La angustia del abandono
Fue abandonada en un pueblo de Siberia y adoptada tres años después por una madre española, pero no fue ahí donde acabó su angustia: como si olieran la debilidad, sus compañeros de escuela le hicieron bullying desde primaria, extendiendo la herida del abandono. A los 20 empezó a dar testimonio en redes sociales del impacto que el trauma temprano ha tenido en su vida ayudando a otros adoptados y sus familias. En No lo entenderías (Aguilar), escribe: “Es una sensación de angustia, sientes que nadie te quiere, que tienes algo que hace que la gente te abandone, que estarás solo toda la vida. Y sabes que esa angustia viene de que, cuando no tenías ni una hora de vida, tu madre te abandonó. Es completamente irracional. Sabes que tu madre (la adoptiva), tu familia y tus amigos no te van a dejar, pero tu cabeza cree que te puede volver a pasar”.
Nací en el 2001, pasé ocho meses en el hospital de Kocheniovo y, de ahí, al orfanato. A los 3 años fui adoptada por una madre española. Vivimos en Madrid.
¿Cómo le acogió este país?
En primaria me llamaban “Luda peluda”, y con los años fue a más.
¿Cómo se sentía?
Muy diferente a los demás y sola, crecí sin amigos, y eso me convirtió en “la rarita ” .
¿Cómo le afectó el abandono?
Es lo que peor he llevado. Es una sensación de angustia, sientes que nadie te quiere, que tienes algo que hace que la gente te abandone, que estarás sola toda la vida.
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Te sientes abandonable, aunque sepas que esa angustia viene de que, cuando no tenías ni una hora de vida, tu madre te abandonó, aunque sepas que es irracional, porque ahora tienes una madre que te quiere muchísimo, una familia y amigos que no te van a dejar.
¿Es un sentimiento cotidiano?
Vive en ti. Si, por ejemplo, he quedado con una amiga y está llegando tarde, yo me pongo fatal: “Me ha dado plantón, ya no me quiere, me ha abandonado”; no lo piensas, lo sientes, y es un sentimiento muy intenso. No se lo deseo a nadie.
Pues el bullying debió de ser terrorífico.
Lo fue, y lo viví con mucha rabia. Potenció el “nadie me quiere”, me lo confirmaban cada día. Lo empecé a superar cuando, ya mayor, conocí a mis dos amigos.
¿Qué traumas se desarrollaron?
Además del abandono, el trastorno del apego, porque en el orfanato no tenía ninguna figura de referencia, ningún lazo emocional, y eso hizo que, cuando llegué aquí, me pegaba a cualquiera, abrazaba a todo el mundo.
¿Algún otro?
La disociación, es decir, no sentía dolor, me pegaba un golpe y sonreía. Otras cosas menores son que me cuesta mirar a las personas a los ojos y también el acunarme sola.
¿Se sentía diferente a los demás?
Sí, siempre he creído que yo tenía algo que hacía que los demás no me quisieran, y en la adolescencia era más infantil, me aburría hablar de “chicos”, prefería jugar. Pero ahora tampoco hago lo que hace la mayoría de gente de mi edad, no me gustan las discotecas.
Pero tenía amor.
Una cosa es lo que yo sabía y otra lo que sentía. Sé que mi madre me quiere muchísimo y que mis dos amigos no se van a ir, pero hay una parte dentro de mí que teme que ocurra.
¿Ha querido conocer a sus padres biológicos?
Sí, a los 16 años le pedí a mi madre que hiciera la búsqueda y contrató a un abogado ruso que nos dio los datos básicos, y a partir de ahí hice la búsqueda por redes sociales y encontré a mi padre biológico. No he ido allí, he conectado por redes, en ruso.
¿Y ha encontrado a su madre biológica?
Sí, pero no quiso hablar conmigo; también conseguí los datos de su hijo, pero estaba en la cárcel. Pude hablar con primos y con mi tío abuelo, que me dio mucha información; y me quedé súper en paz. Saber de dónde vienes, pese a que sea un desastre, te calma.
Que su madre biológica no quisiera hablar con usted, ¿cómo le sentó?
Me abandonó porque no tenía recursos, le dijo a todo el mundo que la niña había nacido muerta, imagine la sorpresa de mi padre cuando supo que estaba viva. Pero saber es como que te relaja, siempre hay una historia, esa mujer bebía muchísimo.
¿Los colegios saben tratar a los niños adoptados?
No. Mi madre cada vez que cambiaba de tutor les citaba para explicarles lo que era la adversidad temprana, el trauma complejo, el abandono. A mí me salvó la curiosidad, las ganas de aprender.
¿Manejaron bien el acoso escolar?
Tenían que haberlo atajado en primaria en lugar de decir que son cosas de niños, porque de “Luda peluda” pasamos a “hueles a queso Bra”, es decir: hueles a que sobras. Los padres deben denunciar los casos de bullying .
¿Cuándo empezó a contar su historia en redes?
A los 20 años conté cómo de niña no sentía dolor y pasé de 300 seguidores a 5 millones.
¿Qué le ha sorprendido?
La cantidad de padres adoptivos que me escriben, hay muchos a los que les falta información. Y me escriben jóvenes dándome las gracias porque han podido ver que lo que sienten es normal, que hay gente como ellos.
¿Siempre ha querido a su madre adoptiva?
Sí. Le he dicho burradas en caliente, pero nunca “tú no eres mi madre”, porque para mí ella es mi madre.
¿Muchos psicólogos?
Unos cuantos, al principio generalistas que no servían de nada, al revés, pueden hacerte más daño. Por ejemplo, si un niño adoptado viene a tu cama, no le mandes a la suya. Hay que ir a especialistas en adopción.


