En la vida cotidiana, solemos escuchar que no debemos juzgar a los demás, que todo conflicto se resuelve con comprensión y paciencia. Sin embargo, existen situaciones en las que negar nuestras emociones puede resultar perjudicial, generando frustración y dejando espacio para que otros nos traten de manera inapropiada. Esa es la reflexión que comparte David Corbera en su canal de Instagram, donde más de 400.000 seguidores siguen sus consejos sobre gestión emocional.
“Lo importante no es dejar de juzgar, sino observar qué revela ese juicio sobre nosotros y qué podemos aprender de él”, explica Corbera. Según el psicólogo, el juicio no es un signo de debilidad o negatividad, sino una oportunidad para identificar emociones, límites y patrones que necesitan atención.
Cuando juzgar se convierte en aprendizaje
El juicio como herramienta de autoconocimiento
Corbera insiste en que el juicio debe verse como un espejo, ya que nos permite reconocer cómo nos afectan ciertas personas o situaciones y qué aspectos de nosotros mismos debemos comprender mejor. “Si nadie nos genera animadversión y no nos atrevemos a juzgar, nos quedamos estancados y permitimos que nos traten de maneras que son inadmisibles”, advierte.
El experto explica que emociones como la rabia o el enfado, cuando se canalizan correctamente, pueden servir para establecer límites claros y proteger la autoestima. “El primer paso siempre es juzgar, pero no puedes mantener ese juicio demasiado tiempo, porque entonces se vuelve en tu contra”, aclara.
Más allá de las emociones, Corbera también promueve un enfoque práctico y accesible que combina ciencia y espiritualidad. Su objetivo es ayudar a las personas a cuestionar sus creencias limitantes, encontrar respuestas en su interior y utilizar la conciencia como herramienta para el cambio.
En sus vídeos y formaciones, enfatiza que comprender nuestras emociones, incluso las incómodas, es clave para el bienestar y la transformación personal.
Al final, la reflexión de Corbera invita a replantear la idea de empatía y tolerancia. No se trata de justificarlo todo, sino de observar, aprender y actuar desde la conciencia. Reconocer lo que sentimos, incluso el enojo o la aversión, no nos hace peores personas; simplemente nos permite poner límites y proteger nuestra integridad emocional.



