Esta es la versión extendida de la entrevista a Martin Baron publicada en La Vanguardia el 30 de abril.
En un mundo en el que las noticias se consumen a la velocidad de un clic y las verdades a menudo son distorsionadas por el ruido del poder, hay nombres que resuenan con una claridad que no puede ser ignorada. Martin Baron (Tampa, Florida, 1954) es uno de los protagonistas más destacados del periodismo moderno. Su carrera ha estado marcada por una implacable búsqueda de la verdad, sin importar los riesgos personales. Bajo su liderazgo, The Boston Globe destapó el escándalo de abuso sexual en la Iglesia Católica, una investigación que no solo transformó la sociedad, sino que expuso las sombras de una de las instituciones más poderosas del planeta.
Fue con el trabajo de Spotlight, por el que ganó el Premio Pulitzer, y cuya valentía sigue inspirando a periodistas de todo el mundo. Tras este logro, llevó su incansable lucha a The Washington Post, donde defendió el periodismo de calidad frente a los ataques políticos y la desinformación. En su libro Frente al poder, ofrece una reflexión profunda sobre los dilemas éticos y los sacrificios que debe hacer el periodismo en tiempos de confusión. La vida y obra de Baron son una lección de valentía y un recordatorio de que el periodismo sigue siendo una herramienta vital para desafiar la opacidad y la corrupción.
¿El periodismo es algo que le viene de familia?
Ninguno de mis familiares era periodista, ni mi madre, ni mi padre, ni mis abuelos, nadie. Yo fui el primero de la familia que hizo la carrera de periodismo.
Tengo entendido que ya en el colegio descubrió lo que era la redacción de un periódico y lo que ha sido su vocación…
Desde el colegio ya me interesaba el periodismo. Comencé a trabajar en el periódico escolar y, cuando llegué a la universidad, también lo hice en su periódico. Era algo que me apasionaba y buscaba una carrera que fuera realmente significativa e interesante.
¿Cómo comenzó su carrera en el periodismo y qué le motivó a seguir en una profesión tan compleja en determinados niveles?
Siempre tuve mucho interés en la política, en los asuntos del Gobierno y en lo que pasaba fuera del país. Mis padres, que eran inmigrantes en Estados Unidos, también seguían de cerca lo que ocurría allí y en otros lugares del mundo. Mi padre trabajaba en el sector de exportación de productos cítricos, como naranjas, y, a medida que fui creciendo, mi interés por la sociedad, el gobierno, la política y los asuntos internacionales creció. Lo que yo quería era encontrar una carrera que fuera significativa, algo que hice durante mis años en la universidad.
Siempre hay resistencia hacia los periodistas, quienes tenemos la responsabilidad de obtener y descubrir la información
Cuando comienzas en la redacción de un periódico, tienes que hacer méritos, trabajar muchas horas… ¿Tomaba mucho café?
Risas…
Empecé a tomar café cuando trabajaba en el periódico de mi ciudad natal, ya que tenía el turno de noche y necesitaba mantenerme despierto durante todas esas horas.
En sus primeros años, ¿qué lecciones fundamentales aprendió sobre el oficio del periodismo?
La dificultad de ejercer un periodismo de buena calidad radica en que es un trabajo que requiere mucha inversión de tiempo y concentración. Además, siempre hay resistencia hacia los periodistas, quienes tenemos la responsabilidad de obtener y descubrir la información, profundizar en los hechos, seguir investigando y, sobre todo, hacerlo con honestidad, cubriendo de manera íntegra a todas las personas de nuestras comunidades y del país.
Usted ha trabajado durante toda su vida, ¿qué hacía cuando no trabajaba?
Es cierto, desde el principio de mi carrera trabajaba todo el tiempo, así que casi no había momentos libres. Los pocos que tenía los aprovechaba para lavar la ropa.
¿Hubo algún mentor o figura clave que le orientó en los momentos más difíciles?
Sí, a lo largo de los años, tuve dos claros mentores. El primero fue mi jefe cuando trabajaba como periodista en ‘Los Angeles Times’. Era un buen líder, y con el tiempo fundó una Organización Periodística sin ánimo de lucro, dedicada a las investigaciones periodísticas. El otro fue Joe Lelyveld, jefe del ‘New York Times’, que fue quien me contrató en 1996. Era un mentor con mucha integridad, siempre centrado en la calidad del periodismo más que en las personalidades del equipo.
No diría que soy cínico, pero sí más escéptico en lo que hace referencia a las personas con poder y autoridad
En 1976 comienza a trabajar a tiempo completo en el ‘Miami Herald’ y, en el 79, al ‘Los Angeles Times’, lugar donde comenzó a asumir diferentes responsabilidades…
Sí, es cierto. Empecé como reportero cubriendo economía y luego me mudé a Nueva York para cubrir la actualidad económica de la ciudad, las sesiones de empresa, la bolsa y todo eso. Después volví al ‘Los Angeles Times’ para convertirme en editor de la sección de economía; estuve a cargo de ese departamento durante seis o siete años y, más tarde, me encargué de las encuestas y del periodismo computacional, utilizando datos y herramientas similares. Un tiempo después fui director de una edición regional de ‘Los Angeles Times’ hasta que, en 1996, el ‘New York Times’ me contrató para supervisar el periódico en el turno de noche. Sin embargo, también fui director del ‘Miami Herald’, del ‘Boston Globe’ y, en los últimos años, del ‘Washington Post’.
¿Le gustaba el cargo de director?
Sí, creo que sí. Tenía la capacidad de gestionar a otras personas, motivarlas a hacer un periodismo de calidad y a enfocarse en la investigación. Gracias a eso, tuvimos bastante éxito.
¿Qué hay de aquel Martin Baron que estudiaba en la Universidad de Lehigh en el hombre con el que estoy hablando ahora mismo?
Al principio pienso que era un hombre bastante ingenuo respecto a las cosas del mundo. A día de hoy, no diría que soy cínico, pero sí más escéptico en lo que hace referencia a las personas con poder y autoridad. Además, estoy siempre dispuesto a investigar a fondo los hechos de cada información. A lo largo de mi carrera, he aprendido mucho sobre cómo gestionar a otras personas, cómo profundizar en las historias y cómo conceptualizarlas dentro del contexto de un periódico. Con el paso de los años y los cambios en nuestra profesión, he tenido que adaptarme a las herramientas digitales que ahora utilizamos. El campo del periodismo ha cambiado por completo.
El campo del periodismo ha cambiado por completo, he tenido que adaptarme
El primer Pulitzer le llega gracias a la cobertura informativa de Elián, el niño balsero que llegó a Estados Unidos huyendo de Cuba… ¿Hasta qué punto fue difícil la cobertura de esa información?
Elián era un niño que intentaba llegar a Estados Unidos desde Cuba con su madre, quien murió en el mar durante el intento. Lo rescataron a la deriva y lo llevaron a Miami, lo que desató una gran división en la comunidad cubano-americana. Ellos pensaban que Elián debía quedarse en Estados Unidos ya que, para ellos, el niño representaba la libertad frente al régimen cubano, y además, tenía familiares en Miami que querían que se quedara con ellos. Pero, por otro lado, muchos no latinos en Miami creían que el Gobierno de EE.UU. debía devolverlo a su padre en Cuba, porque pensaban que un niño tenía que estar con su padre. Esa situación creó un conflicto enorme y fue una historia muy polémica y difícil de cubrir.
Martin, ¿por qué decide pasar del ‘Herald’ al ‘Boston Globe’?
La compañía matriz del ‘Miami Herald’, en aquel entonces, estaba recortando el presupuesto del periódico, año tras año y mes tras mes. Era una época difícil. Por otro lado, Boston es una ciudad más grande que Miami, con universidades mayores, fondos de inversión, compañías farmacéuticas... Vamos, que es un lugar mucho más grande y con más recursos. La compañía matriz del ‘Boston Globe’ entonces era ‘The New York Times’, y ellos ya estaban muy familiarizados con mi trabajo y mis aptitudes, por lo que me ofrecieron la oportunidad de mudarme a Boston para trabajar allí.
¿Le costó dar el paso?
Estaban invirtiendo bastante dinero en el periódico, que, además, tenía mucha más independencia y un equipo humano más grande, con más de 500 empleados, frente a los 300 del ‘Miami Herald’. Después de pensarlo muy bien, tomé la decisión de mudarme a Boston, sabiendo que sería un gran cambio tanto en mi vida como en mi carrera.
Pasamos a un tema central en su vida profesional, el caso de Spotlight en ‘The Boston Globe’. ¿Qué significó para usted personalmente?
Bueno, toda la investigación comenzó con una columna escrita por Eileen McNamara, una periodista que ya había ganado el premio Pulitzer. En ella abordaba el caso de un sacerdote acusado, de forma muy plausible, de haber abusado de más de 80 niños. En su columna, decía que probablemente nunca conoceríamos la verdad completa, ya que los expedientes y documentos privados de la Iglesia estaban protegidos y sellados por una orden judicial de confidencialidad. Además, la Iglesia negaba todas las acusaciones, mientras que el abogado de la víctima afirmaba que el cardenal Law había reasignado al sacerdote de una parroquia a otra sin informar a nadie sobre sus abusos.
En mi primer día de trabajo en el ‘Boston Globe’, pregunté si podíamos investigar los abusos de la Iglesia Católica
¿Y usted qué pensó?
Yo quería descubrir la verdad, así que, en mi primer día de trabajo en el ‘Boston Globe’, durante la reunión con los jefes de los diferentes departamentos, les pregunté si podíamos ir más allá de las especulaciones y realmente investigar para descubrir qué pasó. Consultamos con nuestros abogados sobre la posibilidad de demandar para obtener el levantamiento del sello de los documentos internos de la Iglesia Católica, ya que estábamos convencidos de que la verdad debía salir a la luz. Así que, finalmente, presentamos la demanda y, por suerte, la jueza falló a nuestro favor, ganamos el caso y conseguimos los documentos.
En esa reunión, como bien dice, había diferentes jefes de sección como Peter Camellos o Walter “Robbie” Robinson… Usted era un recién llegado a Boston, ¿le costó conseguir la confianza del equipo Spotlight?
Para ellos fue una gran sorpresa, porque era mi primer día y mi primera reunión. La Iglesia Católica era la institución más poderosa de la región, y no había nada ni nadie con el mismo nivel de influencia. Pero, a pesar de todo, el equipo quería investigar. Pensaban que antes no se había hecho por falta de interés y por la oposición que existía hacia una investigación así. Ellos decían que ya habían hecho su propia investigación en los años 90 y la nuestra, la del equipo Spotlight, generó una gran polémica porque, además, la mayoría de la población de Boston era católica.
Pero no se amedrentaron...
En realidad, el personal del ‘Globe’, pensaba que, justo por ese motivo, no tenían el derecho de llevar a cabo esa investigación, o que no había suficiente interés por parte del director del periódico para apoyarla. La Iglesia nos acusó de tener rencor contra ellos, algo que, por supuesto, no era cierto.
Incluso tengo entendido que había algo de recelo sobre la jueza o el juez que se encargara del caso, por si él también pertenecía a una parroquia o tenía una implicación religiosa que pudiera influir en su decisión…
En la ciudad de Boston existen muchas lealtades, especialmente hacia las parroquias, los arzobispos y la Iglesia. Incluso, en el equipo Spotlight, la mayoría de los periodistas eran católicos; lo que pasa es que no practicaban la fe de manera activa y no sentían una lealtad inmerecida. Eran buenos periodistas, sabían que había muchas pruebas de abusos y estaban convencidos de que debían investigar a fondo para descubrir la verdad.
Antes hablábamos de confianza, ¿le costó ganarse la del equipo Spotlight?
Sí, creo que sí. Me costó ganar la confianza de todo el personal, no solo del equipo Spotlight, porque era nuevo. Nunca había trabajado en Boston, y ellos no me conocían. Además, me había contratado la compañía matriz y tampoco confiaban mucho en ella porque tenía su sede en Nueva York. Había una gran competencia entre Nueva York y Boston y eso también influía, aunque yo me centraba en lo más importante: el periodismo. Mi enfoque siempre fue claro: ¿cuál es nuestra misión?, ¿qué debemos hacer y cómo podemos cumplirla? Creo que esa postura fue lo que ayudó a que los periodistas respetaran mi enfoque como director de la redacción.
Cuando usted solicitó el levantamiento del sello de los documentos de la iglesia, la gente no se lo tomó demasiado bien e interpretó que los estaba demandando… ¿Qué era lo que más le preocupaba?
Solo quería asegurarme de que habíamos comprobado todos los hechos y que no hubiera ningún error en las historias, porque existía la gran posibilidad de que fuéramos un objetivo de ataque por parte de la Iglesia. Así que me aseguré de que todo estuviera bien hecho.
Quería asegurarme de que habíamos comprobado todos los hechos, porque existía la gran posibilidad de que fuéramos un objetivo de ataque por parte de la Iglesia
¿En algún momento pensaron que no lo iban a conseguir?
Siempre existe el temor de no conseguir los hechos suficientes para publicar una historia. Sin embargo, yo confiaba mucho en el equipo Spotlight. Eran excelentes periodistas y estaban trabajando muy duro para obtener la información. Después de unas semanas, descubrimos que había una lista bastante larga de sacerdotes que, de forma creíble, habían sido acusados de abusar de niños.
Además, la Iglesia, tengo entendido, que disponía de un archivo en el cual tenían unas denominaciones para cada uno de estos sacerdotes que habían abusado de niños…
Es cierto que a los sacerdotes acusados de abusos los enviaron a instituciones que supuestamente los curarían, como si de una enfermedad mental se tratara. La Iglesia veía el problema de esa manera. Después de pasar un tiempo en esas instituciones, los reasignaban a otras parroquias donde seguían cometiendo abusos. Además, existían pruebas suficientes de que no se habían rehabilitado y de que iban a continuar abusando. La Iglesia debería haberlos apartado de las parroquias, pero no lo hizo.
Esto es algo realmente muy difícil de gestionar, tanto a nivel periodístico como humano. Hablaban constantemente con las víctimas, escuchaban testimonios durísimos… A nivel emocional, ¿cómo gestionaron todo esto?
Para los periodistas del equipo, era muy difícil entrevistar a las víctimas, porque eran personas muy heridas por los abusos que habían sufrido. Tenían que hablar con ellas, obtener información, sacar todos los detalles, incluso los más dolorosos sobre su abuso, ya que los necesitábamos para comprobar los hechos y entender lo que realmente había ocurrido. Así que, sin duda, creo que para ellos lo más difícil era hacer esas entrevistas a las víctimas.
Cuando hay víctimas, nuestra obligación como periodistas es dar a conocer esos abusos, esa es una de las bases del periodismo
Ante algo así, ¿se puede mantener la objetividad?
La objetividad, en ese sentido, se trata de cómo podemos conseguir los hechos, cómo podemos desenterrar la verdad. Tenemos la obligación de escuchar también la defensa de los sacerdotes acusados de abusos. Pero, sobre todo, debemos escuchar bien a las víctimas. Al principio eran solo alegatos, pero cuando hay víctimas, nuestra obligación como periodistas es dar a conocer esos abusos. Creo que esa es una de las bases del periodismo: exponer los abusos de poder y dar voz a los que no lo tienen. Siempre debemos escucharlos. Pero, en el proceso de investigar los hechos, hay que mantener un método objetivo.
¿Cómo?
Es decir, debemos escuchar a ambas partes, investigar los hechos, juzgar la credibilidad de los involucrados y leer bien los documentos. Afortunadamente, en este caso, teníamos muchos documentos, porque fuimos a la Corte para obtenerlos. Esos documentos contenían pruebas claras, en los cuales la Iglesia admitía los abusos de los sacerdotes y aseguraba a las familias de las víctimas que los retiraría de las parroquias, pero nunca lo hizo.
Usted, incluso, se reunió en persona en el despacho del Cardenal Law, justo al comienzo de las investigaciones…
A mi llegada a Boston, me reuní con él, pero solo porque tenía que conocer a las personas más influyentes de la comunidad. Ya habíamos comenzado nuestra investigación; él lo sabía y yo también, pero nunca tocamos el tema de la investigación en esa reunión.
Debió ser tensa…
¡Sí, claro! Ambos evitábamos hablar de la investigación.
El caso de Spotlight no solo fue una historia de gran relevancia, sino que, dado su impacto, también impulsó importantes cambios sociales…
Creo que es lo ideal. He visto el impacto de esa investigación en todo el mundo, incluso en España. Hace un año o año y medio, el defensor del pueblo emitió un informe sobre la cantidad de abusos a menores y sacerdotes involucrados en el país. También un abogado contratado por la Iglesia publicó un informe recomendando reformas y maneras de compensar a las víctimas, pero, con todo eso, la Iglesia en España no ha hecho nada para reformarse. Además, es cierto que siempre hay obstáculos. Nosotros publicamos nuestro primer artículo en enero de 2002, y es increíble ver la oposición y la reticencia de la iglesia, incluso a día de hoy.
¿Qué le pareció al verse interpretado por el actor Liev Schreiber en la gran pantalla, en una película, Spotlight, que además ganó el Oscar?
Fue una buena experiencia, obviamente. Él es más alto, más guapo y se mantiene en mejor forma que yo, así que cuando la gente hable de mí, probablemente me asocien con él. Para mí, eso es un buen resultado. Lo cierto es que me entrevistó, pero, en realidad, fue más una sesión de observación. Tuvimos una conversación, de unas dos horas, en mi oficina de Washington y no fue tanto una entrevista formal, sino más bien una manera de entender mi personalidad: era como estar en la consulta del psiquiatra.
¿Se sintió identificado con la interpretación?
En la película, me retratan como un hombre serio y taciturno, sin sentido del humor y, la verdad es que, aquel no era momento para bromas porque estábamos inmersos en una investigación muy seria. Además, seis semanas después de mi llegada a Boston ocurrieron los ataques del 11 de septiembre y los aviones que impactaron en las Torres Gemelas en Nueva York habían salido de Boston. Fue una tragedia enorme, un golpe para el país, y todos estábamos pensando en la posibilidad de más ataques en Estados Unidos. Así que, en esa época, no sonreía demasiado. Ahora, trato de reparar un poco mi imagen, porque sí: tengo sentido del humor.
En la película, me retratan como un hombre serio y taciturno, pero tengo sentido del humor
Años más tarde, y después de que el ‘Globe’ ganara seis premios Pulitzer bajo su dirección, pasó al ‘The Washington Post’. ¿A qué desafíos se enfrentó al tomar las riendas de uno de los periódicos más importantes del planeta?
En ese momento, había mucho miedo en la redacción, miedo a que recortaran más personal, porque veníamos de años de recortes continuos. También había una sensación de inseguridad, especialmente por la competencia del ‘New York Times’, que estaba teniendo más éxito. La mayoría de los periodistas no me conocían, así que tenía que presentarme y ganarme su confianza. Fue un momento complicado, pero el periódico era muy importante, un referente en todo Estados Unidos, por lo que era una gran responsabilidad. En cabeza estaba el hallar la fórmula para lograr el éxito, tanto en el ámbito periodístico como en el comercial.
Un ‘The Washington Post’ en plena era digital, con redes sociales y algoritmos, ¿cómo gestionó la transición hacia un periodismo más digital y regido por datos concretos y posicionamiento?
Tuve que tener conversaciones muy sinceras y directas con el personal sobre la necesidad de adaptarnos y aceptar los cambios. Siempre hay algo de resistencia cuando se trata de cambiar, pero el consumo de información está en constante evolución, los hábitos de las personas cambian todo el tiempo y, como periodistas, tenemos que adaptarnos. Siempre debemos afrontar la realidad de la información que cubrimos y también de nuestra propia profesión.
Cuando llegué al ‘The Washington Post’, en la redacción había mucho miedo a que recortaran más personal
¿Hasta qué punto la presencia de Bezos ha permitido al ‘The Washington Post’ mantenerse independiente? ¿Nunca ha hecho una sugerencia editorial?
Afortunadamente, después de que comprara el periódico en octubre de 2013, nunca hubo ninguna interferencia por su parte en nuestra cobertura. Nos dejaron informar con total independencia, lo cual agradezco mucho. Incluso, cuando cubrimos su vida personal, su empresa nunca hizo ningún comentario sobre el tema. De verdad que me siento muy agradecido por su postura respecto a la redacción.
Incluso, desde el ‘Post’, hicieron unas reseñas negativas hacia Amazon y él no dijo nada…
Es cierto, el periodista encargado de escribir las reseñas sobre tecnología nunca tenía nada bueno que decir sobre los productos o servicios de Amazon. Y, por lo que sé, nunca recibimos ninguna llamada de su parte quejándose de eso.
En su libro, Frente al Poder, habla de cómo publicaron la exclusiva del caso Snowden, de la llegada de Trump al gobierno y de su cruzada contra los medios de comunicación, el movimiento Me Too y Black Lives Matter… Sin duda, unos años muy convulsos. ¿Cómo se gestiona una redacción de 1000 personas, muchas de ellas con ideas contrapuestas, ante la presión política, social y económica a la que estaban sometidos?
No lo sé, pero siempre trato de centrarme en nuestra misión como periodistas. ¿Cuál es nuestra meta? ¿Cómo podemos hacer el mejor periodismo posible? Ahí es donde pongo el foco: en el periodismo, en nuestras metas, en mantener los estándares necesarios para preservar nuestra reputación. Siempre hay retos, siempre surgen desafíos, y hay miembros del equipo con sus propias opiniones, que siempre debemos escuchar, pero también hay que tener valores y ser coherentes con nuestros principios. Esos principios estaban escritos y colgados en la pared al entrar a la redacción. Creo que es crucial que siempre los sigamos. Esa es mi mentalidad.
En ese sentido, uno de esos principios hacía referencia a las redes sociales, lo que le llevó a sufrir una “rebelión” dentro del ‘Post’ que además apoyaron 400 trabajadores. ¿Qué pasó?
Hubo un levantamiento entre el personal, con 400 personas firmando una petición en mi contra. Y tengo una opinión muy clara sobre eso: debemos ser cuidadosos con lo que compartimos en las redes sociales, nunca difundir información no comprobada ni actuar impulsivamente, y mucho menos criticar a nuestros colegas dentro de la redacción. Varios periodistas, en mi opinión, violaron nuestras directrices sobre el comportamiento adecuado. Yo trataba de aplicar las reglas, pero había resistencia porque algunos no estaban de acuerdo con esas normas.
Debemos ser cuidadosos con lo que compartimos en las redes sociales
El presidente Trump dijo que los periodistas y los medios de comunicación son “los enemigos del pueblo”. ¿Cómo abordó estos ataques hacia los medios de comunicación y cómo los afrontó ‘The Washington Post’?
Eso es exactamente lo que dijo. Durante su primer día completo como presidente en 2017, fue a la CIA a hablar de varias cosas, pero, como siempre, el primer tema que trató fueron los medios de comunicación. Dijo que estaba en una guerra con ellos, y daba la sensación de que quería reclutar a los agentes de inteligencia en esa lucha contra los periodistas, reclutarlos para su causa. Dos semanas después, me preguntaron acerca de esos comentarios durante la reunión con los agentes de inteligencia, y yo respondí que no estábamos en una guerra, sino haciendo nuestro trabajo. Un trabajo que, según la Primera Enmienda de la Constitución, nos permite y nos obliga a examinar a los personajes públicos. Como dijo James Madison, el autor principal de esa enmienda, los periodistas deben poder examinar libremente a los personajes públicos y sus políticas, que son las que afectan la vida cotidiana de cada ciudadano. Y esos personajes públicos son los políticos, los funcionarios del gobierno y quienes tienen poder o autoridad. Nosotros, los periodistas, no somos taquígrafos ni activistas; nuestra misión es investigar a fondo, mirar debajo de la superficie y ofrecer al público la información que necesita y merece para poder gobernarse a sí mismo.
Usted dijo, además, que la administración Trump promovió la desinformación y las noticias falsas. Que el ahora presidente de Estados Unidos había usado su plataforma para crear una narrativa alternativa que no estaba basada en hechos y que era un desafío para los medios que buscaban dar informaciones verídicas…
Es cierto. Tenemos un presidente que es un gran difusor de información falsa, de desinformación. Además, tiene un aliado en Elon Musk, que ha invertido mucho dinero en su campaña y ahora se ha convertido en un asesor, ¡casi con más poder que algunos miembros de su propio gabinete! Musk tiene una enorme influencia, y creo que es uno de los principales promotores de información falsa a través de su red social X. Siempre estamos lidiando con la difusión de información falsa no comprobada, y son esas mismas personas las que suelen acusar a los medios de hacer lo mismo. Tenemos que enfrentarnos a esos desafíos, pero siempre habrá obstáculos. El mayor problema es que esto afecta nuestra democracia, nuestra sociedad y la prensa, pero, sobre todo, pone en riesgo el progreso de la sociedad, ya que no podemos ponernos de acuerdo sobre un conjunto común de hechos. Y aún más preocupante es que no sabemos cómo determinar qué es un hecho, porque todo lo que antes considerábamos valioso—la educación, el conocimiento, la experiencia, las pruebas—se ha ido devaluando.
Cuando Trump era empresario, sus empresas se declararon en bancarrota seis veces
Hablando de Trump, hasta hace poco, como sabe, había impuesto aranceles de escándalo a Europa y China, y en sectores como el del acero y el aluminio, provocando con esto una respuesta por parte de ambos países; en el caso de Europa, un arancel del 25 % sobre 21.000 millones de compras a Estados Unidos, y China del 84%… Decía hasta hoy porque, con la excepción de China, congeló 90 días la entrada en vigor de esta medida… En su experiencia, ¿cómo cree que va a acabar esto?
Bueno, no puedo predecir el futuro, pero lo cierto es que Trump es un hombre previsiblemente imprevisible. Es una gran amenaza para la economía de los Estados Unidos y para la economía mundial. Él pone en riesgo toda la economía global y también las instituciones democráticas de nuestro país. En el corto espacio de tiempo que lleva de nuevo en la Casa Blanca, ha causado mucho daño a la confianza en los Estados Unidos y en su gobierno. Es un hombre que no respeta las alianzas, no respeta las relaciones, no respeta el Estado de derecho ni la Constitución. Hay que recordar que cuando era empresario, sus empresas se declararon en bancarrota seis veces. Seis empresas. Y ahora parece que estamos entrando en una bancarrota constitucional, moral y, tal vez, incluso financiera.
¿Por qué lo vota el pueblo americano?
Bueno, hay varias razones. Muchos estadounidenses pensaban que Biden era un presidente muy débil y que Kamala Harris estaba muy vinculada a su política. Además, había una tasa de inflación alta en el país y la ciudadanía tuvo que pagar mucho más por los combustibles, por comprar una casa; los precios subieron mucho y las tasas de interés para las hipotecas también se dispararon. También había un gran caos en la frontera sur del país, con una ola de inmigrantes cruzando tras otra, y muchos ciudadanos estaban en contra de lo que pasaba. El gobierno de Estados Unidos también invirtió mucho dinero en la guerra en Ucrania, y muchos pensaban que eso era un gran desperdicio, que el dinero debería gastarse en los ciudadanos estadounidenses, no en un país que, para muchos, antes no era ni conocido.
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También estaban los temas relacionados con el aborto, los derechos de género y todo eso. Y había una reacción negativa al exceso de corrección política, al tema de los pronombres adecuados y tener que ser tan cuidadoso con el lenguaje. Hay muchas razones que explican su triunfo, pero debemos recordar que no fue tan amplio como se esperaba. No ganó por mayoría absoluta, sino por un margen muy estrecho, entre él y Kamala Harris. La polarización en este país es muy fuerte, igual que en muchos otros países, como España, por ejemplo, y el ambiente está cada vez más dividido. Ahora, el nivel de aprobación de Trump está bajando, pero no de forma drástica.
Dimití porque había trabajado 45 años, tenía 66 y estaba agotado, desgastado
¿Por qué decide presentar la carta de dimisión?
Había trabajado 45 años, tenía 66 y estaba agotado, desgastado. Ya no solo se trabajaba 24 horas al día, siete días a la semana, sino que ahora también cada minuto cuenta, porque los consumidores de información esperan recibirla al instante. Además, siempre hay que comprobarla, y hay una gran competencia por difundir la información lo más rápido posible. También había conflictos, como mencionaste, dentro de la redacción, y no estaba de acuerdo con el comportamiento de algunos periodistas. No quería hacerme responsable de lo que consideraba irresponsable y no quería defender lo indefendible.
¿Y personalmente?
En ese momento estaba pasando por algunos problemas de salud que me estaban afectando y pensé que ese era un buen momento para jubilarme. Después de haber sido director en tres periódicos, siempre siendo un forastero, y tras haber vivido tantos desafíos, pensé que era hora de dar un paso atrás. También estaba convencido de que Trump iba a abandonar la Casa Blanca, no de forma voluntaria, pero lo haría, así que era un buen momento para escribir sobre mis experiencias. Había trabajado 20 años en tres periódicos y había afrontado muchos levantamientos en cada redacción. No quería seguir lidiando con eso, así que tomé la decisión de jubilarme y empezar un nuevo capítulo en mi vida.
Hablar de Martin Baron es sinónimo de profesionalidad, humildad, honestidad… de verdad. ¿Ha cometido a lo largo de su carrera algún error que todavía, a día de hoy, no se quita de la cabeza?
Algunos, pero prefiero no hablar de eso.
¿Cuál ha sido la decisión más complicada que ha tenido que tomar?
Es un tema poco conocido, pero cuando trabajaba en el ‘The Boston Globe’ hubo un caso relacionado con un mafioso que se había fugado y llevaba desaparecido unos 16 años, hasta que por fin lo encontraron. La persona que lo identificó fue una mujer que vivía en otro país, y tuvimos que decidir si debíamos revelar su identidad. En ese momento, había mucha corrupción dentro del FBI, y no era un secreto que este mafioso pagaba a varios agentes para que lo protegieran. Por eso muchos pensaban que el FBI no iba a hacer nada por encontrarlo. Aun así, creímos que era importante identificarla para reforzar nuestra credibilidad, ya que la informante era una mujer que vivía en Islandia. Pasaba parte del año en Los Ángeles, concretamente en Santa Mónica, y había conocido a la esposa del mafioso, lo que le permitió reconocerlo fácilmente. Finalmente lo identificó. Yo solo quería asegurarme de que no le pasara nada y, como él en ese momento ya no tenía una red de protección, todo salió bien.
A este nivel, ¿cómo se equilibra la vida profesional con la personal y familiar?
Bueno, como no estoy casado, fue más fácil y no me resultó tan complicado. Tenía que reflexionar sobre mi vida personal más que sobre la profesional, pero aun así, comparado con lo que vivieron otras personas, fue más sencillo.
Ahora no tengo planes concretos, pero viajo bastante para hablar sobre periodismo, política y las normas que hacen posible un buen ejercicio de la profesión
A día de hoy, en 2025, ¿ha aprendido a distraerse, incluso, a aburrirse por placer?
¡Sí, claro! Por ejemplo, vivo en el campo, y justo ayer, mientras caminaba y hablaba con una prima que vive cerca, pensaba en lo afortunado que soy de poder distraerme con facilidad. Este lugar, además, es un centro cultural muy activo; en verano hay espectáculos, eventos, museos, teatro, conciertos… de todo. También suelo viajar bastante durante el año, así que tengo muchas oportunidades para desconectar. Aun así, con todo lo que está pasando en el país, a veces cuesta pensar en otra cosa, porque siempre aparece alguna noticia que me deja tocado.
Ahora que ya lleva un tiempo alejado de la enorme presión que supone estar en la primera línea informativa, ¿cuáles son sus próximos desafíos?
La verdad, no tengo planes concretos. Viajo bastante para hablar sobre periodismo, política y las normas que hacen posible un buen ejercicio de la profesión. Me centro mucho en explicar al público cuál es nuestra misión como periodistas y por qué es tan importante. Este año, por ejemplo, estuve en España, pronto iré a Polonia, también a Guatemala, y recorro varias ciudades de Estados Unidos con ese mismo objetivo. Creo que hoy más que nunca hace falta liderazgo en nuestra profesión, y necesitamos personas que la defiendan, porque gran parte del público no entiende realmente lo que implica nuestro trabajo ni la dificultad de hacer buen periodismo.
¿Y los propios periodistas?
También es fundamental animarlos, porque estamos viviendo un momento especialmente desafiante. Y creo de verdad que tenemos que mantenernos optimistas sobre el futuro. No podemos caer en el derrotismo ni dejarnos llevar por el pesimismo, porque nuestro éxito es clave: el periodismo es esencial para la democracia. Sin una prensa libre e independiente, la democracia simplemente no puede sobrevivir. Por eso sigo intentando motivar a los periodistas a que vean no solo los retos, sino también las oportunidades y el sentido profundo de lo que hacemos.