Francia, queso; Italia, pizza, ¿Portugal? Cuando pensamos en Portugal, el pastel de nata es una de las primeras asociaciones que viene a la mente. Nacido en conventos de Lisboa, es la joya de la corona de la repostería portuguesa. Pero ninguna corona brilla con una sola piedra preciosa: sus pequeños diamantes están repartidos por todo el país. Con solo tres ingredientes esenciales —huevos, azúcar y harina— los portugueses han logrado crear una gran variedad de dulces, cada uno con su propia historia, forma y tradición.
Ahora ya no nos sorprende que el huevo sea la base de decenas de recetas de dulces, pero no es casualidad. En los siglos XVIII y XIX, Portugal fue uno de los mayores productores de huevos de Europa. Las claras se usaban para clarificar el vino blanco (algo que todavía se hace hoy) y planchar la ropa. Como solo se usaba esta parte del huevo, sobraban muchísimas yemas. En los conventos, donde se almacenaban muchos de estos huevos, las monjas comenzaron a crear dulces para evitar el desperdicio. Así nacen las recetas más populares de la pastelería portuguesa.

Ovos moles
La Confeitaria Peixinho
En la desembocadura del río Vouga se encuentra una ciudad conocida como “la Venecia de Portugal” por sus canales y coloridos barcos. Allí nacieron los ovos moles, un dulce elaborado con yemas de huevo, azúcar y agua. La receta se ha mantenido viva gracias a las mujeres que la heredaron de las monjas. Hoy los ovos moles se presentan en formas de conchas, caracoles o peces. Además, los puedes encontrar presentados en pequeños barriles, un guiño a los moliceiros, las embarcaciones tradicionales que antaño transportaban algas secas desde la laguna. En pleno centro de la ciudad, se pueden probar en la Confeitaria Peixinho, abierta desde 1856. Es la casa más antigua especializada en estos dulces que permanece fiel a su receta original.

Pão de ló
La fábrica de Margaride
No sería exagerado decir que cada familia portuguesa tiene su receta favorita de este dulce, siempre presente en las grandes celebraciones. Se encuentra por todo el país, aunque es más común en el norte. Hay tantas versiones locales que muchas tienen nombres propios. En el norte de Portugal destacan variedades como pão de ló de Ovar, muy húmedo por dentro, el de Margaride (un poco más seco), el de Vizela (también llamado bolinhol, con glaseado). Además, se dice que este dulce cruzó mares a bordo de barcos portugueses y llegó hasta Japón, donde inspiró el popular bizcocho kasutera. Hoy puedes encontrar pão de ló en cualquier pastelería, pero si quieres probar la versión que conquistó a la realeza, ve a la Fábrica de Margaride, con más de 300 años de historia, que fue proveedora oficial de la Casa Real.

Bolas de Berlim
La Pastelaria Manuel Natário
Bolas de Berlim, cerveza y Coca-Cola: los tres clásicos de un día de playa en Portugal. Una masa dulce y esponjosa, rellena de crema, en España se conoce como berlinesa. Las bolas de Berlim llegaron a las vitrinas de las pastelerías lusas durante la Segunda Guerra Mundial, de la mano de refugiados judíos que huían del régimen nazi. Muchos de ellos estuvieron de paso en Lisboa y Oporto esperando papeles para emigrar a América. Algunos encontraron empleo temporal en panaderías y pastelerías, aportando recetas tradicionales de su tierra. Los pasteleros portugueses pronto adoptaron la idea y le dieron un giro local: cambiaron el relleno original –mermelada o crema pastelera– por su emblemática crema de huevo. Más allá de las playas, la Pastelaria Manuel Natário, en Viana do Castelo, es una parada obligatoria para probar las bolas de Berlim – lleva más de 85 años perfeccionando este dulce.

El Pastel de Tentúgal
El obrador de Maria Helena Soares y A Pousadinha
El Pastel de Tentúgal, como muchas recetas tradicionales portuguesas, nació entre los muros de un convento. Está hecho con una masa finísima, similar a filo, y un relleno cremoso de yema de huevo y almendra. Su popularidad creció rápidamente: según cuentan, fueron los estudiantes de Coimbra –la ciudad universitaria por excelencia, situada cerca de Tentúgal– quienes llevaron estos dulces a sus hogares durante las vacaciones, ayudando así a expandir su fama por todo el país. Unos de los lugares donde se elaboran de forma más auténtica son el obrador de Maria Helena Soares, que desde 1974 mantiene viva esta tradición pastelera, y A Pousadinha, lugar preferido de los autóctonos.

Travesseiros de Sintra
La Casa Piriquita
Sintra, una ciudad coqueta y pintoresca situada en pleno parque natural, es conocida no solo por sus castillos y palacios, sino también por sus famosos travesseiros. El nombre, que en portugués significa “almohadas”, hace alusión tanto a su forma rectangular como a su esponjosidad. Ligeros y crujientes por fuera, suaves y delicados por dentro, estos dulces nacieron en los años 40 en la panadería Casa Piriquita. Fue entonces cuando Constança Luísa, hija de los fundadores, descubrió una antigua receta en un libro familiar y decidió darle una oportunidad. El resultado fue tan delicioso que pronto se convirtió en el distintivo de la pastelería. Hoy, cinco generaciones después, la receta sigue siendo un secreto bien guardado de la familia, y Casa Piriquita continúa atrayendo a miles de turistas que visitan Sintra cada año.

Cornucopias
La pastelería Alcôa
Las cornucopias deben su nombre y forma al antiguo símbolo del cuerno de la abundancia, asociado tradicionalmente con la prosperidad y la fertilidad, y tienen raíces conventuales. A pesar de compartir los ingredientes principales, estos dulces varían según la región y el obrador: algunas tienen una textura esponjosa, otras son más firmes o presentan un acabado caramelizado. La pastelería Alcôa, situada justo frente al imponente Monasterio de Alcobaça, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es famosa por sus cornucopias y también por su premiado pastel de nata, considerado uno de los mejores de Portugal.

Toucinho do Céu
La Confeitaria do Bolhão
Que el nombre no te engañe: el toucinho do céu portugués no es el mismo que el tocino de cielo español. A simple vista, incluso puede confundirse con una tarta de Santiago: compacto, dorado, con almendra molida en la masa. Pero basta un bocado para notar la diferencia: dentro esconde cabello de ángel. En Oporto puedes probarlo en la Confeitaria do Bolhão, un lugar con más de un siglo de historia en pleno centro de la ciudad. Fundada para ofrecer desayunos a los clientes del mercado de Bolhão, la pastelería ha conservado su decoración original y sigue horneando sus propios pasteles y pan a lo largo del día.

Pastel de nata
La fábrica de pastéis de Belém y la Confeitaria Nacional
Es imposible hablar de la repostería portuguesa sin mencionar su dulce más emblemático. Con casi 200 años de historia y originario de una zona de Lisboa, Belém, el pastel de nata se ha extendido por todo el país y se puede encontrar hoy en día en casi cualquier cafetería por pequeña que sea. Es por eso que mucha gente lo conoce como pastel de Belém, aunque, en realidad, solo se puede encontrar con bajo nombre en la famosa Fábrica de Pastéis de Belém, donde siempre hay largas colas. En cualquier otro lugar se le llama pastel de nata, que, aunque puede variar según la región, siempre mantiene una base similar. Si no te importa probarlos fuera su cuna, echa un vistazo a la Confeitaria Nacional, una de las más antiguas de Lisboa. Abierta desde 1829, la lleva la misma familia desde su fundación. También fue aquí donde se instalaron los primeros teléfonos, que conectaban la fábrica con la confitería. El teléfono original todavía está allí, aunque ya no está en uso.