Una fruta roja, jugosa y perfectamente simétrica puede costar lo mismo que una cena para dos en un restaurante de lujo. Y no se trata de ninguna variedad nueva ni de un producto extravagante. Son fresas, pero no unas cualquiera.
Las hay que se presentan como joyas, encerradas en cajas acolchadas, vendidas como si fueran un capricho gourmet reservado solo para quienes pueden permitírselo. En primavera, cuando estas frutas inundan los puestos, hay quien se lanza a por las más caras solo por saber si merecen su precio.
Demasiado cara
El precio era desorbitado, pero estaban buenísimas
En uno de los grandes almacenes más exclusivos de Londres, el creador de contenido Carmie Sellito se topó con un paquete de fresas procedentes de Japón que no parecía tener nada de especial a simple vista. Lo único que llamaba la atención era la etiqueta: 180 libras, unos 215 euros. “Me he arruinado”, dijo el creador de contenido.
Esa cifra bastó para que no dudara en llevárselas. Su reacción se hizo viral en TikTok, no tanto por el gasto como por lo que ocurrió al probarlas. Con una gran sorpresa dijo entre lágrimas: “Estoy sin palabras. Ha sido el bocado más jugoso que he dado nunca. Creo que voy a llorar. No, estoy llorando”.
Sellito no es nuevo en esto de valorar productos alimentarios. Su canal está repleto de vídeos en los que pone a prueba alimentos de todo tipo. En esta ocasión, viajó hasta los lujosos almacenes Harrods, donde se venden estas fresas premium, cultivadas con técnicas específicas para garantizar un sabor único. Tras abrir el envase, confesó que tenían un aspecto inmejorable: “La verdad es que huelen espectacular y se ven muy bonitas. Son enormes, estoy superemocionado”.
A su lado, una amiga se mantenía algo escéptica. Pero al probar una, cambió por completo de opinión: “Madre mía. Están de muerte”, admitió. La degustación, grabada en vídeo, se convirtió en una especie de experimento gastronómico en el que el precio desorbitado se medía con el sabor intenso.
Entre los comentarios en redes sociales, muchos no se tomaron tan bien el gasto. “Y a mí me parece caro el paquete de tres euros”, escribió alguien. Otros, simplemente, no entendían por qué alguien pagaría tanto por fruta. Y quizá ahí está el encanto: en pagar lo impensable solo por averiguar si el lujo merece la pena.

