¿Viajamos a Nueva York y pensamos que eso sale en tal película, o aquello en aquel libro, ¿verdad? ¿Pero cuáles son las imágenes que nos explican Barcelona?”, se pregunta Jordi Amat (Barcelona, 1978). Para responder a la pregunta podríamos utilizar su nuevo libro, Les batalles de Barcelona. Imaginaris culturals d’una ciutat en disputa (1975-2025) (Edicions 62), con el que ganó el V premio Bones Lletres d’Assaig Humanístic.
Lo que encontrará el lector es una historia cultural barcelonesa de los últimos cincuenta años, una narración que quiere ser la base de un debate sobre la democratización de la ciudad, un proceso que él defiende que empezó antes de la muerte de Franco y que tiene tres fases muy marcadas: la cultura de la transición, los Juegos Olímpicos de 1992 y su resaca, que llega hasta el Fòrum de les Cultures del 2004, donde empezaría un tercer momento agravado por la crisis del 2008, de la que grosso modo no hemos salido y que nos llevó a “una bifurcación entre la Barcelona global de éxito, la de los expats, que promete modernidad y es barata para los que trabajan con sueldos de empresas extranjeras, y la Barcelona de los que vivimos aquí y empezamos a notar un cierto malestar”.
El periodista, que lamenta “no poder saber qué pensaría Lluís Permanyer, porque es quien mejor habría podido leer este libro”, recuerda que las primeras ideas del libro ya nacieron cuando escribió su primer artículo en las páginas de Opinión de este diario, el 2015, justo después de las elecciones que habían llevado a Ada Colau a la alcaldía, un hecho que le hizo ver que la Barcelona que él veía no era la que muchos vivían: “Me defino como un pequeñoburgués del Eixample, moderadamente progresista, un señor de orden, a quien
la evolución de la ciudad, de repente, obliga a ver y decir cosas que no responden a lo que tendría que hacer”.
Amat hace hincapié en la democratización de la ciudad, porque cree que el pasado demuestra que con ambición y buena política se puede conseguir, y aunque constate que hoy “Barcelona está capturada por el neoliberalismo”, hay una importante resistencia a ceder. “Yo ya entiendo que las empresas quieran ganar dinero, pero los que ganan muchísimo no puede ser que ganen tanto”, insiste. También tiene claro que si la política no ofrece respuestas a los problemas importantes de los ciudadanos, y la vivienda es la principal, “tendrán motivos para descolgarse de la democracia”. Porque revivir la historia cultural que nos ha llevado hasta donde estamos también es una manera de reflexionar sobre el futuro que queremos vivir.

