Si varias generaciones de criaturas crecieron con progenitores que fumaban en casa y en el coche, hoy una nueva adicción está interfiriendo en el bienestar de los hijos: las pantallas. Y ya desde los primeros días: como alerta la pedagoga Anna Ramis, el uso excesivo de los dispositivos digitales está incidiendo en el vínculo entre madres y bebés. Esta es la premisa de su campaña: “Más vínculo, menos pantallas”, centrada en la importancia de establecer un apego seguro.
Partiendo de datos y de diferentes estudios, Ramis quiere sensibilizar cómo el uso excesivo de dispositivos digitales puede interferir negativamente en la relación con nuestros hijos: los bebés, insiste, necesitan presencia, mirada, voz y contacte; no pantallas. La campaña se dirige principalmente a mujeres en el último trimestre del embarazo y en los primeros meses de la crianza. Pero, como explica, también los padres y otros cuidadores deben tomar nota.
Si el bebé llora, reclamando algo, y para mí la prioridad es terminar el capítulo o contestar un mensaje, lo atenderé de mala gana (...) y el bebé lo nota

Anna Ramis, pedagoga, ha emprendido varias campañas para sensibilizar a la sociedad sobre la adicción a las pantallas
¿Cómo surge esta campaña?
Surge de una anterior (#de0a3PantallesRES), que llevo impulsando desde 2018, cuando nos dimos cuenta de lo importante que era que los niños no accedieran a las pantallas antes de los tres años. Pero se da otra situación a la que entonces no le dimos suficiente énfasis: la utilización de dispositivos digitales por parte de los adultos a cargo de niños muy pequeños, que perjudica el vínculo.
¿Cómo lo perjudica?
El uso excesivo de los dispositivos digitales tiene efectos muy evidentes en la construcción del apego. La teoría del apego la acuñó el psicólogo John Bowlby a mediados del siglo pasado: en esencia, explica que cuando llegamos al mundo necesitamos ser queridos y cuidados, es algo tan importante como el alimento o el aire que respiramos. Para construirnos con seguridad y autoestima debemos tener, como mínimo, un adulto que nos cuide, que nos preste atención: alguien que reconozca que el bebé tiene hambre o sueño o malestar. Alguien que le hable, aunque el bebé no le pueda responder con palabras. Alguien que lo mire ya que, poco a poco, el bebé irá enfocando la mirada…
Pero si la madre, el padre o el cuidador están absortos con el móvil, esta relación se trastoca. ¿Es así?
Exactamente. Si estoy demasiado vinculado con las pantallas porque me interesa terminar este capítulo de la serie o estoy contestando un mensaje, mi atención está en otro sitio. Y si el bebé llora, reclamando algo, y para mí la prioridad es terminar el capítulo o contestar el mensaje, lo atenderé de mala gana: cuando le cambio el pañal, le doy el pecho o el biberón, lo haré de mala gana. Le estoy diciendo con la mirada, con el cuerpo: “Qué pesado que eres, solo haces que interrumpir”. Por lo tanto, estoy creando un vínculo negativo. Y si el niño o la niña, desde que ha llegado al mundo, se siente como una molestia, como algo difícil de soportar, su autoestima se construye en base negativa.
Dice que los bebés notan este rechazo, esa mala gana, pero: ¿Padres y madres se dan cuenta de que las pantallas están interfiriendo en el vínculo con sus hijos?
En muchos casos no, se minimizan estas distracciones. De ahí surge la campaña y el mensaje, muy claro: “Más vínculo y menos pantallas”. Y no estamos poniendo el énfasis en el uso de las pantallas de los menores, sino de los adultos.
Se culpabiliza a los niños o a los adolescentes de estar “enganchados“, pero los bebés no son responsables de pedir la pantalla... ¿Quién se la da?
En esta cuestión, se tiende a culpabilizar a los menores…
Sí, se culpabiliza a los niños o a los adolescentes de estar “enganchados“, pero los adultos también lo estamos. Y quizás los adolescentes tengan una cierta responsabilidad, pero los niños menores de tres años no son responsables de pedir la pantalla continuamente. ¿Quién fue el primero que se la dio? Es como responsabilizarles de tomar bebidas azucaradas. ¿Quién se las puso a disposición? ¿Quién se las dejó probar?
Volvamos a esas madres, principalmente, que abusan del móvil durante la crianza. Durante esos primeros meses es habitual tener sensación de aislamiento y el móvil puede ser un recurso para evitarlo. ¿Se tiene este factor en cuenta?
Es verdad que en el momento en que acabas de ser madre te interesa estar muy conectada con otras madres: para muchas, las redes sociales se han convertido en salvavidas y, también, en fuente de información. Pero el mensaje aquí no es eliminar las pantallas o los dispositivos digitales, sino saber racionalizar el uso, porque aquellas cosas que antes te distraían, como era estar pendiente de series o de redes sociales, te están robando el tiempo que ahora necesitas para descansar y para estar en atención plena para tu niño. Pero hemos caído en los brazos de los algoritmos, que nos roban tiempo y atención para cuidar de los hijos.
La mirada, clave para el aprendizaje
A Anna, madre de un feliz bebé de nueve meses, le preocupa la exposición de su hijo a las pantallas pero, también, el uso que ella y su marido hacen de ellas. “Me informo mucho por internet sobre temas de crianza pero, como padres, intentamos utilizar el móvil cuando no tenemos que estar pendientes del niño”, dice. Cree que están “controlando bastante” el uso del aparato: “Porque sí veo personas muy pendientes del móvil mientras el niño grita, reclamando atención”, describe.
Este cuadro: madres o padres absortos con el teléfono mientras la criatura se desgañita, también lo percibe la psicóloga y activista por los derechos de la infancia Heike Freire. Coincide con Anna Ramis en que las pantallas pueden obstaculizar un buen vínculo: “Aquí hay dos factores clave: una es que el bebé no solamente necesita alimento y contacto físico: también se nutre de conexión psíquica”. El segundo factor, dice: “Es el aprendizaje en espejo: los humanos crecemos en los ojos del otro. A través del rostro de quien nos cuida descubrimos el miedo, la alegría, la tristeza…” La mirada y la gestualidad son fundamentales para el aprendizaje de las emociones y la construcción del vínculo. Si una pantalla se interpone, ambos serán más difíciles de establecer.
¿Por qué cuidar a un niño pequeño nos parece aburrido? Creo que hemos caído en la idea de que estar “sin hacer nada” es malo y… no lo soportamos
Puede sonar un sacrilegio pero, a veces, cuidar de un bebé también puede ser tedioso. De nuevo: ¿No es normal que, si hay una pantalla, se acuda a ella?
La respuesta aquí es: ¿por qué cuidar a un niño pequeño nos parece aburrido? Creo que hemos caído en la idea de que estar “sin hacer nada” es malo y… no lo soportamos. La mayoría de la gente más joven, las personas que ahora son madres y padres, llevan impreso en sus circuitos que “no hacer nada” es perder el tiempo. Yo propongo recuperar esa sensación de estar con el bebé en brazos, sin hacer nada, precisamente. Que el bebé se duerma y que tú también te puedas dormir… ¡Es un momento precioso! Pero va en contra de este mensaje que se ha infiltrado. Nosotros proponemos dar elementos para ser conscientes de qué es lo que te roba más tiempo y cómo puedes revertirlo.
Esta excesiva atención al móvil por parte de los adultos sigue cuando los hijos crecen: recuerdo una noticia de la BBC sobre la redacción de un escolar de siete años, que escribía: “Odio el móvil de mi madre, ojalá no tuviera uno”.
Sí, pasa en todas las edades. Eso que llaman el “ningufoneo” o “phubbing” —el ignorar a causa del smartphone—, también lo hacemos entre adultos: a mí me sienta mal comer con alguien que esté más pendiente del móvil que de mí, aunque, como adulta, le puedo llamar la atención. Pero con los niños eso más difícil. Y si además quien le ignora es el adulto que le tiene que cuidar, es mucho más grave: se está lesionando una relación de confianza. Para mí es sintomático que el concepto de “niños de alta demanda” surja en paralelo al incremento del uso de dispositivos digitales: es normal que los niños y niñas hoy demanden más atención, porque socialmente les estamos prestando mucha menos.
Quizás lo positivo de este problema es que, a diferencia de otras adicciones, no es tan difícil desenganchase del móvil, por lo menos a nivel físico. ¿Es así?
Lo que más engancha son las redes sociales, que tienen muchas cosas buenas, pero son tremendamente adictivas. Creo que lo importante es darse cuenta de cómo las pantallas nos roban tiempo y buscar maneras de evitar estas distracciones. He abierto una encuesta entre madres (en castellano y catalán). La idea es crear grupos de apoyo, como se hace cuando dejas de fumar. La campaña no solo quiere generar conciencia, sino ofrecer estrategias concretas y transformar hábitos. Pequeños cambios operativos, tan sencillos como reducir en mi smartphone los minutos —o las horas—, en los que tendré abierto TikTok… No estamos pidiendo ser superheroínas para vencer a los algoritmos; se trata de racionalizar el uso de los dispositivos.