Esta es la 66a entrega de ‘Después de los 60’, la sección de testimonios sénior donde recogemos experiencias vitales en esta etapa de la vida. Nos puedes hacer llegar tu historia a [email protected].
No es que Anabel Saiz tuviera especial interés en jubilarse antes de tiempo, pero cuando lo hizo, descubrió que tener tiempo para ella era algo que echaba de menos. Esta profesora de lengua y literatura española, apasionada de su trabajo, pasó casi 40 años entre aulas y adolescentes, hasta que la burocracia del sistema empezó a hacerle mella. “No tenía intención de jubilarme, siempre me ha gustado mucho el contacto con los alumnos, pero cada vez te exigen más papeles, listas y fichas, y el alumno, que es lo que realmente importa, es como si estuviera al final de un túnel”, explica.
Ahora, un par de años después de retirarse, y a sus 62 años, Anabel tiene casi menos tiempo que antes. Si al principio pensaba que echaría de menos la docencia, al dejarla se sintió en parte descansada, y no tardó en apuntarse a diferentes actividades de un centro cívico cercano a su casa en Vila-seca (Tarragona). “Una amiga se jubiló unos años antes que yo, y me dijo que tenía que cuidar la mente y el físico; me apunté a gimnasia, a baile, a cosas que en la vida me habían llamado la atención”, dice Anabel. Y fue así como también llegó al canto gregoriano.
Según cuenta esta profesora jubilada, siempre le había gustado cantar, pero nunca había tenido el tiempo para dedicarse a ello. Sí que había estado en un coro con los docentes del instituto donde trabajaba, guiado por la profesora de música del centro, pero Anabel no había tenido la ocasión de volver a insistir en este hobby. Hasta que se enteró de que se creó un coro en un municipio cercano al suyo y decidió dar el paso. “No tenía ni idea, cuando me dijeron que se mueven por neumas (el sistema de notación musical del gregoriano) me parecía chino; me costó muchísimo, no tiene absolutamente nada que ver con nada de lo que he hecho, pero dicen que el mundo es de los atrevidos y me lancé”.
Actualmente, hace un año que Anabel está al otro lado, como alumna. El coro lo lleva un director “dinámico y paciente, me gusta mucho”, que tiene una asociación con fines solidarios, llamada DoMiFa, dedicada precisamente a la difusión de la cultura a través de la música coral, con proyectos en diferentes partes del mundo. Algo que también llamó su atención. De hecho, recuerda que, nada más empezar, ya hicieron algunos conciertos por la zona, y hasta salieron en una misa por televisión.
Tienes que aprender los signos, escuchar mucho lo que te dice y muchos audios, y estar muy atenta a tus compañeros, eso te hace seguir
¿Pero como aprende una a cantar canto gregoriano sin haberlo hecho antes? “El primer día casi me marcho, porque no sabía nada”, ríe, “pero el director se me acercó y me dio cuatro nociones que intenté retener; tienes que aprender los signos, escuchar mucho lo que te dice y muchos audios, y estar muy atenta a tus compañeros, eso te hace seguir”, argumenta Anabel, que puntualiza que se trata de un trabajo en equipo.
“Me he comprado algún libro para enterarme y sigo con atención de alumna repelente y aplicada, me parece muy interesante, y yo lo que quiero es que la mente no se me cierre; quiero seguir teniendo ilusiones y me quiero levantar con un proyecto, necesito retos para seguir viviendo”, manifiesta claramente esta catalana, ya iniciada como contralto. También, aparte de las indicaciones del director, se ha hecho una lista de reproducción con un montón de audios que la ayudan a no desentonar.
Historias séniors
‘Después de los 60’
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Además, el coro está formado mayoritariamente por personas que pasan de la sesentena, incluso hay gente de 80 años o más, algo que Anabel no se esperaba. “Ahora me doy cuenta de que la gente de más de 60 años estamos por todas partes, a mí ya no me da vergüenza nada”, dice.
Pero Anabel, además de cantar, es una mujer activa a todos los niveles. Teje amigurumis, y colabora con una asociación de gatos para que vendan los que hace en Navidad, con el objetivo de ayudar a los animales. O está en tres clubs de lectura y escribe poesía, además de tener varias novelas publicadas, algunas de ellas en Colombia. Además, par añadirle más chicha, se ha familiarizado con la inteligencia artificial y el ChatGPT, gracias a acudir a una conferencia en la Universidad Rovira i Virgili (URV). Y todo ello lo compagina siendo madre de una chica adolescente.
Me doy cuenta de que la gente de más de 60 años estamos por todas partes; yo quiero seguir teniendo ilusiones, necesito retos para seguir viviendo
Y es que Anabel se casó a los 42 años y fue madre a los 45, un hecho que despertó reticencias en parte su entorno médico, sobre todo en la comadrona que le tocó. “Me las hicieron pasar de todos los colores, me subía la tensión cada vez que iba al hospital, porque todo eran pegas, y eso que tuve un buen embarazo, ni siquiera me subió el azúcar, simplemente era más mayor que otras madres”, defiende.
Pero ahora que su hija tiene 17 años, lo cierto es que tampoco siente explícitamente el peso de la edad. Al contrario, siente que ese contacto con la juventud —ella que siempre ha estado rodeada de alumnos adolescentes— la estimula y le ofrece puntos de vista frescos sobre temas como la política, el lenguaje o la cultura. “Yo me veo exactamente igual que hace 20 años, solo que ahora no trabajo”, concluye.




