Manuel Becerra, activista por las personas mayores: “Señalar a los jubilados por cobrar su pensión tras 40 años cotizados es malévolo; además, más del 80% de lo que cobran revierte en el sistema, la guerra entre generaciones es interesada”

1-O, Día Internacional de los Mayores

Becerra es representante del grupo promotor de las reivindicaciones para este 1 de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores, bajo el lema ‘Por una sociedad libre de edadismo’, título del manifiesto que se leerá en la marcha convocada en la plaza Sant Jaume de Barcelona

Manuel Becerra, activista

Manuel Becerra, activista

Cedida

“Infantilizar a una persona mayor, no escucharla o ningunear su opinión es edadismo, y en el extremo de la máxima discriminación por edad, está el maltrato”. Manuel Becerra lo dice con serenidad, pero con también con la contundencia de quien lleva décadas viendo cómo la discriminación por motivo de edad —hacia los jóvenes y hacia los mayores— se cuela en lo cotidiano, desde gestos aparentemente inocuos hasta situaciones flagrantes de abuso.

Representante del grupo promotor del 1 de octubre en Barcelona, Becerra llama a llenar la Plaça Sant Jaume (a las 12 del mediodía) bajo el lema “Por una sociedad libre de edadismo”, para visibilizar que esta discriminación es un problema estructural que afecta a la cohesión social y que solo se resolverá con solidaridad entre generaciones. Y la llamada se hace en pleno auge de la llamada guerra entre generaciones: boomers contra millennials o séniors contra generación Z.

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Licenciado en Historia, Becerra es extrabajador del sector financiero y ex voluntario en prisiones catalanas. Ahora dedica gran parte de su tiempo a reivindicar los derechos de las personas mayores, que no considera un colectivo, “somos el 20% de la población”.  Su discurso es potente, pero de consenso, explica sus argumentos a La Vanguardia en un tono conciliador, pero a la vez rotundo.

Este 1 de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores se centra en el edadismo. ¿Cómo vamos hoy en día de discriminación por edad? ¿Se están poniendo soluciones o va a más?

Hasta hace dos o tres años “edadismo” era una palabra casi desconocida; cuando lo mencionabas te contestaban “¿eda-qué?”. Aun así, ya había sensibilización en algunos contextos. Recuerdo un manifiesto de la Universidad Méndez Pelayo de hace unos 15 años centrado en el tratamiento de las personas mayores en los medios. La OMS también publicó un informe importante. Nosotros llevábamos tiempo intentando sensibilizar, con poco eco mediático e institucional hasta 2023. El año pasado nos conjuramos para una gran concentración de personas mayores el 1 de octubre —fecha fijada por la ONU en 1990— y nos centramos en el edadismo. Este año repetimos porque el edadismo es un sustrato cultural e ideológico con muchas formas, desde las más “inocuas” hasta las más dramáticas. Hay que conocerlo, identificarlo, denunciarlo y tomar medidas contra una práctica muy generalizada.

Técnicamente, el edadismo es discriminación por edad… que también pueden sufrir los jóvenes.

Exacto. Jóvenes y no tan jóvenes encuentran barreras para incorporarse al trabajo o conseguir contratos adecuados. En nuestro caso, convocamos el 1-O porque es el día de las personas mayores, pero la complicidad y cooperación intergeneracional son imprescindibles para evitar prácticas edadistas.

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Son un grupo enorme de la población...

Si vamos a los datos, somos más de un tercio del censo electoral. Eso implica un poder potencial para defender nuestros intereses con la papeleta.

Esto lo critican los jóvenes: dicen que los gobiernos les hacen caso porque son muchos y también votan mucho... 

Las mujeres son el 50%, y se ve que no es así. Igual que otros movimientos han puesto fechas en el calendario (el 8-M o el 1-M), nosotros queremos una jornada señalada que no vaya contra nadie, sino a favor de nuestros derechos. Defendemos que, aunque tengamos una disminución psicomotora o sensorial, no perdemos ninguno de nuestros derechos. Y somos solidarios con los jóvenes y con su realidad de bajos salarios y dificultades para acceder a vivienda. Cada uno tiene que defender sus intereses y ser solidario con el resto de generaciones o de grupos. No defendemos nuestros derechos yendo contra nadie.

No defendemos nuestros derechos yendo contra nadie, somos solidarios con los jóvenes y con su realidad de bajos salarios y dificultades para acceder a vivienda

Manuel BecerraActivista

¿Cuáles son las prácticas edadistas más flagrantes que detectan?

Empecemos por lo cotidiano, todos hemos practicado de forma involuntaria ese edadismo: infantilizar a la persona mayor, no escucharla, no tenerla en cuenta, ningunear su opinión incluso en decisiones que le afectan; eso puede venir de hijos, familiares o amistades. Luego están las barreras estructurales. Se habla de “brecha digital”; a mí me gusta más “barrera digital”. No estamos contra la tecnología, pero hay organizaciones públicas y privadas que operan con un criterio de coste-beneficio que acaba discriminando a usuarias —muchas veces mujeres muy mayores— sin acceso a medios tecnológicos o que desean atención presencial. 

¿Y si seguimos subiendo en nivel de gravedad, qué ejemplos encontramos?

Si seguimos escalando, aparecen abusos, estafas o engaños: cambios de contratos domésticos con tretas comerciales, engaños de comerciales, etc. Y más arriba está el maltrato, la cara más dramática del edadismo, que a menudo ocurre en el entorno más cercano, la propia familia. Puede darse cuando los familiares utilizan los recursos de la persona mayor, haciéndole firmar operaciones que no entiende o con maltrato psicológico (“si no haces tal cosa, no te visito”). También hay maltrato en algunas instituciones o agresiones en la calle: personas mayores que vuelven del mercado y alguien las empuja y las roba. Por eso impulsaremos una reforma del Código Penal para que cualquier abuso, estafa o delito contra una persona mayor sea agravante objetivo. Y recuerde: las víctimas son mayoritariamente mujeres, que sufren doble discriminación por edad y género.

La cara más dramática del edadismo ocurre en el entorno más cercano, la propia familia, cuando los familiares utilizan los recursos de la persona mayor, haciéndole firmar operaciones que no entiende

Manuel BecerraActivista
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Ustedes insisten en que las personas mayores son depositarias de experiencia, conocimiento y memoria. ¿Estamos desaprovechando ese capital social?

En la sociedad tradicional —hasta los años 50 en España— la persona mayor era referente de conocimiento y experiencia, por haber vivido muchos años, más aún en contextos agrícolas. Con la industrialización llegó la división entre “aprender, producir y dejar de producir”, y esa tercera etapa quedó como “inútil”, por decirlo rápido. La persona mayor se convierte en chatarra. Eso ahora se está revirtiendo: llevamos seis o siete décadas adaptándonos a todo —medios, producción, educación, cambios culturales y políticos…—. Ahora, prescindir de esa experiencia y conocimiento, a nivel colectivo, es un derroche. Hoy la gente mayor está en todas partes y hace de todo: educación, formación, voluntariado, activismo cívico… y también ocio, claro. 

¿La sociedad ya está percibiendo que los mayores de ahora representan todo eso? ¿Hay conciencia de ello, o estamos lejos aún? 

Los medios tenéis un papel clave. Hasta hace poco usaban siempre imágenes de manos venosas (no sé por qué), o juegos de cartas para ilustrar a los mayores. Pero ahora somos profesionales sénior, algunos haciendo mentoring, y aportando altruista y comunitariamente —muchas veces mujeres, con energía, ganas de vivir y empatía admirables—. 

Con la industrialización llegó la división entre “aprender, producir y dejar de producir”, y esa tercera etapa quedó como “inútil”, por decirlo rápido. La persona mayor se convierte en chatarra. Eso se está revirtiendo

Manuel BecerraActivista
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Jubilados y pensionistas en una manifestación por las pensiones, en Pamplona, en 2018. Imagen de archivo. 

Jesús Diges / EFE

Y, sin embargo, cuando alguien pierde el empleo a los 50-55, tiene un problema grande, pese a su enorme experiencia. ¿Las empresas aún no reconocen el talento sénior? ¿Es un discurso de cara a la galería?

Los cambios en el mundo de la economía y de la producción son lentos y el criterio coste-beneficio sigue siendo intocable. Nadie pide que un proyecto no sea viable. Pero empieza a haber un germen de mirada positiva hacia las posibilidades profesionales de las personas mayores, sobre todo en servicios. Es cierto que los procesos industriales y de servicios están hiper-simplificados y robotizados, y que hay condiciones que una persona de 45-50 años quizá no acepta —y otras, por necesidad—, sí las acepta. Con todo, entre sindicatos y fuerzas progresistas vamos abriendo brecha para no perder ese capital profesional y personal.

Ahora estamos en plena guerra generacional: la jubilación de los baby-boomers parece que sea la raíz de todos los males, y que la mayoría tengan casa en propiedad se ha convertido en arma arrojadiza por parte de los millennials. Por otra parte, personas más mayores afirman que los jóvenes “no se esfuerzan”, “son la generación de cristal”, “no paran de quejarse, pero no luchan”… ¿Cómo respondemos a esa confrontación? ¿Tiene algún sentido?

No deberíamos caer en esa falsa premisa de enfrentamiento y conflicto entre generaciones, alimentada por ciertos partidos o posiciones ideológicas, que todo el mundo sabe identificar. El sistema público de pensiones es un sistema de solidaridad intergeneracional: ahora los jubilados —tras larguísimas carreras de cotización; yo mismo 47 años— cobran porque otros cotizan, como antes se pagó por nuestros padres, para que cotizaran. Es un sistema sólido y más protegido que los de capitalización, expuestos a crisis bancarias y bursátiles. Mire el ejemplo de Chile: pasó de un sistema público similar al nuestro a uno de capitalización y acabó estallando. Aquí en 1992  profetizaron que el sistema colapasaría y no fue así.

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Usted dice que hay trampas laborales que distorsionan el debate…  ¿Cuáles?

No es generalizado al 100%, pero esto pasa. Hay jóvenes a los que se les ofrece contrato de 20 horas y el resto en negro. Acaban trabajando 60 horas y cotizando por 20; llegarán a la vejez con pensión mínima o muy baja. Señalar a los jubilados actuales por cobrar tras 40 y muchos años cotizados es un ajuste malévolo. Cinco millones de pensionistas actuales están por debajo del nivel de pobreza.  La idea deformada de derecha o ultraderecha para que todo se liberalice, alimentan un enfrentamiento que no es real. Y no olvidemos que los más de diez millones de pensionistas son un motor económico: más del 80% de su pensión revierte en el sistema. Somos esenciales y sostenemos el comercio de kilómetro cero y pagamos impuestos directos e indirectos. La confrontación es interesada por los partidos ultraliberales o más allá.

Una encuesta reciente de Funcas apunta que medio millón de ‘boomers’ se plantea trabajar más allá de los 67 y que casi un tercio de los jubilados volvería a trabajar para ampliar ingresos. ¿Cómo ve el retraso -casi inevitable- de la edad de jubilación?

Es un debate complejo, no admite titulares taxativos. Ya estamos prácticamente en los 67 años. Pero no es lo mismo ser profesor de universidad que trabajar en una mina, conducir un tráiler, subir a un andamio o pasar 12 horas con una bandeja en la mano en una terraza. Hay que valorar caso por caso; no se puede generalizar. También existe la “segunda actividad”, a veces voluntaria. Es un asunto delicado que requiere discusión seria, sector por sector. Piense en las “kellys”, ritmos de dos minutos y medio por habitación, 40 al día… Falta valoración específica por ámbitos profesionales.

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