“¿Te puedo llamar?” era una pregunta inexistente hace 20 años. Aunque hoy en día pedir permiso mediante un mensaje antes de realizar una llamada telefónica es casi una norma social, era algo impensable cuando no existían los smartphones. Simplemente se llamaba. Si la otra persona respondía, bien. Y si no, se intentaba más tarde.
Actualmente, muchos jóvenes evitan las llamadas telefónicas e incluso cuelgan de inmediato cuando oyen el tono en su bolsillo, o más bien lo ven en pantalla, porque la mayoría tiene el móvil en silencio. Reciben tantos estímulos a través de sus dispositivos que han decidido ser ellos quienes eligen cuándo y cómo responder, si es que lo hacen. Con un mensaje de texto, un sticker, un audio o un emoticono. Estas son solo algunas de las muchas transformaciones en los códigos comunicativos que han emergido en nuestra cultura desde la publicación de la primera edición de Ni me explico ni me entiendes (2004), uno de los libros más conocidos del psicólogo Xavier Guix, que busca arrojar luz sobre estos cambios.
Guix acaba de lanzar una nueva edición actualizada de esta obra, con el objetivo de aclarar los misterios de un mundo donde cada vez existen más modalidades comunicativas. Gracias a los avances tecnológicos y a las redes sociales, somos más accesibles que nunca. Pero comunicarse más no es sinónimo de hacerlo mejor. Desde La Vanguardia, hablamos con él para desentrañar algunos de los enigmas que se esconden detrás de las conversaciones más cotidianas que enfrentamos en nuestro día a día.

Xavier Guix, psicólogo
En el libro mencionas que la comunicación es, junto al amor, la acción más importante del ser humano. ¿Por qué?
Es lo que nos une. La comunicación sirve para expresarnos, darnos a conocer, crear juntos, compartir y darle significado a lo que vivimos. Y no solo importa lo que se dice, sino cómo nos sentimos al decirlo. Hay un nivel de contenido y un nivel relacional. Podemos estar diciendo algo neutral, pero si no nos sentimos cómodos con la otra persona, ese mensaje se distorsiona. Eso es lo que le da vida y profundidad a la relación, y en el fondo responde a su gran propósito: darnos a conocer y crear vínculos. A veces lograremos vincularnos, otras no, pero la función esencial sigue siendo la misma: mostrarnos al otro y, en la medida de lo posible, establecer una conexión.
Escuchar activamente implica callar tu mente para estar presente con el otro
¿Cómo se explica que, con tanta tecnología, sigamos fallando al comunicarnos?
Porque estar más conectados no significa estar más disponibles. Podemos comunicarnos por miles de medios, pero si no estamos presentes, atentos y disponibles emocionalmente, entonces esa comunicación no se da plenamente. Además, cada persona interpreta el mundo desde su propio mapa mental, sus creencias, sus experiencias. Aunque hablemos el mismo idioma, no siempre decimos lo mismo. Pero en realidad, el problema no es tanto de comunicación, sino de comprensión. No logramos entender cómo el otro está percibiendo y viviendo la realidad, que probablemente es distinta a la nuestra. De ahí nace esa idea de que “hablando la gente no se entiende”, porque no basta con contarnos las cosas. Para que realmente haya entendimiento, necesitamos comprender el mapa mental desde el cual el otro construye su visión del mundo.

La comunicación sirve para expresarnos, darnos a conocer, crear juntos, compartir, darle significado a lo que vivimos
En el libro mencionas las 'interferencias comunicativas' como obstáculos clave en la comunicación. ¿Cuáles son, en tu experiencia, las más comunes?
Los malentendidos, sin duda. Y vienen de las presuposiciones: creemos que el otro va a actuar o responder de cierta manera, y cuando no lo hace, sentimos frustración. También hay tres “virus” clásicos de la comunicación: las omisiones, las distorsiones y las generalizaciones. Omitimos información porque resumimos experiencias; distorsionamos cuando damos por sentado el motivo de lo que otros hacen; y generalizamos con frases como “tú siempre” o “nunca”. Son expresiones generalistas que son muy incómodas dentro del campo de la comunicación.
Aunque hablemos el mismo idioma, no siempre decimos lo mismo
¿Qué papel juega la escucha activa en todo esto?
Es clave. Escuchar activamente implica callar tu mente para estar presente con el otro. No estás pendiente de lo que vas a decir, sino de lo que estás recibiendo. Escuchas no solo las palabras, sino el tono, la expresión, el gesto. Es una forma de captar la verdad emocional de lo que se está diciendo.
¿Por qué, aunque oímos, muchas veces no escuchamos?
Porque estamos llenos de lo nuestro. Vivimos con prisa, sin tiempo para detenernos. Hablar requiere atención, energía, y a veces implica conflicto, y hay quien prefiere evitarlo. Así, muchas cosas se ocultan bajo la alfombra hasta que un día explotan.

Al escuchar a alguien, prestamos más atención a cómo lo dice que a lo que dice
¿Qué peso tiene la comunicación no verbal en la interacción humana?
Muchísimo. Según estudios, las palabras representan solo el 7% de la comunicación. El tono, un 38%. Y el lenguaje no verbal, como gestos y expresiones, un 55%. Al escuchar a alguien, prestamos más atención a cómo lo dice que a lo que dice.
Hablar requiere atención, energía, y a veces implica conflicto, y hay quien prefiere evitarlo
¿Cuáles son los gestos más comunes que usamos al comunicarnos?
Hay micromensajes muy reveladores. ¿Conoces la imagen de los tres monos sabios? Uno se tapa la boca, otro los ojos y otro los oídos. Pues los humanos hacemos algo parecido. Cuando estamos nerviosos o inseguros, solemos llevarnos la mano a la cara. Los niños, por ejemplo, se tapan la boca de forma exagerada cuando dicen algo que no deben. Y los adultos, aunque no lo hagamos tan evidente, mostramos esos gestos de forma más sutil, como rascarnos cerca de la boca, tocarnos la oreja o frotarnos los ojos. Todos esos gestos, aunque sutiles, muestran lo mismo: esa tendencia de llevar la mano hacia la boca, los ojos o los oídos suele ser una señal de que hay algo que no está del todo claro o que nos incomoda
Si alguien está pendiente del móvil o mirando a otro lado, difícilmente te está prestando atención
¿Y qué gestos nos indican que la otra persona no nos está escuchando?
El más claro es la falta de mirada. Si alguien está pendiente del móvil o mirando a otro lado, difícilmente te está prestando atención. También lo notas cuando no hay devolución: ni un gesto, ni una señal de que está siguiendo la conversación.

Cuando actuamos desde el impulso, es más probable que compliquemos el conflicto
¿Cómo podemos prepararnos emocionalmente para afrontar una conversación difícil?
Lo ideal es tener calma interior antes de abordarla. Poder hablar desde la asertividad, expresando lo que sentimos en primera persona. Si decimos “yo me he sentido así” en vez de “tú me has hecho”, bajamos el nivel defensivo del otro. En cambio, cuando actuamos desde el impulso, es más probable que compliquemos el conflicto.
¿Cómo sabemos si una conversación está guiada por la emoción más que por la razón?
Lo notamos cuando alguien se encierra en sí mismo, se distancia, adopta un rol combativo o niega todo lo que se le dice. También cuando interrumpe constantemente o responde antes de que termines de hablar. Ahí es evidente que la emoción está tomando el control.
¿Qué papel juegan los roles en la comunicación?
Los roles pueden ayudarnos a interactuar cuando no nos conocemos, nos dan un marco. Pero el problema aparece cuando alguien se confunde con su rol y no se muestra como persona. Entonces solo conocemos una fachada. Lo ideal es que seamos capaces de alternar: a veces hablamos desde nuestro rol, y otras desde nuestra persona.

Los roles pueden ayudarnos a interactuar cuando no nos conocemos
¿Cómo podemos salir de un rol cuando nos sentimos atrapados en él?
Abriéndonos. Mostrando también quiénes somos más allá del papel que desempeñamos. Compartiendo algo personal, permitiendo que nos vean como seres humanos y no solo como funciones.
La falta de empatía, de interés por el otro, hace imposible una buena comunicación
¿Cómo afecta el egocentrismo a la comunicación?
Es un gran obstáculo. La falta de empatía, de interés por el otro, hace imposible una buena comunicación. Hay personas que solo hablan de sí mismas, no preguntan, no escuchan. Eso genera una sensación de no ser reconocido, y todos necesitamos sentirnos vistos y valorados.
¿Vivimos en una sociedad más egocéntrica que hace 20 años?
Sí, sin duda. Las redes sociales han potenciado ese narcisismo, aunque no por culpa de las redes en sí, sino por cómo las usamos. Hay un exhibicionismo emocional: gente que lo muestra todo, ya sea desde la grandilocuencia o desde la victimización. Pero en ambos casos, es un narcisismo disfrazado.
¿Qué aspecto positivo destacarías de las redes sociales?
Para muchas personas han sido una vía para conectar, encontrar afinidades, salir del aislamiento. También han generado espacios de ayuda, de encuentro. Y, además, nos permiten ver lo que los medios tradicionales a veces no alcanzan. Pero, claro, luego hay que ver cómo se cuenta eso, y si es verdad.