Bucarest, detrás de las fachadas de Europa

Batalla electoral

Una ola de desencanto impulsa una rebelión populista e “iliberal” fomentada por el campo y la diáspora 

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Bucharest (Romania), 01/12/2024.- The leader of the ultra-nationalist party AUR (Alliance for the Union of Romanians), George Simion (C), surrounded by top party members, speaks at the AUR campaign headquarters after the first exit-poll for parliamentary elections was announced, in Bucharest, Romania, 01 December 2024. (Elecciones, Rumanía, Bucarest) EFE/EPA/ROBERT GHEMENT

 Un mitin de George Simion, líder de la formación ultraderechista Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR)  

EFE/EPA/ROBERT GHEMENT

En un paseo por el centro de Bucarest, 36 años después de la caída del comunismo y 18 años después de la entrada de Rumania en la UE, las fachadas dicen que Europa funciona maravillosamente.

Los magníficos edificios Belle Époque de la ciudad, conocida como el “París del Este” a principios del siglo XX, están restaurados con esmero con la ayuda de fondos estructurales. El faraónico Palacio del Parlamento, construido por el sátrapa Nicolae Ceaușescu, parece más aberrante que nunca, un símbolo de las locuras del aislacionismo comunista de los ochenta. Bajo las bóvedas neogóticas del icónico restaurante Caru' cu Bere, se puede cenar un repollo relleno, incluso a las 12 de la noche. A la vuelta de la esquina, en el bar de cócteles art déco instalado en la bóveda subterránea del viejo banco Murmansch, un grupo de inversores polacos reparte tarjetas de visita.

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Pero, a un mes de las elecciones generales más crispadas de la transición rumana, el sueño de la democracia occidental en Bucarest ya no es lo que era. “Todos los políticos dicen: '¡Voy a hacer, I'm gonna do!''', dijo en inglés precario pero expresivo un extrabajador industrial que ahora conduce un Bolt. ”Cuando ya son presidentes dicen: '¡Fuck you!''.

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Un cartel de Nicusor Dan, alcalde de Bucarest y candidato a las presidenciales 

Andreea Campeanu / Reuters

No es una excepción. Rumania es el último pais europeo en verse arrastrada por una ola de populismo que se dirige con rabia contra la clase política existente. “La gente está frustrada con la corrupción, un gobierno arrogante, la inflación desde la pandemia y el inicio de la guerra, y esto está cambiando percepciones sobre una democracia que sigue muy débil”, dijo Elena Calistru, fundadora de la ONG pro democracia Funky Citizens. 

Bucarest, con el 25% del PIB y un alcalde centrista -Nicusor Dan-y socialmente liberal que se presentará a las elecciones, aún se aferra al proyecto europeo. Pero la frustración crece en las pequeñas ciudades del interior, donde el 20% de la población aún vive de la tierra.

Al igual que otros países del este europeo y más allá tambien, el nacionalismo euroescéptico procede de una “ironía esencial” en la UE: “Para  democratizarse países como Rumania se vieron obligados a  implementar políticas diseñadas por burócratas no elegidos en Bruselas”, según sostiene el escritor búlgaro Iván Krastev en su libro La luz que se apaga. En países como Polonia, Hungría, y Eslovaquia, la reacción “iliberal” ya se ha producido. Rumania parece ser el próximo.

Rumanía sigue  a Polonia, Hungria y Eslovaquia por el camino euroescéptico

El primer político en surfear la ola fue Călin Georgescu, un nacionalista ultraconservador y mesiánico que apareció de la nada en las elecciones de noviembre con un mensaje euroescéptico, crítico con la OTAN, ambiguo en sus declaraciones sobre Vladímir Putin, y opuesto a la continuación de la guerra en Ucrania, el país vecino. Georgescu acaba de ser inhabilitado para las elecciones del 4 de mayo por supuestas injerencias rusas en su campaña. Pero el ultranacionalismo que ha encarnado en los últimos meses, ya tiene otras caras.

Durante las primeras décadas de la transición, todo fue sobre ruedas, según el plan de los tecnócratas en Bruselas, Frankfurt  y Bucarest.  Rumanía se convirtió en una historia de éxito económico con tasas de crecimiento anual en torno al 4%. El PIB se  multiplicó por diez desde los años noventa hasta el 2020 facilitando  la convergencia deseada en PIB per cápita. La marcha del 25% de la población en busca de la prosperidad de Occidente, se consideraba provisional,  y un mecanismo para trasladar los valores liberales a las profundas tierras rumanas de donde procedían. 

Pero la postpandemia ha sido un período de pérdida de poder adquisitivo, subidas de endeudamiento público y creciente hartazgo con el sistema político. La guerra en el vecino Ucrania no ha ayudado en absoluto. En la primera vuelta de las elecciones de diciembre, ninguno de los partidos con presencia  en el Parlamento pasó la primera vuelta y Georgescu emergió como líder.

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Calin Georgescu, el candidato supuestamente financiado por el Kremlin vetado por el Tribunal Constitucional  

ROBERT GHEMENT / EFE

La amenaza fue tal para el establecimiento en Bucarest y Bruselas que decidieron cancelar las elecciones tras descubrir supuestos indicios de injerencia rusa en la campaña de  Călin Georgescu aunque estas acusaciones, al igual que el Russiagate de Trump, son casi imposibles de confirmar. 

En todo caso, es dificil parar una ola y la prohibición de Georgescu parece haber echado mas leña al fuego del llamado  movimiento soberanista de la derecha. Otro político conservador, cortado por el mismo patrón, George Simion, líder de la Alianza para la Union de los Rumanos (AUR) rivaliza con Nicusor Dan como  favorito para los nuevos comicios. 

Simion ha calificado la repetición de las elecciones y la exclusión de Georgescu como un “golpe de estado”. En una entrevista concedida a La Vanguardia, arremetió contra “un establecimiento que pretende silenciar  la oposición real”, así como “presiones institucionales” desde Europa que “restringen la verdadera elección democrática”. Simion se hace eco de las denuncias lanzadas por el vicepresidente estadounidense JD Vance contra la suspensión de las elecciones y la exclusión de Georgescu.

Simión sigue a JD Vance al denunciar un plan de “silenciar la oposición”

La crisis democrática tiene raices profundas. “Una serie de frustraciones ha emergido”, dice Radu Magdin consultor político en Bucarest. “Bucarest es rico, pero en el campo las pequeñas ciudades están abandonadas porque no hay oportunidades y dentro de poco nos vamos a quedar sin fondos europeos.”

Esto no solo vale para los 19 millones de rumanos que permanecen en el país, el 20% en el campo. Contra todas las previsiones, el  desencanto es aún más fuerte en  la diáspora rumana, cuatro millones de migrantes en países como Italia, España y el Reino Unido, la mayoria procedentes de las regiones pobres rurales del este de Rumanía que han abandonado el país en el último medio siglo y cuyas remesas -ganados con sangre y sudor-, han impulsado el crecimiento económico.

En el vuelo de la compañía rumana Tarom de Madrid a Bucarest predominaban simpatizantes de Georgescu furiosos con la decisión de vetarlo. Con toda probabilidad, ahora votarán a Simion, el lider más joven del llamado movimento soberanista rumano al que le han negado la entrada en Moldavia y Ucrania, por sus declaraciones irredentistas. “La diáspora votó masivamente por Georgescu, es la parte más importante de la ola iliberal y anti-UE; ellos se sienten muy descontentos, así que, en eso sí hay una perfecta convergencia con el resto de los europeos”, ironizó Calistru.

La diáspora rumana forma “la parte más importante de ola ola iliberal y anti-UE”

En otros momentos, un ataque de nervios rumanos no tendría mayores consecuencias para el resto de Europa. Pero este es lo que los estrategas de la OTAN califican ya como “el flanco sur de defensa” en la orilla del Mar Negro, en medio de una región que ya es un frente de la guerra en Ucrania.

La base militar estadounidense conocida como MK cerca de Constanza, en la desembocadura del Danubio, es clave para la estrategia de la alianza atlántica . El escudo anti misil Aegis está localizado en Deveselu al oeste de Bucarest. 

“Cuando Rusia anexó Crimea fue un susto porque nuestras zonas francas están a escasos kilómetros de Odesa”, dijo el experto en seguridad en Bucarest, Alex Georgescu. Emmanuel Macron advirtió hace dos semanas que Moldavia, con 300.000 rusos, sería un blanco de anexión rusa si Vladímir Putin gana la guerra en Ucrania. “Rumanía sería el próximo”, añadió el presidente francés.

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Crin Antonescu, candidato presidencial de la coalición gobernante, formada por el Partido Socialdemócrata (PSD), el Partido Liberal (PNL) y la Alianza Democrática de Húngaros en Rumania (UDMR)  

Vadim Ghirda / Ap-LaPresse

Puede ser retórica de guerra. Los líderes de las potencias europeas quieren frenar la disidencia periférica. Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, y Robert Fico, su homólogo en Eslovaquia, escépticos con la OTAN y partidarios del plan de pactar con Putin, ya están creando suficientes problemas para el plan de rearme contra Rusia.

Pero en Bucarest y sus alrededores, por cada ciudadano que desconfía de Bruselas, hay dos que temen  un arreglo entre Trump y Putin. “Rusia no invadirá Rumanía porque no han podido ocupar Ucrania”, dijo Alex Georgescu. “Pero tenemos miedo de lo que se podría pactar en un nuevo acuerdo de Yalta”, añadió, en referencia a un posible acuerdo entre Putin y Trump que repita el reparto de territorios tras la Segunda Guerra Mundial.

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Consciente del peligro de ser colocado en la misma casilla pro rusa que Călin Georgescu, Simion insistió en la  entrevista a La Vanguardia en que está “fuertemente comprometido con los principios de la OTAN de defensa colectiva”. Eso sí, se mostró escéptico respecto al plan de mandar tropas de la UE a Ucrania para garantizar la seguridad. “El envío de tropas es un asunto extremadamente sensible”, dijo. “Rumanía debe dar prioridad a desescalar la situación”, aseguró.

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