Ni muy pronto ni demasiado tarde: ¿cuándo decir “te quiero”?
Relaciones
Decir ‘te quiero’ demasiado pronto asusta, y demasiado tarde decepciona. ¿Existe el momento perfecto? “No se trata de decirlo porque ‘toca’, sino cuando apetece y es verdad, sin que el miedo nos ahogue la voz”

Un ‘te quiero’ significa proyectar un futuro y una relación necesita dirigirse hacia un lugar y superar diferentes etapas
Los seriéfilos conocen el término “hacer un Ted Mosby”. En el capítulo piloto de Cómo conocí a vuestra madre, el susodicho personaje tiene una primera cita con otra de las protagonistas, Robin Scherbatsky. La tensión sexual no resuelta que caracteriza este tipo de comedias desemboca en tensión sin ambages y con pátina de humillación cuando Ted Mosby le suelta un “te quiero”. Ella responde con un “¿qué?”, acompañado de una mueca de horror.
“No es una escena de ficción. Sucede a menudo en la vida real. Lo que realmente choca es cuando no ha habido suficiente tiempo para conocer a la otra persona. En esos casos me encuentro, en la práctica clínica, con que muchas mujeres desconfían de la veracidad de las palabras si no hay una relación más consolidada”, desvela la doctora Francisca Molero, sexóloga clínica en el centro Máxima Barcelona.
Las cartas sobre la mesa
Dos reacciones muy diferentes
La persona destinataria del “te quiero” precoz puede presentar dos reacciones casi opuestas: la desconfianza a la que refería Molero, el “¡Ya! Eso se lo dirá a todas/os”; y, en el espectro opuesto, el miedo al compromiso, el temor a que los esos dos vocablos conjuren una exigencia improcedente.
¿Por qué nos asusta que nos quieran y, sobre todo, que nos lo comuniquen? La respuesta la da la sexóloga Sigrid Cervera experta en crecimiento de pareja y responsable del Departamento de Educación del Museo de la Erótica de Barcelona (MEB). “Decir ‘te quiero’ es una declaración de apertura que expresa profundidad. Es decir: ‘estás ocupando un lugar en mí’. Puede suceder que, cuando el vínculo aún no ha tenido tiempo de consolidar entendimientos, ritmos y expectativas, el otro lo reciba como una precipitación de intimidad. Puede vivirlo como una aceleración de la relación, como demanda o exigencia. Y no es porque el amor asuste en sí mismo, sino porque a veces podemos sentirnos empujados a ocupar y dar un lugar para el que todavía no hemos hecho espacio. Además, ser querido significa ser visto y no siempre estamos preparados para que el otro vea nuestra fragilidad”.
Las especialistas consultadas destacan que decir “te quiero” es una expresión lícita y sincera, no es pecado ni mortal ni venial y, desde luego, no debe provocar sentimientos de culpa en quien la verbaliza. Cervera señala que no hay que “hablar de errores al expresar lo que uno siente. Sí podemos optar por matizar el sentido de ese ‘te quiero’: quizá no era una declaración de proyecto vital, pero sí una forma de decir ‘estoy muy bien contigo’ o ‘quiero seguir conociéndote’. Si lo creemos necesario, explicarnos con otras palabras puede desactivar la presión sobre el otro y mostrarle que puede recibirlo sin sentir demanda u obligación de corresponder inmediatamente”, puntualiza Cervera.
Pero en el momento en el que las dos mágicas palabras hacen su aparición hay una declaración de intenciones y a la persona “querida” le tocará mover ficha. “Deberá manifestar que necesita más tiempo o que no está buscando un compromiso”, comenta Molero.
¡Decir ‘te quiero’ es una declaración de apertura que expresa profundidad. Es decir: ‘estás ocupando un lugar en mí’

Eso no deja de ser saludable para la relación, porque esperar a que los dos pronuncien al “te quiero” al unísono es como valorar la intimidad por un clímax simultáneo: una utopía. Molero añade una verdad en el mundo del enamoramiento: “Es difícil que dos personas sientan el ‘te quiero’ al mismo tiempo”. Este delay hace que cuando uno pronuncie las dos palabras, algo cambie y, eso, en un principio, es positivo, sea cual fuera el escenario resultante pues cada cual sabrá ahora a qué atenerse.
Tener los sentidos “nublados” nos suelta la lengua. Como se suele decir in vino veritas (en el vino está la verdad), pero esa certeza se vuelve relativa cuando flota entre efluvios alcohólicos. Un “te quiero” entrecortado por la ebriedad no causa, habitualmente, el mismo seísmo que cuando se pronuncia en sobriedad. “Es algo que tenemos interiorizado, entendemos que todos nos desinhibimos con el alcohol”, asegura Molero.
Y no solo con el alcohol. Una sesión de sexo gratificante dispara un estado de ánimo y una química neuronal en el que la parte emocional fluye sin tantas cortapisas. Ahí también puede escaparse un “te quiero” de menor calibre.
Factores atenuantes
Cuando el “te quiero” no llega
Mientras la atención se centra en esa supuesta “plancha” que acarrea acelerar la declaración, retrasarla abre un debate más profundo. Y en algunos casos una herida. Tacañear las dos palabras se cobra un precio, porque el tiempo pasa y los “amigos con derecho a roce” que llevan meses o años suspendidos en ese limbo tendrán que tocar tierra. “Un ‘te quiero’ significa proyectar un futuro y una relación necesita dirigirse hacia un lugar y superar diferentes etapas. Si dos personas comparten un vínculo amoroso y no van pasando estas etapas, la relación muere. Muchas parejas, en consulta, se quejan de que ‘lo nuestro ya no es como al principio’ y yo siempre respondo que si fuera como al principio, ya no estarían juntos”, asevera Molero.
Etapas. Una tras otra que empiezan con ese pistoletazo de salida que es el “te quiero”. Palabras que se pueden atragantar por múltiples razones provocando una molesta indigestión. “Si no decimos ‘te quiero’ por miedo a exponernos, esto puede llevarnos a una relación en la que no seamos del todo transparentes al otro, y esa opacidad puede dar lugar a malentendidos, inseguridad o distancia. No se trata de decir ‘te quiero’ porque ‘toca’, sino de decirlo cuando apetece y es verdad sin que el miedo nos ahogue la voz”, propone Cervera.
El tiempo es relativo
¿Cuándo es pronto y cuándo es tarde? Esa pregunta depende de tantas variantes que resulta prácticamente imposible de responder. Las experiencias previas, el carácter más o menos introvertido o extrovertido, lo que aprendimos en la infancia, las expectativas, el momento vital, la forma de demostrar los sentimientos de cada cual… Muchas variantes en una fórmula que nunca será exacta.
Según Cervera, “no existe un mejor momento universal para decir ‘te quiero’ porque las relaciones no se construye con un cronómetro que vale para todos, sino en base a la historia de vida de cada cual. Si el amor describiera un momento, sería ese en el que la vida del otro ha entrado a formar parte de la propia. Cuando advierto que la otra persona ha adquirido una presencia íntima dentro de mi proyecto vital, cuando te empiezo a mirar desde dentro de mi propia vida. Cuando esa persona es ya insustituible. Ese es el momento”.


