¿Quién inventó el sacacorchos?

Historia 

¿Y quién le puso el corcho a la botella de vino? Historia del sacacorchos, un imprescindible que genera situaciones imposibles cuando falta

Dime cómo se llama el vino que te gusta y te diré en qué año naciste

La primera patente del sacacorchos cumple 230 años y se la debemos al religioso y escritor Samuel Henshall

La primera patente del sacacorchos cumple 230 años y se la debemos al religioso y escritor Samuel Henshall

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Centenares de vídeos reproducen varias formas, a cada cual más rocambolesca, de abrir un vino sin sacacorchos: aporreando la botella vestida con un zapato contra una pared, calentando su cuello con una plancha de pelo para generar un vacío, empujando el corcho hacia adentro e introduciendo una bolsa para sorber aire y hacer lo que parece un truco de magia… 

Son remedios arriesgados e incluso peligrosos, tanto para el que los ejecuta como para la propia botella, pero el peligro no parece tal si se trata de calmar esa ansia producida cuando entre nuestras manos hay una botella de vino que queríamos abrir y no tenemos cómo. Y es entonces cuando nos acordamos de los sacacorchos, tan olvidados y tan echados de menos en momentos de necesidad.

Según 'The Oxford Companion to Wine de Jancis Robinson'

La primera vez que se referencia el sacacorchos es en 1681: su forma derivaba de un artilugio similar a una barrena

La primera patente del sacacorchos cumple 230 años y se la debemos al religioso y escritor Samuel Henshall en la Inglaterra 1795, que adaptó una barrena de carpintería con una pequeña diferencia que cambiaba su mecánica: una pieza que actuaba como tope y que permitía tanto evitar perforar en exceso el corcho como hacer algo de palanca para extraerlo.

Sin embargo, la invención es todavía anterior. Según The Oxford Companion to Wine de Jancis Robinson (Oxford University Press, 2015), la primera vez que se referencia el sacacorchos es en 1681 y su forma derivaba de un artilugio, también similar a una barrena, con su punzón en forma de hélice, con el que se limpiaban las cargas sin usar de un tipo de fusil empleado a mitad del siglo XVII llamado mosquete. Por lo tanto, según Robinson, “es probable que el sacacorchos sea de origen inglés, dada la importancia cultural en el país de la cerveza y la sidra, y la necesidad de sellar con corcho las botellas que las contienen”.

El sacacorchos de Henshall

El sacacorchos de Samuel Henshall

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La necesidad de la invención del sacacorchos vino motivada por un cambio importante: en el siglo XVIII, la tecnología avanzó lo suficiente como para permitir la producción en serie de recipientes de cristal a través de moldes que unificarían su tamaño, forma y capacidad. Anteriormente, el vino se había almacenado en botellas de cristal cuyos cuellos podían variar en diámetro en sus distintos tramos, por lo que se empleaban corchos cónicos que podían adaptarse a dichas variaciones. Al conseguir una botella con un cuello uniforme, el tapón de corcho podía introducirse por completo, mejorando la conservación del líquido en su interior, evitando fugas y entrada de aire, así como permitiendo mayor eficacia en su almacenaje: los vinos pudieron empezar a guardarse y transportarse en horizontal y, por ello, en volúmenes mayores.

“Los sacacorchos se hicieron indispensables en el siglo XVIII cuando el vino se empezó a embotellar en botellas hechas con molde y con corchos estandarizados”, explica Alton Brown en Gear For Your Kitchen (Tabori & Chang, 2008). Al introducir todo el corcho en el cuello de la botella se generaba una solución, pero también una necesidad: la extracción del corcho se complicaba mucho más y requería de una herramienta apta para la tarea.

El sacacorchos de dos alas, inventado y patentado por el británico William Burton Baker en 1880

El sacacorchos de dos alas, inventado y patentado por el británico William Burton Baker en 1880

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El sacacorchos con doble ala de Domenico Rosati

El sacacorchos con doble ala de Domenico Rosati

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Desde entonces, los sacacorchos fueron evolucionando. De aquella barrena armada con una pieza de manera para permitir un buen agarre nació el sacacorchos de dos alas, inventado y patentado por el británico William Burton Baker en 1880. De forma similar, Domenico Rosati, un bartender italiano que migró para trabajar en Chicago antes de la prohibición, diseñó un sacacorchos todavía vigente, en 1928, cuyos descendientes fabrican en Venecia, con su doble ala característica y una apariencia sólida y contundente.

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Por aquella época, también un español probó suerte en la búsqueda para crear el sacacorchos perfecto: el diseñador industrial vasco David Olañeta, parte de la empresa B.O.J. que había fundado su padre en Éibar, en 1905, junto con otros dos socios (Barrenechea, Olañeta y Juaristi) y que hoy todavía opera, dio con una curiosa silueta de búho que contenía solución al descorche que se sigue fabricando.

Alemania también lo intentó y su sacacorchos de 1882 es hoy el preferido por los sumilleres. Llamado en inglés wine key por la similitud fonética con el apellido de su inventor, Karl Wienke, este es el sacacorchos con forma de navaja que al desplegarse revela una barrena y una parte metálica con la que apalancar la botella. También el alemán Herbet Allen quiso aportar su visión del sacacorchos al mercado y rodeó la barrena metálica de dos piezas plásticas con las que poder sujetar el cuello de la botella y estirar el corcho.

El sacacorchos con forma de buho del diseñador industrial vasco David Olañeta

El sacacorchos con forma de buho del diseñador industrial vasco David Olañeta

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Ilustración de distintos sacacorchos

Ilustración de distintos sacacorchos

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El paso de los años ha ido mitificando algunas marcas de sacacorchos, como Peugot, Laguiole o Pulltex, y aportando otras fórmulas al mercado, como distintos tipos de sacacorchos eléctricos o, incluso, sistemas que permiten llegar hasta el vino sin descorcharlo, como Coravin. The Weekly Screw recopila docenas de sacacorchos de todo tipo para deleite del curioso que no hacen más que darle la razón a David de Haan, que en 1977 escribía: “La variedad de formas de sacacorchos y abridores de botellas es un poco desconcertante y muchos de los diseños más raros ni siquiera se reconocerían hoy si no fuera porque los catálogos nos lo dicen” (Gadgets & Appliances c.1860 to 1930. Blandford Press, 1977).

Tal y como dice Robinson, “ningún sacacorchos ha demostrado ser infalible” y pone como ejemplo esas viejas botellas de vino de Oporto, cuyos corchos sufren especialmente el paso del tiempo por la particular forma de su botella, y para los que se requiere otro tipo de sacacorchos, el de lamas, y una buena dosis heroica de mano derecha para evitar que el tapón se desplome al menor contacto como una madalena que ha sido olvidada demasiado tiempo en el café con leche. 

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