Mabel Lozano, escritora, 58 años: “Me gusto muchísimo más ahora, con patas de gallo; ojalá a los 20 hubiera tenido la cabeza, la templanza y la mirada disfrutona de hoy”

Vips Séniors

El próximo 3 de noviembre, la también directora de cine publica su primera novela de ficción, ‘Ava’, con la que ha recibido el galardón Letras del Mediterráneo 2025 y basada en el cortometraje documental homónimo con el que ganó el Goya en 2024

“Después de 20 años gritando, escribiendo, rodando, dando charlas y manifestándome, siento que no lo debo de haber hecho tan bien, porque no hemos avanzado lo suficiente contra la trata”, reflexiona.

La actriz y directora de cine, Mabel Lozano.

La actriz y directora de cine, Mabel Lozano. 

Pedro Walter

Mabel Lozano (Villaluenga de la Sagra, Toledo, 1967) era conocida como actriz, modelo y presentadora. Pero conocer en 2004, una fecha que lleva marcada, la realidad de la trata y la explotación sexual de mujeres y niñas hizo que se reinventara como directora, guionista y escritora comprometida con visibilizar este delito. Su trayectoria está marcada por títulos como Biografía del cadáver de una mujer, con la que ganó el Goya a Mejor cortometraje documental en 2021, Abril no es invierno o Ava, con la que repitió premio Goya en 2024. Precisamente esta última película es la semilla que ha dado origen a su primera novela de ficción, Ava, que se publica el próximo 3 de noviembre.

Ava es ficción, pero está basada en una historia real, la de una menor captada por su vulnerabilidad y explotada por proxenetas 2.0. La prostitución ya ha migrado a las fronteras digitales. Hablamos de cibertrata, de prostitución 2.0, de sextorsión…”, cuenta la cineasta. Con ella acaba de ganar el reconocimiento Letras del Mediterráneo 2025 en la categoría de Novela Policíaca que otorga cada año la Diputación de Castellón. Lozano señala que, para ella, “la ficción representa una nueva herramienta para llegar a más públicos, sobre todo a los jóvenes”, y fomentar un pensamiento crítico frente a la prostitución y la trata. Además de ser un relato sobre la captación y explotación de una menor, su primera novela recrea la profunda historia de amor entre una madre y una hija.

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Una novela que Amelia Tiganus, escritora feminista y superviviente del sistema prostitucional, ha señalado que “no es solo literatura, sino también una herramienta de transformación”. 

Porque Mabel Lozano, por encima de todo, se define como una vocera que usa el arte para dar voz a quienes no la tienen. Ella, que pasó un cáncer de mama cuya experiencia reflejó en el libro Te invito a un mojito y en el cortometraje de animación Lola, Lolita, Lolaza, señala que se siente mejor que nunca y que celebra cada año cumplido. “El drama de verdad es nacer en Paraguay, tener 17 años, tres hijos y no poder darles de comer. Lo demás tiene arreglo. Por eso insisto siempre: vivir es un éxito”.

Vas a publicar tu primera novela de ficción. ¿Qué te lleva a dar este paso?

Pensar que a través de la ficción puedo llegar a más personas y a más edades. Ava está inspirada en una historia real, la misma que me dio el Goya en 2024 con el corto homónimo. Creo que la novela permite llegar, sobre todo, a la gente joven, para crear pensamiento crítico frente a la explotación sexual comercial.

Qué pena pensar que hay mujeres y niñas en cautiverio y que [la trata] no nos interpele

Senior Editor

¿Hemos fracasado al no haber sido capaces de acabar con la lacra de la trata?

Lo que debemos preguntarnos es cómo convivimos con la esclavitud. O bien le damos la espalda, o la perpetuamos legitimando la prostitución. Qué pena pensar que hay mujeres y niñas en cautiverio y que eso no nos interpele. Creo que el arte, el cine y la literatura pueden crear pensamiento crítico.

¿Qué van a encontrar los lectores en esta novela?

Una historia preciosa de amor entre una madre y una hija, de lazos, amistad y solidaridad entre mujeres que se tienden la mano. Pero también es muy dura, porque habla de la captación de una menor para la explotación sexual.

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¿Da miedo lanzarse a la ficción?

Al contrario, me ha parecido maravilloso. Todos mis libros eran de no ficción, incluso Te invito a un mojito, donde hablábamos del cáncer, me daba pudor por lo personal. En la ficción he podido combinar veinte años de lucha contra la trata y la pornografía con historias reales que he conocido.

Preparando la entrevista pensaba que, en realidad, tienes mucho de periodista.

Tengo mucho de vocera. Utilizo el arte para vocear contra esa esclavitud con la que convivimos. No me considero modelo, actriz o directora: soy una vocera.

¿Cómo te recuerdas de niña, traviesa o tranquila?

¡Muy bestia! (Risas). Me crié rodeada de chicos: jugaba al fútbol, hacía motocross, me disfrazaba… Era muy machirula. Vivíamos en un pueblo pequeño, y mis primos y hermanos llenaban la casa. Mi madre era muy acogedora, preparaba meriendas, chocolates, nocilla… En las otras casas había normas, en la mía todo estaba permitido. Fui una niña feliz.

Mi hermano murió en un accidente con 23 años, y eso me partió en dos; mi hija se llama Roberta por él

Senior Editor

Esa sonrisa tuya, ¿viene de ahí?

Sí, porque crecí rodeada de alegría. Pero también he pasado cosas duras. Mi hermano murió en un accidente con 23 años, y eso me partió en dos. Mi hija se llama Roberta por él. Creo que las personas que amas nunca se van del todo si las recuerdas. Luego llegó el cáncer, y aprendí aún más que hay que vivir con pasión y disfrutar cada día.

Hablemos de tus inicios como modelo, actriz y presentadora. ¿Qué recuerdas de entonces?

Vine a Madrid a estudiar, jamás pensé en ser modelo. Una amiga me dijo que en Joy Eslava regalaban unos vaqueros Lois por desfilar. ¡Y yo iba con los heredados de mi prima Esperancita, que me quedaban cortos! Por eso no me vas a ver jamás con pantalón pesquero. Fui, desfilé, y me descubrió Heike Ferrari, de una agencia. Tres meses después vivía en Tokio. Todo empezó por unos vaqueros gratis (risas).

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¿Y si tu hija te dijera hoy algo así?

¡Me moriría del susto! Pero entonces fue natural. Trabajé con gente maravillosa y viajé por el mundo: Tokio, Nueva York, París, Milán. Aprendí a mirar sin prejuicios. Hay quien tiene tres carreras y una mente pequeña. Yo tengo la mente abierta a la diversidad. Luego vino la televisión: Escándalo en la Marina, La ruleta de la fortuna, Los ladrones van a la oficina… Todo fluyó sin plan.

¿Qué querías realmente en esa época?

Viajar, conocer mundo. No pensaba en “qué quiero ser”. La moda me dio esa oportunidad y una formación vital increíble. También aprendí escuchando a maestros como Fernando Fernán Gómez, con quien rodé Los ladrones van a la oficina. Nos peleábamos por sentarnos a su lado. Fue una escuela de vida.

En 2004 conocí a mujeres como yo, con los mismos sueños, pero convertidas en esclavas sexuales; fue un shock y sentí la necesidad de contarlo

Senior Editor

Eras muy conocida y, de pronto, te reinventas como directora de cine. ¿Cómo ocurre eso?

Un 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, fui a leer un manifiesto en Sol. Allí conocí a la directora de Proyecto Esperanza. Era 2004, nadie hablaba de trata, ni siquiera era delito. Conocí a mujeres como yo, con los mismos sueños, pero convertidas en esclavas sexuales. Fue un shock. Sentí la necesidad de contarlo, aunque no tenía herramientas.

¿Y cómo lo pusiste en marcha?

Con mi dinero y la ayuda de mi amigo Jorge Sánchez Gallo rodé Voces contra la trata de mujeres en 2005, el primer documental sobre el tema en España. Era muy flojito técnicamente, pero nació de la pasión. Tardó en funcionar: dos años después lo compró Antena 3 y lo emitieron en prime time. Desde entonces, se usa para formar a cuerpos de seguridad y Fiscalía.

La directora de cine ha querido explicar la lacra de la trata.

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Pedro Walter

Entonces decidiste formarte en cine.

Sí, para denunciar, pero hacerlo bien. Si haces una entrevista, llevas tus herramientas; yo no tenía ninguna. Solo tenía la necesidad de contar. Y desde entonces fui coherente: nunca más me puse delante de una cámara. Solo vuelvo a televisión para hablar de trata y derechos de las mujeres. Si con 13 años hubiera sabido que podía ser directora, lo habría sido desde el primer minuto.

O sea, eres feliz detrás de la cámara.

Exacto. Tengo clarísimo que si con 13 o 14 años, en mi pueblo, hubiera tenido referentes y hubiera sabido que podía ser directora de cine, lo habría sido desde el primer minuto. Pero no me arrepiento, todo eso, la actriz, la modelo, también soy yo.

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Senior Editor

Tu carrera como directora ha ido de la mano del activismo. ¿Cómo lo ves hoy?

Justo hoy, que estoy un poco de bajón por lo de mi hermano Roberto, te voy a ser sincera: siento mucha decepción y frustración conmigo misma. Después de 20 años rodando, escribiendo, gritando… veo que no hemos avanzado lo suficiente. No hay ley integral contra la trata, España no es abolicionista, y los proxenetas actúan con impunidad. La prostitución se normaliza, los jóvenes consumen pornografía desde niños. A veces pienso que no lo estoy haciendo tan bien como querría.

Al hacer balance de tu vida, ¿cómo gestionas esa frustración?

No me quedo quieta. Si pienso que no he gritado lo bastante, gritaré más. Pero también he aprendido a retirarme de vez en cuando, a respirar, para no acostumbrarme al dolor.

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Qué importante cuidar la salud mental.

Sí. Estoy expuesta a mucha violencia y me da miedo volverme dura, insensible. A mí me tiene que doler siempre porque solo si me duele puedo mirar al abismo y seguir siendo humana. Si no, corres el riesgo de convertirte en alguien que hace pornografía del sufrimiento ajeno.

Ha ganado dos premios Goya. ¿Qué significan?

El primero me lo dieron en plena pandemia y con un cáncer. Lo recibí en zapatillas, cocinando, rodeada de amigas y mi familia, todos gritando, yo llorando. El segundo, en 2024, todo lo contrario: sobre un escenario, frente a 4.000 personas. Ambos significan algo enorme, el reconocimiento de mis compañeros y compañeras. Porque te votan ellos, eso es precioso. Un Goya no te convierte en mejor directora, pero ayuda a levantar tus proyectos. Los premios ayudan a tocar puertas, sirven para que, cuando vas con tu platillo pidiendo financiación, te miren de otra manera (risas).

La medicina debería ser más transversal; cuando pasas por un cáncer, entiendes que la salud no depende del dinero, sino de los gestos diarios

Senior Editor

La familia es esencial para ti. 

Totalmente. Ya no desayunamos juntos porque cada uno tiene su horario, pero las cenas, a las ocho y media, son sagradas. Me encanta cocinar, y mi hijo también: él corta los ajos, yo la cebolla… mientras Roberta y Eduardo ponen la mesa. La cocina es amor, disfrute y conversación. Y como he vivido en medio mundo, puedo preparar desde un couscous hasta un sashimi. Me gusta sorprenderles. De hecho, tengo pendiente escribir un libro de cocina, inspirado en mis viajes.

También cuidas mucho su salud. ¿Qué papel juega la alimentación?

Es fundamental. La medicina debería ser más transversal. Cuando pasas por un cáncer, entiendes que la salud no depende del dinero, sino de los gestos diarios. Yo nunca uso el ascensor, aunque esté en la planta doce (salvo si llego muerta, claro). Esos gestos son sagrados.

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Y en la alimentación…

Vivimos con prisa y comemos chatarra. Hay que volver a cocinar: lentejas, tuppers, comida casera. Yo soy una fanática de las lentejas. No hay nada más nutritivo ni más barato. El otro día leía un artículo que decía: ‘solo los ricos serán guapos y saludables porque podrán pagar los tratamientos’. Pues no. También cuentan los gestos: moverte, leer, tener curiosidad, mantener la cabeza activa.

El humor también parece esencial en su vida.

¡Todo! Me río de mí misma constantemente. En Te invito a un mojito me reía de mi cáncer. Del de otros no, del mío, sí. El humor es supervivencia e inteligencia. Nos encontramos a tanta gente seria, rígida… El humor es el sol.

Vivimos con prisa y comemos chatarra. Hay que volver a cocinar: lentejas, tuppers, comida casera... No hay nada más nutritivo ni más barato

Senior Editor

¿Y la amistad?

Es mi familia elegida. Soy más de amigas que de amigos. Con ellas tengo un espacio propio, una habitación solo mía. Nuestras madres no tuvieron esa red; nosotras sí. Me inspiran. Y lo tengo clarísimo: ¿qué sería de nosotras sin nosotras?

Imaginar una vida sin amigas es imposible.

Totalmente. Son mi refugio, mis raíces, mis cómplices. Y sigo viajando, riendo y cenando con ellas.

Llevas un matrimonio largo y feliz. ¿Cuál es el secreto?

Tener espacios propios. Él tiene los suyos, yo los míos. Compartimos amor, familia y vida, pero no todo. Luego lo bonito es compartir lo que cada uno vive.

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En el horizonte asoma el club de los 60. ¿Cómo lo ves?

Maravillosamente. Vivir es un éxito. Si no viera los 60 en el horizonte, estaría jodida (risas). Y después vendrán los 70, los 80, los 102… me gusta ese horizonte.

Tu generación ha sido bisagra, con muchos cambios. ¿Cuáles han sido tus referentes?

Somos una generación bisagra, sí, pero creo que seremos referentes para las que vienen detrás, si lo hacemos bien. Ser referente implica responsabilidad. Yo, que voy tanto a universidades, me lo repito: hay que intentarlo o morir en el intento (risas).

¿Cuál es el mayor aprendizaje que te llevas?

Que me gusto muchísimo más ahora, con patas de gallo incluidas. La veteranía es un grado. Ojalá con 20 años hubiera tenido la cabeza, la templanza y la mirada disfrutona que tengo hoy. Ahora soy más paciente, más bondadosa, más generosa. Me tomo las cosas con perspectiva. Antes todo era urgente, ahora no. He aprendido que el drama de verdad es nacer en Paraguay, tener 17 años, tres hijos y no poder darles de comer. Lo demás tiene arreglo. Por eso insisto siempre, vivir es un éxito.

No me he operado nunca, soy antioperaciones; no llevo pinchazos ni bótox, por eso tengo estas patas de gallo, pero me dan igual, naturalidad ante todo.

Senior Editor

Para acabar, ¿algún truco de belleza?

(Risas) Me cuido, hago deporte, me alimento bien. No me he operado nunca, soy antioperaciones. Cada año me hago un tratamiento que se llama Ultherapy, un activador para generar tu propio colágeno. Es carísimo, vale unos 3.000 euros, pero a mí me lo regalan (risas). Y nada más. No llevo pinchazos ni bótox, por eso tengo estas patas de gallo, pero me dan igual. Naturalidad ante todo.

¿Qué sueños le quedan por cumplir?

¡Muchísimos! Quiero que Ava llegue a muchas personas, y estoy escribiendo el guion de mi primera película de ficción. También rodaremos una serie basada en El proxeneta. Y en lo personal, estoy en un momento precioso. Mis hijos tienen 24 años, viajamos, compartimos… Estoy feliz, es una etapa muy disfrutona de mi vida.

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