“Estoy en tratamiento psicológico con un diagnóstico de estrés postraumático”. Así lo explica la periodista Maribel Vilaplana en un comunicado en el que ofrece todos los detalles de la comida que mantuvo el día de la DANA con el president Carlos Mazón en el restaurante El Ventorro y las consecuencias psicológicas que sufre desde aquel día. “Y por eso hoy hablo: porque ya no puedo seguir soportando que este relato eclipse lo verdaderamente importante, que es esclarecer qué pasó aquel día y asumir las responsabilidades que correspondan” añade. Para en otro momento del comunicado subraya que “Y a los responsables les corresponde dar las explicaciones que yo no puedo dar, porque nunca he ostentado ningún cargo público ni ese día tuve capacidad de decisión alguna. Ojalá hubiera estado en mis manos hacer algo, pero no fue así. Por eso el foco debe estar donde corresponde: en las personas que aquel día tenían responsabilidades y poder de decisión. Son ellas las que deben dar explicaciones”.
La periodista relata que el ágape con el president se inició a las 15 horas en el citado restaurante, y que la cita finalizó entre las 18:30 y las 18:45 horas. Con anterioridad su entorno de confianza había trasladado que la comida finalizó sobre 17:30 horas o como mucho las 18:00. Con la nueva versión la comida se alargó durante casi cuatro horas. Mazón no llegó al Cecopi hasta las 20:28 horas según él mismo confirmó. “Acudí a esa cita a petición del presidente, con el objetivo de explorar posibles vías de colaboración profesional. Durante la conversación se me plantearon varias opciones, entre ellas presentar una candidatura a un cargo en la televisión autonómica, que rechacé de forma clara por convicción personal y profesional”.
En su relato, muy detallado, señala que “a partir de ahí, me pidió mi opinión sobre la situación de la televisión: qué aspectos consideraba que funcionaban bien o mal y qué cambios podrían aplicarse. Desde mi experiencia, expuse mi punto de vista, lo que derivó en un intercambio de pareceres y acabó en una sesión de consultoría de comunicación en la que se abordaron cuestiones propias de mi especialidad”.
”En un momento determinado de la comida, sigue el relato, el presidente empezó a recibir llamadas que interrumpieron nuestra conversación de manera continuada”. “Yo seguí en el restaurante, completamente ajena a esas comunicaciones: no pregunté, no participé, ni conocí en ningún momento su contenido, y el presidente tampoco me trasladó ninguna inquietud al respecto. Actué, como siempre he hecho, desde la discreción y el respeto que me caracterizan”.
La periodista asume que fue un “error” pedirle al president que no dijera que había comido con él
La periodista cuenta los pasos que dio tras la comida: “Nada más entender la magnitud de lo que había pasado, me puse en contacto con el presidente cuando le fue posible. En esa conversación le trasladé mi angustia y también le pedí, de forma muy clara, que por favor mi nombre no saliera”. Añade que “Le expliqué que me parecía profundamente injusto quedar vinculada a un capítulo tan doloroso cuando no había tenido absolutamente nada que ver. Ese fue mi error, porque ese silencio, aunque bienintencionado, alimentó la especulación y, cuando finalmente se supo, desembocó en un acoso brutal”.
Sigue su relato señalando que “Los días posteriores fueron una auténtica pesadilla. Me sentí absolutamente perdida. Y cuando finalmente se dio a conocer públicamente que yo era la persona que había estado con el presidente durante aquella comida, mi cabeza estalló. Entré en un shock que me llevó a un ingreso hospitalario”. “Durante estos diez meses he vivido sometida a una presión insoportable. He sido objeto de un acoso constante, de insultos, de burlas y de un escrutinio injusto. Estoy en tratamiento psicológico con un diagnóstico de estrés postraumático. Es una terapia dura y compleja, que afronto con esperanza, pero la realidad es que mi salud mental se ha visto gravemente dañada. Cada nuevo golpe reabre heridas que aún no han cicatrizado”.
La periodista relata que la presión le provocó un shock que obligó su hospitalización
“Cuando salí del hospital, mi situación seguía siendo extremadamente delicada. No me sentí con fuerzas para tomar yo las riendas y exponerme directamente. Por eso pedí a una persona de mi total confianza que explicara de mi parte lo sucedido. Así se hizo público entonces el relato de los hechos”. “Estar allí aquel día fue una maldita coincidencia y un horrible golpe de mala suerte. Pudo haber sido cualquier otro, pero fue ese día. El día más difícil y duro para miles y miles de valencianos. Ese es y será siempre mi tormento, y tendré que aprender a sobrellevar esa carga durante toda mi vida”. “La realidad es que me he convertido en una diana. Una diana utilizada políticamente y alimentada con insinuaciones machistas que han condicionado esta historia desde el principio”.
En la parte final del comunicado, Vilaplana valora que “dicho esto, no puedo obviar una triste realidad que me ha roto desde el principio y quisiera que estas líneas sirvieran de reflexión: ¿realmente habría pasado lo mismo si en lugar de una mujer hubiera sido un hombre quien se reunió con el presidente? ¿Se habrían dicho las mismas cosas, con el mismo tono y el mismo juicio? ¿Habría despertado tanto morbo, tanto machismo rancio y tanto prejuicio? Ese enfoque profundamente sexista ha servido como cortina de humo para desviar la atención de lo verdaderamente importante: esclarecer las responsabilidades que se derivaron de aquella jornada”.
“No se puede construir un relato cargado de insinuaciones y morbo para distraer el foco de lo que realmente importa. Es realmente triste y decepcionante, porque no solo me ha hecho daño a mí, sino que ha distorsionado una historia que merece ser abordada con rigor y respeto” concluye antes de subrayar que “Lo único que pido ahora es respeto. Respeto hacia mi persona, hacia mi familia y hacia mi vida privada. Respeto para poder seguir adelante sin que mi nombre se siga utilizando como arma política ni como entretenimiento morboso. Pero, sobre todo, pido respeto para las víctimas. Porque a ellas es a quienes les debemos sensatez. Les debemos que su dolor no se utilice ni se banalice”.