En un mundo dividido por fronteras, las similitudes nos unen. Una cultura parecida, los retos comunes, una historia compartida y una actitud afín ante la vida ayudan a saltar esos muros (reales o metafóricos) que creemos que separan nuestra identidad de la de nuestros vecinos. En el Mediterráneo nos baña una misma gran masa de agua que atempera y trae vientos que son para todos el mismo, y eso, junto a muchos otros factores que se han explorado en el primer Simposio de Vinos Mediterráneos, organizado por la bodega Perelada en su Castillo de Perelada, nos iguala en cierta manera en lo que a viticultura se refiere.
La jornada, presentada por la periodista Ruth Troyano, que definía el simposio “como un tributo para entender mejor el futuro del Mediterráneo”, tuvo lugar ayer, 24 de marzo, arrancando en la iglesia del Carmen del Castillo de Perelada. Borja Suqué, actual propietario de la bodega, recordaba que fue justo debajo del suelo de la iglesia donde empezó la historia vinícola de la familia: allí, donde ahora reposan las baldosas blancas y negras de roques, motivo en el escudo de los Rocabertí, los antiguos vizcondes de Perelada, hubo un viñedo. Suqué embarcó a los participantes en un viaje por el Mediterráneo para el que sugirió una hoja de ruta: que se apasionaran por este mar tal y como Ulises lo había hecho.
Hay que pisar viñedo, ir a bodega, escuchar la gente que trabaja las uvas y los vinos con sus manos”
El simposio, estructurado en ponencias, catas y una zona en la que 21 productores, desde España (Victoria Ordóñez, Gutiérrez de la Vega, Casa Gran de Siurana, Perelada y 4Kilos) hasta Turquía (Corvus), pasando por Francia (Mas Amiel, Châteu du Pibarnon), Italia (Petra, Masseria Li Veli, San Salvatore 1988, Planeta), Croacia (Zlatan Otok), Grecia, tal vez el país que más atención está acaparando en los últimos años (Troupis Winery, Mikra Thira, Artemis Karamolegos, Lyrarakis), Eslovenia (Domaine Vicomte de Noüe–Marinic), el Líbano (Château Musar), Chipre (Vouni Panayia) y Marruecos (Château Roslane), daban a probar sus vinos con el objetivo de que los allí presentes entendieran las complejidades de la viticultura mediterránea.
La conferencia del sumiller Josep Roca, de El Celler de Can Roca (Girona) dirimió sobre la asociación estereotípica de los vinos mediterráneos con la madurez, el gran cuerpo y la profundidad por provenir de uvas cultivadas bajo un sol potente. “Los paisajes deben ser interpretados para hacer un vino. Provocar una recolección temprana en exceso para conseguir tensión y ligereza táctil desnaturaliza el vino desde el gesto: no se ha dejado vivir a esta uva su ciclo debido y esto me parece más intervencionista que cuando añadimos otros elementos a la vinificación”. Tensión, sí, inmadurez, no, siempre buscando rigor en la expresión de una identidad, resumía Roca. El sumiller apostaba también por un acercamiento menos academicista al vino: “hay que pisar viñedo, ir a bodega, escuchar la gente que trabaja las uvas y los vinos con sus manos”.

Algunos de los ponentes del primer Simposio de Vinos Mediterráneos
Tal y como recordaba Suqué, el poeta Joan Maragall dijo que vivir en el Mediterráneo es vivir en la luz, y el Master of Wine británico, David Allen, afincado en Nueva Zelanda, trató de observar esta área desde la claridad que otorga ser foráneo. De forma inconsciente, contaba, lo mediterráneo en los vinos no suele ser directamente positivo: mucho cuerpo y calidez son atributos que se ligan a los países afectados climatológicamente por las altas temperaturas. Sin embargo, tratando de hallar atributos en común, Allen reflexionaba que lo mediterráneo no es tan solo una ubicación, ya que dentro de esta zona se elaboran vinos de rasgos continentales, como Barolo o Barbaresco. “Lo mediterráneo es un estado mental”, concluía, y afinaba en su definición: “son vinos generosos, con un alto potencial de ser bebidos fácilmente (drinkability)”.
Con más de 30 vendimias a sus espaldas, el enólogo y director técnico de Perelada, Delfí Sanahuja, tenía claro desde el principio que el Mediterráneo es difícil de encasillar: “saldremos de aquí sin poder definir en una frase lo que es mediterráneo porque abarca muchas capas de quiénes somos”. Sin embargo, se atrevía a afirmar que nos une una cierta manera de pensar, ser y actuar. El enólogo se remontaba en la historia para explicar que el pasado viticultor de la zona está más presente que nunca: “La mayoría de bodegas estamos redescubriendo variedades ancestrales y también prácticas que hacían nuestros antiguos”.

Borja Suqué, propietario de Perelada, en la inauguración del Simposio de Vinos Mediterráneos
El rico mosaico de uvas mediterráneo se ponía en valor a tan solo unos metros del escenario y dentro de las mismas copas de la cata ofrecida por Sanahuja, brillaban las garnachas, la cariñena, la monastrell y la syrah, que son las que han demostrado excelencia en suelo del Alt Empordà, reflejando la intensidad, la fruta, el volumen en boca y el postgusto largo que se identifican con esta latitud. Fueron catados su EX EX 13 (2016), a base de garnacha gris, y de su Aires de Garbet (2020) 100% garnacha, del idílico paraje de Garbet, Garrigal Viñas Viejas (2023), de pura cariñena de viñas de 80 años y Efímer Monastrell (2022) monovarietal de monastrell, también de viñedos octogenarios. Para terminar, Sanahuja, en un mes especialmente lluvioso en el país, hacía hincapié en la importancia de la pluviometría en la zona, y explicaba pormenorizadamente los sistemas de irrigación de agua de depuradora que la bodega instaló hace más de 25 años.
El agua dio paso a los parlamentos de Maria Snoussi, geocientífica de la Universidad Mohammed V de Rabat especializada en áreas costeras, y Nathalie Ollat, ecofisióloga y experta en genómica de la viña en el Instituto de las Ciencias de la Viña y el Vino, en Burdeos, que hablarían de previsiones funestas. No es novedad: hace décadas que se sabe que la temperatura del planeta aumenta a causa de una sobreexplotación de los recursos y eso trae consecuencias que pueden poner en jaque la vida humana sobre la faz de la tierra y, por descontado, también la viticultura. “Nos dirigimos hacia la catástrofe: según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, tras superar el límite de calentamiento global por encima de 1.5 °C, estamos cada vez más próximos a la cifra de 2.7 °C”.

Nathalie Ollat, ecofisióloga y experta en genómica de la viña en el Instituto de las Ciencias de la Viña y el Vino, en Burdeos
Snoussi dijo que la red de expertos en clima mediterráneo MEDECC advierten de que la temperatura del mar Mediterráneo está aumentando más que la de otros mares y que el pronóstico en la zona, de seguir por este camino, llevará al incremento de su nivel entre 37 y 90 cm en 2100. Asimismo, disminuirán las precipitaciones en el sur de Europa entre un 20 y un 50%. La tierra quemada a consecuencia de los incendios, cada vez más frecuentes, aumentaría hasta un 40% y 180 millones de personas podrían sufrir escasez de agua. “Si se cumplen las proyecciones y la temperatura aumenta entre 4 y 6 grados, los viñedos ya no podrán crecer aquí y se trasladarán 1.000 km más al norte”.
Desde la mítica bodega libanesa, Château Musar, su director general, Gaston Hochar ofrecía un repaso a través de la historia de cómo las civilizaciones antiguas se han enlazado, en lo comercial y en lo cultural, a través de la producción y el consumo de vino. A su vez, la arqueóloga y sumiller, Romina Ribera, CEO de Glops d’Història, un proyecto de difusión del patrimonio vínico catalán, aportaba los datos fundamentales sobre la tradición vitivinícola ampurdanesa.

El Master of Wine británico David Allen
En la sala de catas, el Master of Wine Yiannis Karasakis, fundador de 50 Great Greek Wines ofrecía una masterclass sobre lo que considera el renacimiento del vino griego, en boga en nuestro país, donde la assirtiko y la xinomavro cada vez se leen más en las cartas de vino. Le sucedían Joan Gené, director general del Institut Català de la Vinya i el Vi, i la sumiller y periodista Sílvia Culell, cuya cata se centró en los Vinos de Finca Calificada, en los que se deposita el máximo esfuerzo para hacer de cada botella el súmmum de la excelencia. Victoria Ordóñez, de la bodega malagueña que lleva su propio nombre, recorrió el Mediterráneo a través de sus principales variedades y Gabrielle Gorelli, primer Master of Wine italiano, demostró cómo los vinos italianos también pueden ofrecer un frescor, acidez y verticalidad inesperados. Toni Gerez, maître del Restaurant Castell de Perelada, impartió una cata de quesos mediterráneos y Juancho Asenjo, director del comité técnico del Simposio, se remontó hasta la antigua Grecia y el Imperio Bizantino para seguir los pasos de la malvasía, “una uva críptica cuyo nombre encierra varias formas de elaboración”.
La clausura del certamen tuvo lugar con un anuncio: el Simposio de Vinos Mediterráneos ha llegado para quedarse, pero no en el mismo sitio. El año que viene, la bodega italiana Petra, acogerá su segunda edición bajo el sol de La Toscana.