“Estoy más nervioso e ilusionado ahora que cuando me casé por primera vez, con 28 años”: volver a pasar por el altar a los 61, tras un divorcio difícil y superar dos cánceres

‘Después de los 60’

Rubén Rodríguez encontró el amor verdadero a los 61, tras una vida marcada por el silencio, la enfermedad y una relación que lo apagaba; hoy, después casarse de nuevo, celebra la paz conquistada y la plenitud de volver a empezar

Rubén Rodríguez con su esposa: se ha vuelto a casar a los 61.

Rubén Rodríguez con su esposa: se ha vuelto a casar a los 61.

Cedida

“Me siento como un adolescente”, confiesa Rubén Rodríguez. No lo dice porque quiera parecer más joven de lo que es ni porque rehúya su edad. Lo asevera porque, a sus 61 años recién cumplidos, ha vuelto a enamorarse por primera vez. Y ese amor, señala él mismo, le ha devuelto no solo la ilusión, sino también la vida. El pasado 14 de junio se casó en el Ayuntamiento de Horta-Guinardó, en Barcelona.

“Estoy más nervioso e ilusionado ahora que cuando me casé por primera vez, con 28 años”, confesaba antes de la celebración del enlace. No le temblaba la voz al asegurarlo, aunque el camino para llegar hasta aquí haya estado lleno de dificultades. De silencios sostenidos durante décadas. De enfermedades, renuncias y decisiones difíciles, incluso. A fecha de hoy, sin embargo, Rubén sonríe con una de esas expresiones que solo quien ha atravesado la tormenta y ha vivido para contarlo puede comprender.

Lee también

¿Tienes más de 60 años y has empezado o cambiado algo importante en tu vida? Cuenta tu historia en 'Longevity', en La Vanguardia

La Vanguardia
Cuenta tu historia en 'Longevity'

Durante más de veinte años, mantuvo un matrimonio en el que, como él mismo reconoce, no era feliz. “Fue una vida muy triste, vacía, totalmente apagada”, apunta. Tal era la magnitud del problema que, a los dos años de casarse, ya se planteaba el divorcio. De hecho, recuerda perfectamente el día en que se lo dijo a su padre. Fue el 3 de julio de 1994. “Una hora antes de fallecer, le comenté que me quería divorciar”, rememora.

Su padre murió literalmente en sus brazos, y a partir de ahí, intentó salvar una vida conyugal que ya sentía perdida. “Quise creer lo que me decía la gente, que con el tiempo todo iría mejor…” Pero no fue así y durante más de dos décadas, trabajó sin descanso: 12 horas al día, luchando por sacar adelante a su familia, asumir las cargas económicas y sostener una convivencia que, emocionalmente, lo drenaba.

Mi primer matrimonio fue una vida totalmente apagada; una hora antes de fallecer mi padre, le comenté que me quería divorciar

Rubén Rodríguez61 años
Lee también

Fue padre, y esa paternidad –asegura– le salvó la vida. “He vivido una paternidad fantástica”, afirma con orgullo. Su hija se convirtió en el motor de su existencia. “Por ella luché, por ella seguí adelante. Era importante que me conociera, que supiera quién era yo, cómo soy yo. Para que nadie pudiera dibujarle una imagen que no fuera cierta”. A lo largo de ese tiempo, también tuvo que enfrentarse a dos tumores: uno de tiroides, con un pronóstico muy delicado, y otro en la carótida izquierda, cuya operación fue extremadamente compleja.

En paralelo, el desgaste emocional de su relación se intensificaba. La convivencia era insostenible. Fue entonces, tras recuperar fuerzas después de su segunda operación, cuando comprendió que no podía seguir así. “Vi que la convivencia era imposible, que no había manera, y tomé la decisión de divorciarme”. No fue fácil. El proceso fue largo, doloroso y con muchas resistencias. Pero lo hizo. Se separó. Por fin.

Rubén Rodríguez se ha vuelto a casar a los 61.

Rubén Rodríguez se ha vuelto a casar a los 61.

Durante años, intentó rehacerse. Buscó el amor. No lo encontró. Hasta que un día, casi por azar, se apuntó a un grupo de senderismo. “Comenté por el grupo de WhatsApp que cantaba en un coro de góspel y que actuábamos todos los viernes por la noche, delante de Cáritas, en la plaza de la Catedral de Barcelona. Si alguien quería venir, que se animara”. Entonces, ella apareció. “Había una chica que ya me interesaba por cómo escribía, cómo se expresaba. Había una pequeña conexión. Crucé los dedos para que viniera. Y vino”.

Aquella noche, como cantan de Camilo y Manuel Carrasco en  Salitre –canción que, según Rubén, define a la perfección su nuevo amor–, tuvo la certeza de estar viviendo algo que nunca había vivido. “Fue como cuando vas al colegio y te gusta alguien por primera vez. Eso es lo que sentí. Algo que no había experimentado nunca con una pareja”. Este septiembre se cumplirán tres años de aquel concierto. Y desde entonces, vive en un estado de enamoramiento continuo. 

Conocer a mi segunda mujer como cuando vas al colegio y te gusta alguien por primera vez, algo que no había experimentado nunca con una pareja

Rubén Rodríguez61 años

Cuando menciona a su nueva esposa, se le nota la ternura en cada palabra. “Estar con ella me da paz. Es algo que no había sentido antes. Podemos hablar de todo. No nos vamos nunca a dormir sin un beso, sin un abrazo, sin un te quiero. Nunca. Ni una sola noche”. La palabra paz, de hecho, aparece constantemente en su relato. No como sinónimo de aburrimiento, sino como conquista, como deseo profundo alcanzado tras años de tempestad. “Con ella he tenido que reaprender a dar besos. A recibirlos. A confiar. A abrirme. Porque durante años, me había cerrado a todo eso. Me había anulado”.

Sobre su relación anterior, prefiere no entrar en detalles. No quiere hacer daño. “No vale la pena”, dice. “Hay una hija en medio y no quiero que sufra. Ella ya tiene su propia vida”. Pero sí reconoce que durante muchos años dejó de ser él mismo. Que vivía en un entorno emocionalmente tóxico, y que el divorcio –por más duro que fuera– fue la única salida posible. “La enfermedad me ayudó a poner las cosas en su sitio. Cuando estás en una situación límite, te das cuenta de lo que importa. Y yo tenía que salir de allí”.

Lee también

En su nueva pareja ha encontrado un reflejo de su propio viaje. “Ella también vivió una relación muy dura. Nos entendemos con una mirada. Sabemos lo que piensa el otro con solo rozarnos”. Decidieron casarse, no por necesidad social o por tradición, sino como un acto simbólico, íntimo, lleno de sentido. “Fue una boda sencilla. Con pequeños homenajes a nuestros padres que ya no están. A los momentos malos que hemos vivido. Queríamos celebrar el amor, la vida. Eso es todo”.

Para Rubén, el amor que ha encontrado después de los 60 no es un amor menor, ni un consuelo, ni una segunda opción. Es el primero de verdad. “Este es mi primer matrimonio real. También para ella. Lo otro… No cuenta”. Y si el romance ya parece sacado de una película, la pedida de mano no se quedó atrás. Ocurrió el 4 de octubre de 2024, en Petra, Jordania, justo delante de la famosa fachada que aparece en Indiana Jones y la última cruzada. Rubén lo preparó todo con ayuda de los guías del tour. “Sabía que ese lugar le encantaba. Y fue allí donde le pedí que se casara conmigo”. Ella dijo que sí. Unos meses después, ya eran marido y mujer.

La pedida de mano, en Petra.

La pedida de mano, en Petra. 

Cedida

Hoy vive en su antigua casa, la misma en la que compartió años con su exmujer, pero que ahora ha recuperado como espacio propio. “Es mi casa, mi castillo. Me ha costado mucho llegar hasta aquí y no pienso renunciar a ello.” A pesar de que algunas personas de su entorno le recomendaron no volver, por posibles habladurías, él lo tiene claro: “No tengo nada que ocultar. Nunca he hecho daño a nadie. Y ahora, por fin, soy feliz.”

Ha viajado por los cinco continentes, desde el Vaticano hasta Papúa Nueva Guinea. Ha compartido aventuras con su hija, ha cantado góspel en la calle, ha colaborado en la radio, y ha conocido a personas de todos los rincones del planeta. Pero nada, afirma, se compara con lo que vive hoy. “Antes no oía los pájaros, no sentía el sol en la cara, no me paraba a mirar cómo jugaban los niños en la calle. Ahora lo noto todo. Todo me emociona. Todo lo valoro”.

Prefiero vivir debajo de un puente y ser libre, que en un palacio sintiéndome encarcelado

Rubén Rodríguez61 años

Cuando se le pregunta qué le diría a alguien que, a los 60, siente que ya es tarde para cambiar de vida, su respuesta es inmediata: “Prefiero vivir debajo de un puente y ser libre, que en un palacio sintiéndome encarcelado. Porque debajo de ese puente, por lo menos, sería feliz.” Rubén no da consejos, pero su historia habla por sí sola. El amor –dice– puede aparecer en cualquier momento, en cualquier esquina, cuando menos lo esperas. Y cuando llega, si es de verdad, lo sabes. Lo notas hasta en el roce de la piel. Lo sientes en cada “buenos días” con beso. En cada “buenas noches” con abrazo. Y aunque haya llegado después de los 60, en su caso, ha llegado para quedarse.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...