Si la ansiedad tuviera un botón de apagado, ya habría cola para pulsarlo. El problema es que ese botón no existe, ni siquiera en la consulta del psiquiatra. A veces, el cuerpo se planta antes de que la cabeza entienda lo que está pasando, y lanza una señal que te deja sin aliento, con el pecho encogido y los pensamientos haciendo piruetas.
Es justo ahí donde entra la ansiedad, con sus formas tan variadas como inoportunas. Y no, no es una enemiga en sí misma: es la manera en la que el cuerpo grita que algo no va bien, aunque nadie le haya dado permiso.
Conflicto interno
Se silencia un pista con medicamentos
José Luis Marín lleva años hablando claro sobre salud mental. Durante su charla en el episodio 450 del pódcast Lo que tú digas, insiste en que no se puede seguir tratando la ansiedad como si fuera un enemigo que hay que suprimir sin más.
La compara con síntomas físicos tan reconocibles como la fiebre o la tos. Según explica con un ejemplo muy gráfico: “La ansiedad existe y es terrible, pero es un síntoma, es exactamente igual que la fiebre o el dolor o la tos, es un síntoma que simplemente te dice que algo está pasando”. La crítica no se queda ahí. Marín denuncia que mientras en medicina se busca la causa de un síntoma, en psicología se tiende a taparlo con medicamentos sin más explicaciones.
Lo que plantea Marín va mucho más allá del diagnóstico. Cuestiona la forma en la que se está abordando la salud mental en general. Para él, calificar la ansiedad como un trastorno de forma automática es un error de base, porque elimina la posibilidad de entenderla como una reacción lógica a una situación concreta.
A su modo de ver, el problema empieza cuando se convierte en una etiqueta que tapa el verdadero conflicto. Lo resume de forma clara: “No, la ansiedad es un síntoma que simplemente te dice que algo está pasando, vamos a ver qué está pasando”.
Con ese planteamiento, la ansiedad deja de ser el problema y se convierte en la pista principal para encontrarlo. Y ahí está la vuelta de tuerca: no se trata solo de calmar el síntoma, sino de entender por qué ha aparecido. Quizá no haya botón de apagado, pero sí hay una ruta que empieza por escuchar lo que el cuerpo está diciendo. Aunque lo diga a gritos.

