Enric Mas se queda a un paso de la gesta en el Mont Ventoux

Tour de Francia | Etapa 16

Pogacar vuelve a aguantar los múltiples ataques de Vingegaard en la victoria del francés Paret-Peintre

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Valentin Paret-Peintre se impone a Ben Healy en la meta de Mont Ventoux

CHRISTOPHE PETIT TESSON / EFE

Hay montañas que se escalan con las piernas y otras que se conquistan con el alma. El Mont Ventoux es ambas cosas. Le sobró de lo segundo a Enric Mas, en su gran día en este Tour de Francia. Le faltó de lo primero para rendir a sus pies al faro de piedra caliza que reina entre campos de lavanda y viñedos en el sur de Francia. El Mont Ventoux no perdonó al de Movistar, cuya valentía merece todos los honores. Pero esta ascensión de 17,4 kilómetros, inabarcable desde lejos, con un paisaje lunar en la última parte que impide tomar distancias, doblegó su renovada voluntad. El balear atacó a 14 kilómetros para la meta, llegó a disponer de más de un minuto de ventaja sobre sus perseguidores; pero Ben Healy, la locomotora irlandesa, se empeñó en darle caza para que al final Paret-Peintre alegrase por primera vez en este Tour al aficionado francés, la cuarta para el Soudal. El combate entre Pogacar y Vingegaard volvió a dejar momentos brillantes, pero el esloveno aguantó los tres ataques estratégicos del danés, que cumplió su promesa de, al menos, intentarlo. Ambos se marcharon fortalecidos en sus respectivas estrategias.

Después de un Tour hasta ahora para olvidar, a Enric Mas solo se le pedía mostrar, al menos, algo más de ambición. Siempre de espaldas a la carrera tras una primera semana ilusionante, el Mont Ventoux parecía lo suficientemente inhóspito para dar la sorpresa. Movió la carrera para formar la escapada, tuvo piernas para estar en la fuga de la fuga, y en el momento de arriesgar, lo hizo. Volvió a ilusionar. Levantándose sobre la bicicleta con un aleteo alegre. Dientes apretados en ese rostro enjuto, espejo de tantos golpes recibidos por las expectativas no cumplidas. Enric Mas escondió esos miedos que le han atormentado en esta carrera durante tantos años y se marchó en solitario.

No es la cima más alta del Tour, pero sí una de las más temidas, que pesa en las piernas y en la historia. Aquí, en el gigante de la Provenza, cuya antena puede distinguirse en ocasiones a 100 kilómetros de distancia, no solo se sube: se resiste y se sufre.

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Aquí murió Tom Simpson, víctima del calor, las anfetaminas y el exceso. Aquí atacó con furia Pantani, corrió a pie sin bicicleta un desorientado Froome, y Merckx confesó haber sentido que su corazón iba a estallar. Y a falta de cinco kilómetros estalló Enric Mas. Su cabeza le pedía lo que sus piernas no podían darle. “Lo he intentado desde abajo. Me he quedado vacío a falta de cinco (kilómetros). Teníamos que jugar así. Y después, como dice Chente, estar en la fuga de la fuga y a disfrutar”, dijo aliviado pese a no haber ganado tras la etapa. 

La etapa nunca tuvo descanso. Una infinidad de ataques desde muy pronto convirtieron la situación en incontrolable. Y mientras Mas y sus compañeros de fuga abrían hueco, llegaron con seis minutos al pie del puerto, por detrás el UAE decidió se más conservador que en otras ocasiones. La actitud reservada de los de Pogacar parece lógica con la ventaja que mantiene el esloveno en la general, no tanto con su habitual ambición.

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En el Visma, en cambio, ya no están para medias tintas. El plan era y sigue siendo poner al límite al líder aunque con ello se arriesgue demasiado. Tres ataques duros y sostenidos de Vingegaard fueron todo su arsenal. Insuficiente, de momento, para hacer ceder a Pogacar, que al final volvió a sumar algunos segundos a su renta. “Pogacar ha seguido todos mis ataques, no sé si ha tenido alguna debilidad, pero esto me da mucha motivación”, dijo en danés en la meta. “Ee he sentido muy bien. estoy contento con el feeling que he tenido. No he ganado tiempo, pero he ganado en motivación”, dijo manteniendo la fe en sus opciones.

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