Sus reflexiones sobre el amor y la intimidad —vividas por primera vez a los 73 años— nos dejaron boquiabiertos. No solo por lo que contaba, sino por cómo lo contaba: con una naturalidad desarmante, con humor, con deseo, con vida. A sus 106 años, la energía que irradia Pepita Bernat la ha convertido en algo más que una mujer admirable, es ya un mito de la ciudad de Barcelona.
Los lectores de Guyana Guardian se enamoraron de su manera de vivir. Hoy recuperamos algunas de sus lecciones vitales, porque pocas personas encarnan con tanta autenticidad la alegría de vivir, la curiosidad intacta y la pasión por seguir bailando —cada domingo— en La Paloma.
Positivismo y agradecimiento
Un catedrático de psicobiología explicaba en Longevity que cuando experimentas la gratitud, se liberan compuestos como las endorfinas o la dopamina, que son sustancias que proporcionan placer y refuerzo de nuestras conductas. Las endorfinas alivian el dolor”, y pueden mejorar nuestra salud y alargar nuestra esperanza de vida.
Este es otro de los secretos de Pepita, la gratitud. “Doy gracias y sonrío. Si sonríes al empezar el día, ya tienes mucho ganado. Cada día para mí es una sorpresa, aunque sea pequeña. A veces es una llamada, a veces una visita, o simplemente que el sol entra por la ventana de otra manera. No necesito grandes emociones para sentirme viva”, nos contaba.
Autocuidado y autoestima
La edad no es un motivo para descuidarse o para empequeñecer a nivel anímico. La psicóloga Becca Levy encontró que las personas que tenían percepciones más positivas sobre el envejecimiento vivían de promedio 7,5 años más.
Aunque quizá Pepita no haya leído nunca los estudios de Levy, tiene claro la demostración práctica de sus postulados: “Nunca he dejado de sentirme resultona (ríe). La edad es un número, nada más. Yo me sigo arreglando, pintando y me pongo guapa cada día. Siempre he sido así. De jovencita me gustaba maquillarme cuando casi nadie lo hacía”, afirma.
Baile y actividad
¿Cuál es su secreto para llegar a los 106 años? Su respuesta es sencilla, un día a día activo. “Yo digo que no hay secreto. Nunca he fumado ni bebido, salvo una copita en alguna boda. He comido lo que me apetecía, y lo hago cuatro veces al día, sin obsesiones. Siempre he sido activa: hago la comida, friego los platos, hago la cama. El día que paras, envejeces. Y la siesta: media hora después de fregar y me levanto nueva. Eso es salud. ¡Ah! Y bailar, bailar mucho.”
La actividad física que hace Pepita, además, incluye también caminar. “Me duelen las piernas desde los 90 y pico. El médico dijo: “Camina; si te duele, siéntate diez minutos y vuelve a andar”. Así lo hago: sentarse, levantarse y seguir. Para el dolor nunca he tomado pastillas. La salud también es no dramatizar”, añade.
Pepita Bernat, en La Paloma.
Orden y rutinas
Dicen los estudios y los especialistas que el orden ayuda a la calma mental, y que las rutinas pueden ser muy positivas. Ante la pregunta sobre qué hábito considera imprescindible en su vida, Pepita Bernat, lo tiene claro: “El orden. Primero friego los platos y luego hago la siesta; al revés, no. Parece una tontería, pero el orden me da paz”. La sabiduría de la experiencia, del autoconocimiento de alguien que lleva 106 años viviendo consigo misma.


