“La cocina catalana es muy fina y precisa, en el Priorat hacía falta un vino diferente”: el alemán que dejó el marketing por amor al vino y que ha llegado al Olimpo internacional

Vinos

Hace 30 años Dominik A. Huber fue a una cata de vinos en Londres y se quedó prendado del Priorat; fue tanto su flechazo que, años después, se mudó a la zona y fundó la bodega Terroir al Límit, cuyos vinos han recibido reconocimiento internacional

Dominik A. Huber.

Dominik A. Huber. 

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Dominik A. Huber atiende la llamada desde Bali, en Indonesia. La mitad del año lo pasa viajando por el mundo, y la otra trabajando en su bodega, Terroir al Límit, en Torroja del Priorat. “Es un pueblo con 60 habitantes, la mayoría con más de 60 años”, admite Huber. ¿Cómo es vivir medio año en las grandes capitales del planeta y otro medio vendimiando serenamente cerca de la Cartuja de Escaladei? ¿Cómo un alemán, sin ningún vínculo familiar con la viticultura, consiguió que sus vinos obtuvieran algunos de los reconocimientos más prestigiosos de Catalunya y del mundo?

Todo empezó con un flechazo. Hace 30 años Huber fue a una cata de vinos en Londres y se quedó prendado del Priorat. Una comarca que en los años 90 pasó de ser la más pobre de Catalunya a asaltar el cielo en la lista de vinos más influyente del mundo: Wine Advocate, del norteamericano Robert Parker y Luís Gutiérrez en España.

En 1996, a través de su importador alemán, Huber consigue el contacto de la bodega Mas Martinet, el proyecto familiar de Josep Lluís Pérez y Montse Ovejero en Gratallops. Ambos son considerados parte de los Cinco Magníficos —con René Barbier, Daphne Glorian Salomon, Álvaro Palacios y Carles Pastrana—, viticultores y elaboradores visionarios que, a principios de los años 80, revolucionaron los vinos del Priorat.

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En aquel momento, Huber hizo las maletas para ir al Priorat. “Un stage de seis semanas durante la vendimia en la bodega Cims de Porrera con Josep Lluís Pérez, Adrià y Sara Pérez”. Aquella beca le cambiaría la vida. “Cuando conocí a esta familia fantástica me motivó mucho para entrar en el mundo del vino”. ¿Como un enamoramiento? “Sí, algo muy romántico. Inocente. El vino es una materia muy noble y muy bonita”, recuerda.

Por entonces el alemán estudiaba un máster en marketing en Madrid. Algunos fines de semana se escapaba al Priorat para seguir aprendiendo. El año 2000 lo pasó entero en la zona. Seguidamente, se fue a Sudáfrica, a la zona de Swartland (cerca de Ciudad del Cabo), donde trabajó codo con codo con el enólogo Eben Sadie. “Mi idea siempre ha sido de montar algo, yo soy muy emprendedor”, asegura Huber. Ambos fundaron un proyecto en el Priorat que resume una filosofía radical de respeto por la tierra, las viñas viejas y los vinos sinceros. La bautizaron como Terroir al Límit.

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Los primeros dos años elaboraron sus vinos en Cims de Porrera, amparados por la familia Pérez, hasta que en 2003 se trasladaron a Torroja. Su vino más icónico, Les Manyes, nació por una casualidad. Un día Sadie y Huber vieron pasar un tractor lleno de uvas acabadas de vendimiar. Era una garnacha azul, con aromas orientales y una gran estructura tánica, recuerda el enólogo. El tractorista les dio el nombre y el teléfono del propietario del viñedo, situado en Más Deu, en la parte alta de Escaladei. Era una viña muy antigua, plantada a 800 metros sobre el nivel del mar, con cepas muy viejas. Era la viña de Les Manyes. Hoy es una leyenda.

Casi 15 años después, el 30 de agosto de 2019, la revista Wine Advocate reconoció al vino tinto Les Manyes 2016 de Terroir al Límit con la máxima puntuación de la guía: 100 puntos sobre 100. Años antes, la prestigiosa Guia de Vins de Catalunya, de Jordi Alcover y Sílvia Naranjo, ya lo venían avisando: los blancos y tintos de Terroir al Límit cosecharían algunas de las más altas puntuaciones. Huber se había colocado ya en el Olimpo de la crítica internacional, aunque a él los premios no le quitaron el sueño.

La vida no me cambió después de obtener 100 puntos Parker, pero las ventas, sí

Dominik A. Huber

“La vida no me cambió después de obtener 100 puntos Parker —asegura Huber—, pero las ventas, sí”. Durante años la Guía Parker bendijo al Priorat con grandes y merecidas alabanzas. Pero también influyó profundamente en la elaboración de vinos al estilo Burdeos. Ahora esto empieza a cambiar.

“Somos la única bodega de la DOQ Priorat y la DO Montsant que no cría ningún vino en madera: ni barricas, ni fudres, ni nada desde el 2021”, sentencia Huber. Y el mundo parece haber asumido este cambio con los brazos abiertos. “No he recibido críticas, al contrario, todo el mundo está encantado”. Para Huber, que sigue de viaje por Asia, “lo que interesa del vino es el terroir, y esto se debe transmitir de la forma más limpia, precisa y pura en botella”. Que cada copa sea el reflejo del trabajo del viticultor.

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Dominik A. Hubert podando la viña.

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La filosofía de Terroir al Límit es la gastronomía. Una conclusión a la que se llega a través de los orígenes de Huber, que nada tienen que ver con el mundo del vino y sí con la buena mesa. Huber nació en una familia de carniceros, en un pueblo a unos 30 quilómetros de Múnich. “En mi familia siempre ha habido un gran amor por la gastronomía”. Aunque en los últimos 30 años ha dado un vuelco radical. “La cocina catalana es muy pura, fina, precisa, y limpia, y para esta gastronomía hace falta hacer un vino totalmente diferente del que se había hecho históricamente en el Priorat”.

Huber opina que el futuro es el vino elegante, fino, con expresión de terroir, con capa baja y poca o ninguna madera. “Los vinos deben ser mucho más gastronómicos, y España tiene un papel muy importante, porque no tiene el peso de Francia e Italia, pero tiene libertad artística para expresarse en una forma nueva, más auténtica”. El resumen es que “hay mucho viñedo viejo y mucha gente joven en España, y eso es una gran combinación para enseñar esta nueva cara del vino moderno al mundo”.

En España hay mucho viñedo viejo y mucha gente joven, y eso es una gran combinación para enseñar esta nueva cara del vino moderno al mundo

Dominik A. Huber

Así, el Priorat pasa de padre a hijos. De Josep Lluís Pérez a Sara y Adrià. Lo mismo con René, hijo de Isabelle Meyer y René Barbier. O Albert Costa, de Vall Llach, hijo de Enric Costa y ahijado de Lluís Llach. O Lola Palacios, hija de Álvaro Palacios. O Andreu, hijo de Esther Nin y Carles Ortiz de la bodega Nin Ortiz… y tantos otros ejemplos de mujeres y hombres que, junto con Tatjana Peceric, headwinemaker de las bodegas Terroir al Límit y Terroir Sense Fronteres, y su pareja Dominik A. Huber, son un nuevo Priorat. 

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