¿Son las uvas piwis el futuro de la viticultura o una falsa solución?

Resistentes a los hongos 

Al ser resistentes a hongos, estas variedades híbridas de vid podrían reducir los tratamientos fitosanitarios y generar beneficios ambientales y económicos, aunque no hay unanimidad en el sector

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Detalle de un viñedo cercano a la sede del Consejo Regulador De La Rioja, en Logroño, La Rioja, (España), a 9 de septiembre de 2020. Durante el día de hoy, el veedor del Consejo Regulador sobre vendimia 2020 en DOCa Rioja, Baltasar Marchán, ha acudido a los viñedos para realizar una recogida de muestras y ha atendido a los medios de comunicación.

Las piwis son el resultado de décadas de hibridación natural entre Vitis vinifera y otras especies que portan genes de resistencia

Alberto Ruiz - Europa Press / Europa Press

En la carrera hacia una viticultura más sostenible, las piwis se presentan como una de las grandes apuestas de futuro. Se trata de variedades generadas mediante hibridación natural, resistentes al mildiu y el oídio, dos hongos fitopatógenos que se desarrollan con gran facilidad cuando encuentran las condiciones para hacerlo. Las piwis -acrónimo de Pilzwiderstandsfähige Rebsorten, que en alemán significa “variedades resistentes a hongos”- prometen disminuir drásticamente la dependencia de tratamientos fitosanitarios. “La reducción de estos tratamientos tiene consecuencias positivas tanto para el agricultor, ya que se minimiza su contacto con fitosanitarios y se agiliza su trabajo, como para la propia viña y para el medio ambiente”, opina Lluís Giralt, técnico de viticultura del Institut Català de la Vinya i el Vi (INCAVI).

Hasta finales de 2021, la Unión Europea solo permitía que los vinos con denominación de origen se elaboraran a partir de variedades de Vitis vinifera. Sin embargo, con la aprobación del reglamento 2021/2117, se abrió la posibilidad de incluir también híbridos obtenidos del cruce entre Vitis vinifera y otras especies del género Vitis. Este cambio marca un antes y un después en la normativa vitivinícola europea, ya que permite que las variedades híbridas resistentes puedan formar parte de las denominaciones de origen, con el principal argumento de reducir el uso de fitosanitarios en el viñedo.

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Las piwis aún no están autorizadas en España, pero sí en países como Italia (únicamente en vinos con IGP, pero todavía no en las denominaciones de origen) y en Francia. En este país, numerosas DO incorporan ya variedades piwis “en porcentajes que nunca superan el 10% de la superficie y el 15% del vino”, señala Mauro Pizzuto, delegado en la Península Ibérica de Vivai Cooperativa Rauscedo (VCR), una productora vivero-vinícola presente en más de 35 países y que produce más de 80 millones de plantas injertadas de vid.

Así pues, las piwis no son estrictamente organismos modificados genéticamente, sino el resultado de décadas de hibridación natural entre Vitis vinifera y otras especies que portan genes de resistencia. En cada ciclo se cruzan cepas, se seleccionan las que mantienen la calidad deseada y se repite el proceso durante años, incluso décadas, hasta obtener variedades que puedan comportarse como las tradicionales tanto en el campo como en la bodega. Según Pizzuto, la hibridación no es algo nuevo en materia vitivinícola, ya que “siempre han existido los cruces”. Sin ir más lejos –continúa– “la xarel·lo es un cruce, igual que la cabernet sauvignon, que es fruto de la hibridación natural entre cabernet franc i sauvignon blanc”. Estos son, sin embargo, cruces entre variedades de Vitis Vinifera, mientras que las piwis abren la veda para cruzar estas variedades con otras especies de vid, entre ellas la americana.

La vid.

Las piwis todavía no están autorizadas en España

Joan Soldevila Adán

Giralt insiste, por su parte, en que la investigación en la materia pone el foco en lograr variedades “que mantengan al máximo la tradición de cada territorio, teniendo en cuenta que esta va siempre ligada a las variedades existentes, que son las que expresan la esencia del suelo”. No se puede hablar de piwis, pues, “si no mantienen y consolidan esta tradición, cosa que se logra hibridando una y otra vez hasta lograr el equilibrio perfecto entre la variedad resistente, que apenas aporta esa resistencia pero no debería interferir en la personalidad y expresión del vino, y la autóctona”.

Según Giralt, su plena incorporación podría suponer numerosas ventajas. “Las piwis son una herramienta muy potente para reducir fitosanitarios, cosa que mejora la calidad de vida de quienes trabajan el campo. Pero no se trata solo de resistencia: estudiamos si estas variedades pueden dar vinos de calidad, con carácter, que sean reconocibles”. Desde INCAVI colaboran con varios proyectos, como VRIAACC (Variedades Resistentes y Autóctonas Adaptadas al Cambio Climático), liderado por la bodega del Penedès Albet i Noya, pionera en la investigación de variedades resistentes en Cataluña. También participan en el proyecto Celler de les Aus, Celler Josep Piñol, el Institut Català de la Vinya i el Vi y VITEC (Centro Tecnológico del Vino). Desde 2013 Albet i Noya ha realizado más de 300.000 cruces entre variedades autóctonas y variedades resistentes y, a fecha de hoy, ya se han obtenido las primeras plantas con altos niveles de resistencia y con la tipicidad propia de las variedades autóctonas del Penedès.

El potencial medioambiental de las piwis es notable. En regiones donde el mildiu y el oídio son una amenaza constante, las piwis permitirían reducir hasta un 80% el número de tratamientos. Esto no solo supone un ahorro económico para el agricultor, sino también un beneficio directo para el suelo, que sufre menos compactación por el paso del tractor, así como para la calidad del aire y del agua.

Las piwis son una herramienta muy potente para reducir fitosanitarios, cosa que mejora la calidad de vida de quienes trabajan el campo

Lluís GiraltTécnico de viticultura del Institut Català de la Vinya i el Vi

Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla, ni existe unanimidad en el sector. Un grupo de profesionales –liderado por Julián Palacios, de Viticultura Viva, y por Gonzaga Santesteban, catedrático del Departamento de Agronomía, Biotecnología y Alimentación de la Universidad Pública de Navarra– ha hecho pública su preocupación a través de un manifiesto titulado #VariedadesResistentesNo, donde expresan su rechazo a la autorización de las piwis dentro de las denominaciones de origen. Para ellos, el discurso dominante en favor de las piwis es excesivamente simplista y se centra casi exclusivamente en la reducción del uso de fitosanitarios, obviando otras dimensiones esenciales para la sostenibilidad y el futuro del viñedo.

Según el manifiesto, la viticultura no es una de las prácticas agrícolas más intensivas en fitosanitarios, especialmente si se analizan los productos utilizados con un enfoque más riguroso y no solo en función de los kilos aplicados por hectárea. Además, sus autores advierten que permitir la entrada de las piwis en las denominaciones de origen podría desencadenar efectos no deseados: la pérdida de diversidad genética, la uniformización global del viñedo, el desplazamiento de viticultores hacia modelos más intensivos y, en última instancia, la homogeneización del sabor e identidad del vino.

También recuerdan un precedente histórico: los híbridos productores directos (HPD), muy populares a mediados del siglo XX, que fueron finalmente prohibidos en Europa por su impacto en la calidad y en el mercado. “Lo que pasó entonces es un espejo en el que deberíamos mirarnos”, advierten. Además, alertan sobre la posible concentración del control del material vegetal en manos de unas pocas empresas, lo que pondría en riesgo el carácter patrimonial de muchas variedades actuales. El manifiesto subraya, además, que la resistencia de las piwis no es eterna. Los patógenos evolucionan y pueden aparecer nuevas enfermedades o variantes capaces de superar estas defensas. Por eso, consideran que esta apuesta puede ser, como mucho, una solución temporal.

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Cabe añadir que el debate sobre las piwis no es estrictamente técnico. La cuestión es hasta qué punto el mercado está dispuesto a aceptar nuevas variedades como parte legítima del vino, y cómo se adaptan las normas, las denominaciones y la mentalidad para que esta transición sea posible. Hay quien piensa, como Pizzuto, que “si obtenemos la variedad que mejor se adapta a cambio climático, el agricultor podrá vivir con dignidad en un territorio sano con un gran potencial productivo y de calidad. Los agricultores lo entienden bien, pero como ocurre con todos los cambios, siempre hay quien teme perder ciertas ventajas de posición adquiridas”. Otras voces, entre las que se encuentran los autores del manifiesto, vaticinan que el cambio que podría producir la introducción masiva de variedades piwis sería irreversible, de manera que debería imponerse la cautela. “La modernidad consciente no consiste en abrazar el cambio por el simple hecho de cambiar, sino en hacerlo con criterio, reflexión y memoria”, recuerdan.

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