Agustín Bonifacio,trabajador social especializado en salud mental infantojuvenil:

“Los jóvenes piden ayuda a la IA para no suicidarse”

Tengo 49 años. Nací en Mataró y vivo en Barcelona. Felizmente casado. Sin hijos. Trabajo desde hace 24 años en salud mental infantojuvenil en el hospital Sant Joan de Déu. Me importa muchísimo el bienestar de la ciudadanía, especialmente de los colectivos más vulnerables. Quiero creer en la buena gente. (Foto: Xavi Jurio)

¿Qué les pasa a los jóvenes?

Vivimos en un momento con muchos retos y mensajes muy deshumanizantes. La precariedad, la incertidumbre y las violencias estructurales están generando desesperanza.

¿Esta incertidumbre los mantiene en una alerta continua?

Sí, porque tienen frente a sí expectativas muy complicadas. Muchas familias me dicen que lo tienen más fácil; yo no estoy de acuerdo. Quizás más cómodo, pero no más fácil.

España lidera el suicidio infantojuvenil en Europa.

Las cifras dicen que los hombres consuman más suicidios, pero son las mujeres quienes expresan mayor desesperanza. Hay que mirar más allá de los números.

En España uno de cada cinco adolescentes padece un trastorno de salud mental.

La juventud está globalmente tocada, con un nivel de bienestar emocional muy bajo; y es clave la soledad no deseada, algo que antes solo asociábamos a personas mayores.

¿Por qué están solos si están en la edad de los amigos y los grupos?

Las redes sociales promueven conexiones superficiales, discursos tóxicos sobre la estética y el éxito. Pero en realidad hay una necesidad profunda de vincularse, de hablar, de socializar; el reto es cómo conseguirlo.

Los jóvenes recurren a la IA.

El uso número uno de la inteligencia artificial es hacer terapia y compañía, piden ayuda a la IA para no suicidarse. El segundo es organizarse, y el tercero, encontrar sentido.

Difícil encajar que tu hijo te diga: “Yo lo que quiero es morirme”.

Es una oportunidad y un privilegio, te ha mostrado una parte muy vulnerable, confía en ti, esto abre el canal de comunicación.

¿Cómo no meter la pata?

Estando, basta escuchar. Escuchar es validar ese malestar, ¡importantísimo!: “Oye, cuenta con conmigo”, y sobre todo: “Prefiero que me lo cuentes a que te lo calles”.

¿Nosotros éramos más felices?

No teníamos mensajes constantes diciéndonos que el planeta se acaba o que no habrá vivienda ni trabajo. Esta generación carga con una distopía diaria. Tendrán que reorganizarse, reivindicar dignidad laboral, vivienda, retos climáticos...

¿Dónde ve esperanza?

Hay muchas acciones positivas: jóvenes voluntarios que encuentran sentido ayudando a otros. El voluntariado puede cambiarles la vida. Les da autoestima, bienestar, sentido de pertenencia. Es como regar una planta.

¿Les faltan herramientas emocionales?

Tienen muchas herramientas digitales, pero muy pocas habilidades sociales, de resolución de conflictos y de afrontamiento en el mundo físico. Sabemos que el 81% sufre ansiedad al contestar una llamada telefónica.

Increíble.

Sí, pero como padres tenemos que poder estar para capacitar, pero no para suplantar.

Hay una relación directa entre haber sufrido acoso y la desesperanza vital.

Sí, tanto quien lo ejerce como quien lo sufre. No es solo problema de la escuela y la familia, es de toda la sociedad. Necesitamos más cohesión, menos fragmentación.

¿Hay más maldad ahora o más visibilidad?

Si ciertas violencias ocurren, es porque pueden ocurrir. Falta capacidad de respuesta. Tenemos que construir espacios seguros. No recibir violencia es uno de los indicadores más importantes para la salud.

¿Los jóvenes han perdido libertad?

Sienten que hay más vigilancia y consecuencias. Pero han ganado espacios gracias a las redes: hay colectivos maravillosos haciendo cosas muy potentes.

¿Qué no decirle a un joven cabizbajo?

“No te quejes, hay gente peor que tú”, “tienes toda la vida por delante”... Son frases que invalidan. Mejor escuchar y entender que su mundo es más complejo de lo que creemos.

¿Condiciona más el código postal que el genético?

Sí. La inequidad en salud es real. En barrios con rentas bajas se prescriben más ansiolíticos porque no pueden permitirse una baja. En Barcelona, la diferencia de esperanza de vida entre barrios puede ser de siete años.

¿Hay una cara oculta en las estadísticas?

Sí. En salud mental vemos sobre todo chicas. Reciben más violencia, presión estética, cosificación. Hay que arropar ese iceberg. Y me impresionó cuántas personas con autismo sin discapacidad intelectual lo pasan fatal. ¿Qué mundo les estamos ofreciendo?

¿Qué mitos sobre el suicidio hay que desterrar­?

“Si lo dice, no lo hará”: es falso. “Solo quien tiene una enfermedad mental se suicida”: falso. Muchos jóvenes viven con una ideación de muerte fluctuante, y debemos enseñarles a gestionarla, no a reprimirla.

¿Las autolesiones, otra epidemia?

Sí, entre el 25 y el 30 % de los jóvenes las usan como herramienta de regulación emocional. Es una forma errónea de paliar el malestar.

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