Podría decirse que la vida de un número uno del deporte, y en concreto, de alguien que ha estado en lo más alto del tenis mundial, es una vida muy intensa y, también, muy concentrada. Al menos, esa es la sensación que queda después de escuchar a Emilio Sánchez Vicario (Madrid, 1965) hablar sobre sus luchas y logros deportivos que vivió en la década de los 80. Durante 15 años, fue uno de los grandes del tenis nacional e internacional, hasta que, como él mismo dice, “le retiraron”. Un punto de inflexión en su vida que marcó un antes y un después, pero que no fue ni repentino, ni brusco, ni inesperado.
Ya unos años antes del anuncio de su retirada, Emilio buscó fuera de las pistas las motivaciones que empezaba a perder dentro de ellas. Una de ellas fue la creación de la Emilio Sánchez Academy, un proyecto de formación integral de deportistas con sede en Barcelona y en Naples (Florida), ciudad donde reside actualmente. Desde aquí, y gracias al bagaje de toda una vida dedicada al tenis, el tenista se ha convertido en todo un referente en la formación de entrenadores. Hoy, con un pie dentro de la sesentena, disfruta de una vida rodeada de tenis, pero sin la presión de entonces. Madruga, entrena y enseña a sus alumnos que hay que luchar por los sueños con todas sus fuerzas y no rendirse a las primeras de cambio.
Con 33 años, y después de 15 como tenista profesional, puso punto y final a su carrera deportiva. ¿Señalamos ese momento como el más importante de su vida?
Una de las grandes crisis de cualquier profesional, aunque ya te encuentres quemado, es dejar tu actividad. En aquella época, empezaba a perder partidos y notaba que me recuperaba peor. Así que, poco a poco, te convences de que lo mejor es dejarlo. Yo siempre digo que tú no te retiras, te retiran. Tus rivales te empiezan a ganar, y tú no encuentras la manera de ganarles a ellos. Ese momento es muy duro porque tienes que dejar de hacer lo que más te gusta, y lo que has hecho durante los últimos 15 años. En mi caso, unos años antes, sobre 1993, ya empecé a tener otras motivaciones fuera de las pistas, y me fui desligando de los circuitos.
Una de las grandes crisis de cualquier profesional, aunque ya te encuentres quemado, es dejar tu actividad
Vamos, que la vida va mostrando el camino…
En cierto modo, sí. Hay algunas derrotas que te van desanimando y que hacen que te cueste cada vez más recuperarte anímicamente y estar al mismo nivel. Así que te hacen pensar…
Si echa la vista atrás, sin duda, ser número 1 en la categoría de dobles el 3 de abril de 1989 debió ser un sueño hecho realidad…
Todos soñamos llegar a lo más alto en lo que hacemos. En mi caso, mi primer objetivo era ser el mejor de forma individual, pero a medida que pasa el tiempo, te das cuenta de que juegas contra unos megacracks a los que algunas veces ganas, pero por cada vez que les ganas tú a ellos, ellos te ganan a ti tres o cuatro veces. El caso es que, aunque conseguí estar entre los 6 o 7 mejores del mundo, comenzó a rondarme la idea de que quizá no iba a llegar a ser el número 1. Después, encontré un compañero de dobles (Sergio Casal) con el que combinaba muy bien y ese año fui número 1 en esa categoría, tanto en parejas como individual.
¿Ha cumplido más sueños, desde entonces?
Sí, cada uno de los nacimientos de mis hijos ha sido un deseo cumplido. Para mí, ver cómo cada día crecen y están sanos es un triunfo, ya que también son cosas que había soñado. La diferencia es que son sensaciones que duran toda la vida, mientras que ser el número 1 del mundo es una sensación que dura un instante. Hoy por hoy, me considero una persona privilegiada por tener cuatro niños sanos, que estudian, que hacen deporte… no puedo pedir más.
Y en lo profesional, ¿también se siente tan satisfecho?
La Academia me permite formar parte de muchas historias de mis alumnos, como las de aquellos que han llegado a ser top 100 o incluso top 10 de los circuitos. Pero, sobre todo, me refiero a las historias de vida de gente que marcan la diferencia, como uno de nuestros alumnos que limpia ríos en Indonesia o de otro que hace maratones para ganar dinero. Siento que he sido parte de sus vidas, y que, en cierta medida, he dejado alguna huella en ellos. Sentir que les he ensañado algo, para mí, es como jugar un buen partido.
Cada uno de los nacimientos de mis hijos ha sido un deseo cumplido, ver cómo cada día crecen y están sanos es un triunfo
Entre esas enseñanzas hay una que llama especialmente la atención. Dice que “el tenista es un perdedor nato”. ¿Por qué?
Cuando doy cursos de entrenador suelo explicarles que es muy difícil conseguir que un chico o una chica se enamore del tenis, ya que es un juego en el que estás perdiendo puntos todo el rato. Piensa que, en los últimos diez años, el que más puntos ha ganado de los números 1 del mundo, en un año, ha ganado el 55%. Este dato lo dio Federer en una charla que escuché aquí, en Estados Unidos. Esto significa que, prácticamente, pierdes la mitad de los puntos que juegas. Por eso, te tienes que acostumbrar a perder para poder llegar a ganar. Esa es la primera enseñanza que trato de inculcar. El tenista es muy resiliente. Diría que está enamorado de la adversidad. Claro que te gusta ganar dejando a cero al rival, pero los partidos que te llenan son los que ganas después de 5 horas con un resultado de 7 – 5, en el quinto set. Por todo esto digo que los tenistas somos perdedores natos, porque somos perdedores para ganar.
Es importante, entonces, saber gestionar bien las derrotas.
Mientras tienes la capacidad de ver la derrota como una herramienta que te va a enseñar a hacer las cosas mejor, puedes seguir adelante. Pero si empiezas a perder y no piensas en mejorar, aparecen los problemas mentales. El jugador de tenis tiene que estar siempre pensando en lo suyo. Es un maestro en olvidar. Es decir, si cometes el peor error del mundo, tienes 20 segundos para enterrarlo y jugar tu siguiente punto con tu mejor versión. Si no, lo más probable es que lo vuelvas a perder.
El extenista fundó su propia academia.
Ese espíritu de lucha que ha tenido en la cancha, ¿lo ha podido aplicar fuera de ella?
Sí, claro. El tenis me ha enseñado muchas cosas… A manejar la adversidad, a estar siempre presente, a no hacer los problemas más grandes de lo que son, a olvidar el problema, centrándome en buscar la solución. Yo creo que la vida son múltiples partidos, y que si los juegas con tu mejor versión, tienes muchas más posibilidades de superar los momentos difíciles. Todo el tiempo estoy apagando fuegos, buscando soluciones. Los que me conocen, suelen destacar eso entre mis puntos fuertes.
¿Dónde ha visto más competitividad, en la pista o fuera de ella?
Desde hace unos años, el mundo, en general, es más competitivo que antes. Esto es así, en parte, porque es más irreal. La mayoría de la gente está viviendo los sueños a través de la tecnología, de la inteligencia artificial, de las publicaciones en redes sociales… Todo eso provoca más frustración, porque todo tiene que ser perfecto, y la perfección no existe.
Y antes de las redes sociales, ¿también era así?
No. Yo creo que, con el despertar de la democracia, la gente tenía muchas ganas de cumplir sueños, y hacía todo lo posible por alcanzarlos. Hoy en día, la irrealidad que se busca no existe. Antes, te aceptabas cómo eras para poder llegar a un objetivo. Ejemplo de ello es cómo el deporte español en aquella época comenzó a creerse que podía hacer cosas importantes. En la mayoría de los deportes, los españoles son superaguerridos, tienen más espíritu de lucha, son más entregados, con más hambre que los demás… y el resultado es que empezamos a ganar en baloncesto, en fútbol, en tenis…
¿Cree que ese espíritu de lucha se ha desinflado con los años?
En cierto modo, sí. Hoy, muchos de los jóvenes tienen muchas más opciones, y carecen de esa energía o de esa fuerza que les empuje a perseguir un sueño, porque en el momento en el que se presentan cuatro problemas (o se pierden dos bolas), piensan, “me voy a otra cosa”. En general, no aprenden a amar la adversidad para poder llegar a ese sueño porque tienen demasiadas opciones. Creo que los formadores de hoy tenemos por delante la tarea de enseñar a los jóvenes a entender que la dificultad puede ser una ayuda para alcanzar sus metas.
Los formadores de hoy tenemos por delante la tarea de enseñar a los jóvenes a entender que la dificultad puede ser una ayuda para alcanzar sus metas
En su caso, ¿qué pasó cuando ya no tuvo metas deportivas?
Cuando tu forma de vivir y de cuidarte es parte de tu profesión, y esta se acaba, cuesta mucho seguir entrenando y llevar una dieta saludable, al menos en mi caso, ya que llevaba 15 años esforzándome mucho para que mi cuerpo rindiera al máximo. Sin embargo, para otros compañeros no fue igual. De hecho, han seguido como si todavía fueran profesionales. En 1998, cuando empecé con la Academia, viví una época de mucho estrés, y debido a ello, descuidé la alimentación, dormía mal, dejé de jugar… Como resultado, comencé a encontrarme físicamente mal. Mi punto débil son los pulmones, así que caía enfermo con frecuencia, ingresé varias veces por neumonías y me aparecieron alergias que nunca había tenido. Entonces, me di cuenta de que todo lo que había hecho como jugador para que mi cuerpo rindiera, lo había dejado de lado, y eso había dañado mi salud. Así que, después de unos diez años, y, sobre todo, cuando me mudé a Estados Unidos, tomé un compromiso mayor conmigo mismo y con mi bienestar, para volver a entrenar, para comer mejor y volver a las pistas.
¿Resultó?
Mucho. Me di cuenta de que, si mejoras en todas esas pautas, y, sobre todo, en el descanso, se vive mucho mejor. Dicen que el tenis es un deporte que te ayuda a vivir diez años más, pero no te tienes que dejar de cuidarte. En los últimos diez años, desde los 50 aproximadamente, estoy mucho más comprometido para estar bien físicamente, y noto una gran diferencia. Y es que, conforme pasa el tiempo, las capacidades de tu cuerpo van mermando, pero si lo cuidas, este proceso se ralentiza.
Y ahora, a los 60, ¿cómo se cuida? ¿Madruga? ¿Entrena?
Lo habitual es que me levante temprano para ir a la cancha de 7 a 10 de la mañana. Después, suelo ir al gimnasio para hacer ejercicios de fuerza para mantener un poco la resistencia. Con esto, ya me mantengo bien físicamente. El resto del día, hasta las 6 de la tarde, más o menos, me ocupo de temas relacionados con la Academia, hasta la hora de la cena, que es bastante más pronto que en España. Uno de los cambios que he implementado últimamente es que trato de comer platos con menos gluten y desayunar/comer a las 12 del mediodía. Es decir, como dos veces al día. Ceno entre las 18:30 y las 7 de la tarde, y hasta las doce de la mañana del día siguiente no tomo más que un café.
Hablamos de un ayuno de más de doce horas… ¿Le costó acostumbrarse?
La verdad es que pensaba que me iba a costar más. Pero, la verdad es que este ayuno me hace sentir muy bien.
Como dos veces al día. Ceno hacia las 7 de la tarde, y hasta las doce de la mañana del día siguiente no tomo más que un café
A veces, si tu entorno se cuida, es más fácil hacerlo tú también. ¿Cree que los americanos séniors se cuidan?
Sí. En general, el americano trabaja mucho entre los 30 y los 50 años, pero cuando se retira, sobre los 55, lleva una vida muy activa. Diría que más que los españoles. Lo sé porque muchas de las personas que vienen a la Academia superan los 60 años. De hecho, organizamos torneos para gente mayor de 50, de 60, de 70, de 80 años, incluso para personas de 90. A los americanos les gusta mucho el tenis. Piensa que en Estados Unidos hay unos 40 millones de adultos que juegan este deporte.
Entonces, ¿diría que el tenis es un deporte adecuado para gente mayor?
Sin duda. De hecho, la única pega que se le podría poner es que, si no has jugado nunca, para empezar a divertirte, necesitas un tiempo de aprendizaje porque es muy técnico. Necesitas coger bien la raqueta, aprender a hacer el swing, el saque… y eso son horas de práctica. Por otro lado, lo bueno es que mucha gente ha jugado de pequeño, y cuando coge la raqueta de mayor, vuelve a pegarle bien a la pelota, porque no se olvida, es como ir en bicicleta. En Estados Unidos hay mucha gente de más de 60 años que juega cada día. Y eso no solo les mantiene en forma, también es bueno para el ánimo, ya que el hecho de salir para ir a jugar y competir es una subida de adrenalina. Además, suelen jugar dobles, lo que le convierte en un acto social. En definitiva, el tenis es un deporte sensacional y muy recomendable para la gente mayor.






