El llanto es una de las primeras acciones que realiza un ser humano al nacer. Sin conocer las normas sociales, los bebés expresan sus emociones sin filtros ni temores. Este instinto de supervivencia es también su forma natural de comunicarse con el mundo y manifestar cómo se sienten. Sin embargo, a medida que crecemos, esa capacidad innata para mostrar nuestras emociones va desapareciendo, reprimida por convenciones culturales que premian el autocontrol, la dureza y la frialdad.
En una sociedad que durante décadas ha valorado la fortaleza física y la contención emocional, la psicóloga Inma Puig propone reivindicar la sensibilidad como una forma de valentía, y no de debilidad.
Sin conocer las normas sociales, los niños pequeños expresan sus emociones sin filtros ni temores
Durante su participación reciente en el proyecto Aprendemos Juntos BBVA, Puig puso el foco en la resistencia social a compartir emociones, un gesto que aún hoy suele asociarse con vulnerabilidad. “La idea de que, si muestras tus sentimientos, estás enseñando unas cartas por donde luego te pueden hacer daño, sigue muy presente”, señala. Esta percepción lleva a muchas personas a ocultar lo que sienten como mecanismo de defensa.
La idea de que, si muestras tus sentimientos, estás enseñando unas cartas por donde luego te pueden hacer daño, sigue muy presente
Pero Puig sostiene con claridad que mostrar las propias emociones no es un acto de fragilidad, sino todo lo contrario. “Compartir las emociones y los sentimientos no es un indicador ni de vulnerabilidad ni de debilidad; al contrario, es un signo de sensibilidad”, afirma.
En su visión, la sensibilidad no solo es una virtud humana, sino también un criterio de confianza. “Solo la persona sensible es confiable. No hay que fiarse de los insensibles, de esas personas frías y duras que buscan sacar provecho a costa de la salud emocional de los demás”, advierte. Incluso llega a afirmar que este tipo de personas deberían considerarse como una “especie a extinguir”.
Para Puig, el cambio de paradigma es urgente y necesario. “El pasado ha sido de los fuertes físicamente. El futuro es de los sensibles”, concluye. Una frase que nos hace repensar los modelos de liderazgo, las dinámicas sociales y las formas de relación, en una sociedad que poco a poco comienza a valorar la inteligencia emocional como clave del bienestar colectivo.


