No se trata de un unos pocos casos aislados. En España, son muchas las personas que llegan a los 60 años, 70 o incluso a los 90 años con hijos dependientes a su cargo. Uno de ellos es el caso de Manuela, que vivía en un pueblo de Huelva, y, con 78 años, tenía a su cargo a su hijo de 30 encamado. Recibía ayuda a domicilio durante unas horas al día de personal que le proporcionaban las administraciones.
Iban tres horas por la mañana y tres por la tarde a ayudarla, que aunque puede parecer mucho, con eso no bastaba para que ella haga algo para ella misma. Aunque, según las trabajadoras sociales que la atendieron, ni siquiera se lo planteaba. Porque su vida era cuidar de su hijo. Tenía Síndrome de Down y, con el tiempo, diversas dolencias que le provocaban crisis de agresividad. Y no se planteó llevarle a la residencia que le daban porque estaba en otra provincia y entonces no podría verle a diario. El deterioro de Manuela se precipitó.
Pero esa pregunta que no quería hacerse Manuela, como cuenta la trabajadora social que relata este caso, sí es la que se hacen los expertos en personas mayores, tanto desde el terreno de la salud como del cuidado y del envejecimiento: ¿Quién cuida al cuidador, al padre o madre de un hijo dependiente, que, además, ya por el hecho de ser mayor tiene también sus propias dolencias y necesidades? Pues en muchísimos casos, nadie. Esa es la tremenda respuesta.
La falta de apoyo institucional acelera el deterioro
Laura llamó desesperada a una asociación de personas mayores pidiendo ayuda y consejo sobre qué hacer en el caso de su madre. Su hermana, enferma mental, que vivía con ella, la maltrataba y la amenazaba permanentemente. La llamada se produjo dos días antes de que la dieran de alta a su hermana en el centro psiquiátrico en el que ingresaba periódicamente.
En esa ocasión, llevaba allí tres meses y desde hacía varias semanas estaba amenazando ya a su madre por teléfono, con lo que le haría cuando volviera de nuevo a casa. En la asociación, situada en Galicia, cuyos trabajadores sociales nos cuentan su caso, la aconsejaron que lo denunciara y pidiera una orden de alejamiento para su hermana de su madre. Y, entonces, ¿con quién viviría?, se preguntó Laura, que reside fuera de España. Además, su madre se negaba a hacerlo, se trataba de su hija. No lo hizo. La madre no quiso.
Los escenarios y escenas que relatan los trabajadores sociales, geriatras y expertos en la atención de personas mayores revelan que, como cada uno es un mundo, existe una única solución posible: la atención personalizada de cada caso para poder poner el foco en el cuidado, en estos casos, a la vez de la persona mayor, no solo del dependiente.
“Cuando un mayor asume completamente los cuidados de sus hijos dependientes, su deterioro va a ser mucho más rápido”, explica la trabajadora social y experta en gerontología de la Confederación Estatal de Mayores Activos (Confemac) María Luján. “La realidad actual es muy negativa. El perfil de persona mayor ha cambiado en las últimas décadas. Aunque es verdad que antes el envejecimiento deterioraba más a las personas, aun así, muchos mayores en la actualidad, aunque estén muy deteriorados, tienen que asumir responsabilidades familiares y no solo económicas”, relata Luján.
Cuando un mayor asume completamente los cuidados de sus hijos dependientes, su deterioro va a ser mucho más rápido
“Y, en general, la dificultad más importante en estos casos”, según esta experta, “es la falta de recursos y, a la vez, lo complicado que es acceder a menudo acceder a ellos”. Confemac realizó hace unos años una investigación sobre cómo se realizaban los cuidados en los domicilios de los mayores dependientes. Y una de las conclusiones de su estudio fue que “el 90% de los mayores con personas a su cargo necesitan tener recursos privados para poder cubrir las necesidades que tienen porque las ayudas de las administraciones cubren solo una parte”, destaca María Luján.
Pero la dependencia de muchos hijos de sus padres mayores no solo se produce por un problema de salud física o psíquica. Tiene que ver también con los llamados “hijos retornados”, los que vuelven a la casa familiar porque se han quedado en paro, porque no les llega el dinero para vivir y sus padres mayores les tienen que pasar parte de su pensión para que poder mantenerse o para que puedan pagar incluso las necesidades mínimas de sus hijos, es decir, los nietos de los mayores. Al final, el círculo se hace cada vez más grande y en el centro de él se encuentran en España numerosas personas mayores atrapadas de las que dependen sus propios hijos y otros familiares.
“Hay muchos casos en la actualidad de personas que con alrededor de 60 o 65 años tienen a un hijo dependiente de 30 años viviendo en su casa. Puede ser por discapacidad, pero también por problemas sociales de diverso tipo que les impiden ser independientes. Y nadie se está preocupando de solucionar estos casos”, afirma el presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA), José Luis Fernández Santillana.
Estas situaciones causan muchos problemas a las personas mayores, alerta Fernández Santillana: “En primer lugar, afectan a las relaciones de pareja de los mayores, aunque el cuidado recae en la inmensa mayoría de los casos en la mujer, en la madre. En segundo lugar, depende del grado de dependencia del hijo, si es por una discapacidad física, que presenta problemas de movilidad, el mayor debe hacerse cargo de ese cuidado, lo que es ya de por sí una de las consecuencias de que dispara su deterioro como persona mayor que es”.
Hay muchos casos en la actualidad de personas que con alrededor de 60 o 65 años tienen a un hijo dependiente de 30 años viviendo en su casa
Y es que las ayudas que existen de las administraciones, tanto de las autonómicas como de las locales, son “totalmente insuficientes y, además, siempre llegan tarde”, afirma el presidente de CEOMA. “Se tarda un año o más en todos los trámites y en que empiece a llegar la ayuda, y, en muchísimos casos, en ese tiempo el dependiente a menudo ha pasado ya a un grado mayor de dependencia, con lo cual, cuando le llega la ayuda, necesita otra distinta, porque quizás ya su deterioro le ha llevado, por ejemplo, a necesitar ir en silla de ruedas”.
Reformas pendientes y datos que no muestran toda la realidad
En cuanto a los casos de discapacidades o dependencias evidentes, todas las entidades integradas en CEOMA (15 organizaciones autonómicas y nacionales y 1.200 asociaciones de mayores de toda España) demandan, entre otras cuestiones, que debería establecerse un “mecanismo automático” en las situaciones en las que la dependencia es detectada por el médico y proponen que se establezca así en la legislación.
Porque precisamente ahora se está tramitando en el Congreso de los Diputados la reforma de las leyes que regulan la dependencia y la discapacidad en España. En concreto, se trata de la Ley de promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, y la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social.
Las ayudas de las administraciones son totalmente insuficientes y, además, siempre llegan tarde
El Consejo de Ministros aprobó la reforma y actualización de estas leyes el pasado 15 de julio y las envió a la Cámara Baja para, según dijo entonces el Gobierno, lograr “más servicios y prestaciones, menos burocracia y más tecnología”. Pero el debate sobre estos cambios apenas ha empezado. Las asociaciones de mayores están trabajando con otras organizaciones, como la Sociedad Española de Geriatría, para pedir una serie de compromisos políticos.
Entre otras cosas, solicitan, como decía antes Fernández Santillana, la revisión de todas estas cuestiones, especialmente para establecer una “automatización” de los casos claros de dependencia por parte del médico (geriatra, neurólogo, traumatólogo, psiquiatra, etcétera, según cada caso), para que se agilicen el máximo posible la llegada de estas ayudas. También piden mecanismos para lograr la “personalización” al máximo posible de esta atención, porque hay que “cuidar también del cuidador”, que, en los casos que nos ocupan en este tema, se trata, además y paradójicamente, del mayor de la familia.

En España hay en la actualidad, según datos del Ministerio de Derechos Sociales del pasado mayo, 2.195.095 personas solicitantes de la Ley de Dependencia.
“Así que es ahora el momento de analizar al detalle las diferentes casuísticas y poner solución a muchos de estos problemas”, reclama el presidente de CEOMA. En España hay en la actualidad, según datos del Ministerio de Derechos Sociales del pasado mayo, 2.195.095 personas solicitantes de la Ley de Dependencia, de las cuales 1.363.857 (el 62%) son mujeres y 831.238 (el 38%), hombres.
Y, según la Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y Situaciones de Dependencia, que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE), aunque los datos reflejan que la edad es un factor clave en la situación de dependencia, también se ve en los datos oficiales que del índice o tasa de dependencia en España, que es del 53,4%: el 28,7% se trata de personas mayores y el 24,7% de personas jóvenes. Se entiende por índice de dependencia. Esta tasa relaciona la población joven (menor de 16 años) y la mayor de 64 años con la población en edad de trabajar (de 16 a 64 años) y refleja el impacto del envejecimiento demográfico, del que se espera “que aumento significativamente en las próximas décadas”, según revelan los datos de nuestra demografía española.
Es ahora el momento de analizar al detalle las diferentes casuísticas y poner solución a muchos de estos problemas
Y, con estos datos en la mano, hay que tener en cuenta que ninguno refleja la cantidad de personas en situaciones de dependencia mayores de edad, en edad de trabajar y menores de 60 años, por ejemplo. En estos habría que incluir toda esa población “retornada” a la casa de sus padres o familiares por problemas de desempleo, sueldos precarios, problemas de adicciones, etcétera. Así que el mapa de la envergadura de este problema, es, hoy por hoy, inexistente, y presumiblemente, afecta a cientos o incluso miles de personas mayores.
Y, hablando de mapas, un aspecto que se puede pasar por alto es el trabajo y los problemas específicos con los que se encuentran las asociaciones rurales: los trabajadores sociales de este tipo asociaciones de mayores reiteran que en el mundo rural se dan muchísimos casos porque sigue siendo habitual que los padres y, en concreto, la mujer, asuma las labores de la casa para la familia que vive en ella, que a menudo está formada por el cónyuge, hijos retornados e incluso nietos, explica una trabajadora social de una asociación de Galicia.
Y es que todos esos casos que retratan las asociaciones rurales que se ocupan de la atención de estas personas reflejan otro gran agujero negro que las Administraciones deberían atender de nuestra bien o mal llamada, según el caso, España vaciada: las mujeres de las que sigue dependiendo parte de su familia casi hasta el final de su vida. Problemas a los que nadie presta atención o que pasan desapercibidos como si, hoy por hoy, asumir una carga así, fuera lo más normal del mundo.