Cocina de reaprovechamiento
Opinión
Ada Parellada, reconocida cocinera y activista gastronómica catalana, hace años que está involucrada en el movimiento trash cooking, una práctica culinaria que busca minimizar el desperdicio de alimentos reutilizando las sobras de comida para crear nuevas recetas. A Ada Parellada, seguro que le gusta más el término castellanizado, cocina de reaprovechamiento, para luchar contra el despilfarro alimentario.
En una entrevista concedida al diario Ara, la chef del restaurante Semproniana dio las claves de la ideología alimentaria en la que lleva militando desde que tomó conciencia social como miembro de una profesión que, salvo excepciones, suele vivir de espaldas a las carencias alimentarias de la gente que vive en el tren de cola de Occidente o a la hambruna que asola el tercer mundo. Las claves principales son: hacer una lista para comprar lo justo y tener alimentos de despensa necesarios para dejar en la nevera sólo lo que se vaya a consumir diariamente. Para la cocinera es importante tener un buen congelador e imaginación para maridar lo que sobra y convertirlo en otras recetas.
Comprar más de lo necesario es tan nocivo para nuestros bolsillos como para nuestras conciencias. En el fondo, todos opinamos lo mismo, pero son pocos los que cumplen a rajatabla un mandamiento que debería ser de obligado cumplimiento y, en casos de que se supere lo admisible, penado por ley.
La cocinera Ada Parellada
En cifras oficiales, se calcula que se tira un tercio de la comida que se produce en el mundo. Y el Informe sobre el índice de Desperdicio de alimentos 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, denuncia que en 2022 se desperdiciaron 1,5 billones de toneladas de alimentos. Y según la ONU, China, con 91.646.213 toneladas anuales, es el país que lidera el ranquin, aunque, por su número de habitantes, no sería la primera en porcentaje. En España, por ejemplo, se calcula que lo que se desperdicia equivale a 33 kilos por persona al año, lo que corresponde a una cuarta parte de lo que está destinado al consumo humano.
En orden porcentual, los alimentos que más se desaprovechan son las verduras (80%), las frutas (78%), los que tienen como base los cereales (63%) y los lácteos (20%).
La conclusión de todo este despilfarro alimentario es que con lo que se tira a la basura, se podría alimentar tres veces al día a las personas que sufren de hambruna a nivel mundial.
Para invertir estos escandalosos datos deberían tomar conciencia los ciudadanos, las industrias alimentarias, el sector de la restauración y los gobiernos de los países que pueden, por su poder económico, liderar el cambio. Aunque con Donald Trump dirigiendo el cotarro anarcocapitalista, todo es más difícil de subsanar.
Ahora que tanto preocupa el cambio climático, sobre todo, en los gobiernos progresistas, es importante señalar que desperdiciar alimentos también implica malgastar energía y agua en su cultivo y manufacturación, con el añadido de que los alimentos tirados en un vertedero suelen convertir sus carnes putrefactas en productoras de metano, un gas de efecto invernadero más nocivo que el dióxido de carbono.
La política de reaprovechamiento que lidera Ada Parellada es como el primer paso lunar: pequeño para el hombre, pero un gran salto para la humanidad. Y es que, en el fondo, todo lo que consideramos cocina tradicional, no es más que la evolución de la comida de reaprovechamiento. ¿Qué son si no las croquetas o unos canelones de San Esteban? Cuando la sociedad no estaba tan corrompida por el consumismo y el hambre formaba parte de nuestra cotidianidad, todo se aprovechaba y, en caso de necesidad, se reaprovechaba.