, citando puntos calientes como Malmö y Gotemburgo con hasta 30% de población inmigrante.
Aún robustas, estas economías abiertas y exportadoras sufren globalización, desindustrialización y tensiones como la invasión rusa de Ucrania. “Son economías pequeñas, abiertas, altamente exportadoras y ahora mismo siguen siendo economías robustas, pero no dejan de sufrir las desaceleraciones o crisis de suministro que se están produciendo en los países vecinos, lo que también las hace vulnerables”, concluye Vicente.
El análisis de la profesora pone en perspectiva que el Norte ya no es el espejo idílico que reflejan algunos discursos. España, pese a retos, reduce precariedad juvenil mientras los nórdicos lidian con sus propias grietas.