El hombre más buscado por los periodistas en el Consejo Europeo este jueves no es el presidente ucraniano Volodímir Zelenski ni el canciller alemán, sino una figura que suele estar en segundo plano. Es el primer ministro belga, Bart de Wever, un nacionalista flamenco que se ha convertido en el héroe nacional de su país —sorprendentemente, tiene el respaldo de todos los partidos del fragmentado Parlamento belga— al plantar cara a la Comisión Europea y a la gran mayoría de los países comunitarios y resistirse al plan de usar los activos rusos congelados en Europa para entregarlos en forma de préstamo a Ucrania.
De Wever y la diplomacia belga se esfuerzan en remarcar que el mandatario belga no es el nuevo Viktor Orbán de Europa, es decir, un eurocrítico amigo de Vladímir Putin que desafía a Bruselas. “Reconocemos las necesidades financieras legítimas y urgentes de Ucrania y seguiremos siendo un aliado firme para satisfacerlas. Que no haya ninguna duda al respecto”, ha subrayado esta mañana en el Parlamento belga.
El líder belga ha puesto tres condiciones a la UE, y considera que aún no están resueltas
El exalcalde de Amberes, líder del N-VA (un partido integrado en el grupo europeo de los Conservadores y Reformista de la italiana Giorgia Meloni), sí está de acuerdo con financiar a Ucrania, pero no a través de los activos rusos porque tiene serias preocupaciones por los riesgos que correría Bélgica si cede y permite que los fondos soberanos rusos que la UE mantiene inmovilizados desde el inicio de la invasión de Ucrania, que en su mayoría se encuentran en el depositario Euroclear. Es un riesgo muy serio para que Bélgica lo asuma solo, porque estos activos en Euroclear ascienden a 185.000 millones de euros. Es decir, el 27% del PIB del país.
Bélgica alega que no solo se expone a una factura multimillonaria en caso de que Moscú acuda a los tribunales —algo que ya ha hecho en el Tribunal de Arbitraje de Moscú—, sino que también corre el peligro de ver confiscados sus activos en territorio ruso. El Gobierno belga reclama como condiciones para subir a bordo del plan que los riesgos sean compartidos, y que todos los socios de la UE se comprometan a cubrir cualquier posible reclamación contra Euroclear y que haya un mecanismo de liquidez que esté disponible en cualquier mometno si Rusia reclama inesperadamente este dinero.
Unas condiciones que, según ha remarcado De Weber esta mañana antes de acudir al Consejo Europeo, Europa todavía no ha resuelto. Pero si el resto de países están de acuerdo con compartir los riesgos y proteger a Bélgica de cualquier represalia rusa, “entonces todos saltaremos juntos de ese acantilado y esperaremos que el paraguas nos sostenga”, ha dicho De Wever. “Lo haremos, porque la alternativa (que no haya una solución financiera para Ucrania y que el país entre en bancarrota) sería una enorme vergüenza geopolítica para Europa, que sentiremos en las próximas décadas”, ha añadido.
Ante las dificultades del debate, el punto sobre la financiación de Ucrania se ha movido hasta el final de la cumbre, y tanto el presidente del Consejo Europeo, António Costa, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, han reiterado que no se puede posponer la decisión para que Ucrania esté cubierta durante los dos próximos años y no entre en bancarrota. De Wever está defendiendo con uñas y dientes que es mucho más fácil y sensato emitir deuda común, algo que ahora mismo imposible porque requiere la unanimidad de los Veintisiete, y Viktor Orbán ya ha dicho que no está por la labor.
El primer ministro belga, Bart de Wever, y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, han mantenido una reunión bilateral
Por lo tanto, o bien Europa encuentra alguna otra argucia legal para esquivar la unanimidad, o la única salida pasa por convencer al nacionalista flamenco. Técnicamente los activos rusos se podrían usar con una mayoría cualificada del Consejo —es decir, sin Bélgica—, pero De Wever asegura tener las garantías de sus colegas que no le van a arrinconar de este modo.
La presión es enorme. A la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, ya se le ha terminado la paciencia y quiere avanzar sin él. El ucraniano Volodímir Zelenski ya se ha reunido con él bilateralmente para tratarle de convencer que usar el dinero ruso contra Rusia es lo correcto “moralmente”. “Tenemos una opción simple: o dinero hoy, o sangre mañana”, avisa el polaco Donald Tusk. “Entiendo las preocupaciones que existen en algunos Estados miembros, sobre todo en el Gobierno belga, pero espero que podamos disiparlas juntos”, ha dicho el canciller alemán Friedrich Merz.
Pero De Wever, un historiador de formación, ya ha recordado en varias ocasiones que ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial los activos congelados fueron usados para otros fines, y de momento se mantiene en sus trece. Sus ciudadanos le apoyan: cerca del 65% de los belgas se oponen a usar los fondos en Euroclear, según un sondeo reciente de Ipsos. “Europa es un poco como Bélgica —resumió su terco primer ministro—. A última hora, todo puede cambiar”.


