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Dra. Cristina Martínez, psicóloga: “Ser estricto con los hijos no los hace más perfectos, los hace más inseguros. Crecen creyendo que no son suficientes y que mostrar las emociones es una debilidad”

Familia 

Martínez revela que las heridas que deja un padre emocionalmente ausente o excesivamente exigente no desaparecen al llegar a la adultez. Sin embargo, señala que nombrarlas, comprenderlas y trabajarlas es el primer paso para comenzar a liberarse de ellas

Cristina Martínez

El entorno en el que crecen los niños es fundamental para su desarrollo. El ambiente familiar durante los primeros años de vida marca muchas de las actitudes y comportamientos futuros. En esta etapa tan importante, el apoyo y el cuidado de los padres resultan esenciales, acompañando a los hijos tanto en sus errores como en sus aciertos, y educándolos desde el respeto, el cariño y la confianza.

Podríamos decir que, cuando somos niños, la familia es uno de los entornos más importantes, un referente al que nos aferramos y del que tomamos ejemplo en casi todos los ámbitos. Durante la infancia, es en el núcleo familiar donde comenzamos a socializar y, dependiendo de si este ambiente es positivo o negativo, los niños pueden desarrollar unas conductas u otras que influirán en su vida adulta.

Niño junto a su madre

Getty Images

La implicación parental puede ayudar significativamente a que los niños crezcan y desarrollen actitudes sanas. En cambio, también existen situaciones en las que no se da un buen clima familiar, lo que conlleva consecuencias importantes a largo plazo. Un ejemplo de ello lo aborda la doctora Cristina Martínez, psicóloga y divulgadora, que a través de sus redes sociales comparte contenidos sobre crianza consciente. En uno de sus últimos vídeos, explica por qué la manera en que tratamos a nuestros hijos es clave para su bienestar emocional.

Te dicen que no llores, que no exageres. Exigen perfección, pero nunca reconocen lo que haces bien. Y si fracasas, prepárate, porque serán los primeros en señalarlo

Dra. Cristina Martínez

“Ser estricto con los hijos no los hace más perfectos, los hace más inseguros”, comienza diciendo la doctora. En ocasiones, criar desde la exigencia se convierte en una rutina, pero lo cierto es que esto no fortalece. Cuando creces en un entorno rígido, te acostumbras a vivir con miedo a equivocarte. Ese miedo puede llevar a los niños a pensar que nunca son suficientes y que jamás harán lo correcto para satisfacer a sus padres.

Uno de los casos más habituales que describe la doctora es el de los padres estrictos que, además de ser duros, ignoran a sus hijos cuando las cosas no salen como esperaban. Esta actitud puede provocar una baja autoestima y un temor constante al error, ya que el miedo a ser rechazado o ignorado genera ansiedad. Como consecuencia, también puede surgir el miedo a expresarse, ya que los niños se acostumbran a reprimir sus emociones. Esto se traduce en una autoestima debilitada. “Te dicen que no llores, que no exageres. Exigen perfección, pero nunca reconocen lo que haces bien. Y si fracasas, prepárate, porque serán los primeros en señalarlo”, relata Martínez.

Creces creyendo que no eres suficiente, que mostrar tus emociones es una debilidad, que por más que hagas siempre se podría hacer mejor

Dra. Cristina Martínez

Familia

Getty Images

“Y tú creces creyendo que no eres suficiente, que mostrar tus emociones es una debilidad, que por más que hagas siempre se podría hacer mejor, y que si no eres perfecta, no mereces amor ni aprobación. Entonces te haces mayor y te castigas cuando fallas, te exiges más de lo que le exigirías a nadie, y te cuesta pedir ayuda porque crees que estás molestando. Y vives con esa vocecita interior que constantemente te repite que no eres suficiente, que no vales”, concluye la doctora.

Según una publicación de la revista científica Revista de Psicología y Educación, los hijos de padres autoritarios y exigentes presentan una mayor probabilidad de desarrollar baja autoestima y dificultades emocionales y sociales en la adultez. Por tanto, la doctora explica que las heridas que deja un padre emocionalmente ausente o excesivamente exigente no desaparecen al llegar a la adultez. Sin embargo, señala que nombrarlas, comprenderlas y trabajarlas es el primer paso para comenzar a liberarse de ellas.

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