Una cata de vinos en un museo: esta bodega de Lleida contiene 20 obras de arte de grandes artistas y esculturas en pleno viñedo

Enoturismo

La bodega Mas Blanch i Jové, en La Pobla de Cérvoles, expone más de 20 obras de arte de gran formato en plena naturaleza

La familia Jové Balasch recibe miles de visitas cada año en este pueblecito de Les Garrigues; el museo al aire libre se puede visitar como parte de las experiencias de la bodega

Amigos disfrutando de una cata de vinos.

Amigos disfrutando de una cata de vinos. 

iStock

El proyecto se llama La Vinya dels Artistes. Entre viñas y olivos hay cerca de 20 obras de gran formato, que se pueden observar en un circuito marcado. Gracias a un código QR que se descarga en la bodega se pueden conocer los detalles de cada obra y de cada artista: Joan Brossa, Eva Lootz, Antoni Llena, Assumpció Mateu, Carles Santos… y, sobre todo, Josep Guinovart. ¿Cómo una familia de “orígenes humildes” ha conseguido en menos de 20 años reunir esta colección de arte? ¿Cómo un herrero y su familia han enamorado a grandes artistas con su hospitalidad y su amor?

Joan Jové y Sara Balasch son, ante todo, trabajadores. En 2025, la Generalitat les otorgó la Placa al Treball President Macià en reconocimiento al trabajo de toda una vida (50 años) de las Indústries Jové Balasch, en la categoría de Responsabilidad empresarial. “Como nosotros hay miles y miles que hacen lo mismo en silencio”, opina Joan Jové, que defiende que todo mérito es compartido con su esposa Sara Balasch. “Si yo he puesto las manos, mi compañera ha puesto el corazón, la cabeza y lo que hiciera falta” asegura.

Sara Balasch nació en una masía a las afueras de La Donzell d’Urgell. Era la pequeña de cuatro hermanos. “Andábamos una hora para llegar a la escuela”, recuerda. Su familia cosechaba la variedad de uva Trobat, casi extinta hace unos años. Aún hoy, cuando prueba el vino que se elabora de esta variedad recuperada en su bodega, siente que “estoy comiendo las uvas de mi infancia”. La familia de Joan Jové también eran campesinos. Aprendió a leer y a escribir con 7 años, porque antes ayudaba en casa.

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Sara y Joan eran cabalers, hijos con hermanos mayores que heredarían las tierras de sus padres. Tenían que buscarse la vida. Joan fue a Agramunt a aprender un oficio. Llamó a las puertas del mecánico, el electricista y el carpintero. Pero fue el herrero quien le acogió como aprendiz. “El herrero de corte artesano —recuerda Joan— es arte aplicado al hierro”. Allí aprendió la vocación que unos años más tarde sería clave para la viabilidad de La Vinya dels Artistes.

En 1975, Joan y Sara abrieron una pequeña herrería en un local de 48 m² en Agramunt. 50 años después, las instalaciones ocupan una superficie de 12.500 m². Sara, que había dejado los estudios a los 14 años, hizo un curso de contabilidad por correspondencia. Durante muchos años llevó ella sola las cuentas de una industria con decenas de trabajadores. Su hija, Sara Jové, opina que “todo lo que han hecho mis padres es fruto del trabajo y el atrevimiento. Son de arremangarse, de hacer, y si no lo saben, lo preguntan”.

Todo lo que han hecho mis padres es fruto del trabajo y el atrevimiento; son de arremangarse, de hacer, y si no lo saben, lo preguntan

Sara Jové
Cap de Bou, de Joan Brossa.

Cap de Bou, de Joan Brossa. 

Cedida

Joan y Sara son un equilibrio entre currantes y soñadores, entre modestia y locura, entre trabajo y hospitalidad. Esta personalidad auténtica los ha llevado no solo a tratar con grandes artistas de los últimos años, sino a intimar con ellos. A ser mucho más que unos mecenas: a ser sus amigos. Y todo empezó con el genial pintor Josep Guinovart.

“Nos hicimos amigos con Guino —recuerda Sara Balasch— porque ambos habíamos pasado una parte de la infancia cerca del Bosc del Siscar”. El sueño de la pequeña Sara siempre había sido tener “una cabañita en el bosque”. Y así es como, en 1998, con el negocio de los hierros ya consolidado, el matrimonio compró una finca de 300 hectáreas en La Pobla de Cérvoles. Allí adecentaron una cabañita de piedra e hicieron gala de su enorme hospitalidad en comidas entre amigos y artistas. En una de ellas, Guinovart, observando una finca de almendros colindante, les propone sembrarlas con obras de arte que dialoguen con el paisaje antiguo de La Pobla de Cérvoles. Guino nunca lo vería terminado.

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Su sueño fue una semilla. Al año de su muerte, en 2008, compraron la finca adyacente. Y en 2010, con la ayuda del compositor Carles Santos, inauguraron la primera obra de Guinovart: l’Òrgan de Camp. A día de hoy exponen más de 20 obras de artistas como Iago Pericot, Alba E. Peligero, Josep Vallverdú, Susana Solano, Evru o Cristina Mejías. Obras de gran formato que se alzan en el paisaje de Les Garrigues o en el interior de la preciosa bodega, diseñada a partir de una idea de Guinovart con el tesón de Joan Jové y su familia. Porque Joan es el artista invisible, aunque a él, esta palabra no le guste.

“Yo solo soy una muleta, un bastón, que acompaña al artista”, remarca Joan. Algunas de las obras expuestas solo eran bocetos, dibujos, ideas, hasta que Joan las transforma en realidad con sus manos: una amalgama de hierro, trabajo y amor. Sin el trabajo y la maestría de la familia hubiera sido económicamente imposible el sueño de Guinovart. Y con un punto de atrevimiento. Sara recuerda cuando fueron al estudio de Brossa. “Hermann Bonnín nos preguntó, ¿queréis poner una escultura de Brossa si no os conoce nadie y hacéis un vino que tampoco conoce nadie?”. Al cabo de unos días ya eran íntimos. Y cuando la hija de Hermann, la actriz Nausicaa Bonnín, tuvo a su primogénita la llamó Saó, el mismo nombre de los vinos de la bodega Mas Blanch i Jové.

Yo solo soy una muleta, un bastón, que acompaña al artista

Joan Jové
Emmarcant el Somni, de Assumpció Mateu.

Emmarcant el Somni, de Assumpció Mateu. 

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Puede que Saó lo explique todo. Saó (en castellano, ‘sazón’) es la riqueza de la tierra. “Mi abuelo decía ‘esta tierra tiene saó’”, recuerda Sara Jové. Saó es un homenaje a la lozanía en una tierra baldía, al oficio de campesino, a la vocación de artista. Saó es la sal de la tierra y la manera de ser que ha guiado a la familia, de padres a hijos.

Joan y Sara tienen 74 años y siguen trabajando cada día en Indústries Jové Balasch. Hay días que Joan llega antes del primer turno, a las 6:00. “El día que me cueste levantarme para ir a trabajar, lo dejo”. Sara Balasch guarda en secreto el festival que se prepara en Mas Blanch i Jové para el año que viene, el 20 aniversario de la fundación de la bodega y de su primer vino. Su hija Sara Jové, que estudió Derecho, trabaja en la bodega. Su hijo Joan, que vive en Londres, también colabora con ellos. “Nuestro éxito ha sido ser honrados y profesionales”, concluye Joan. Y sobretodo que nadie les llame artistas. Aunque lo sean.

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