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Teresa Ribera: “El negacionismo climático es intolerable; es una irresponsabilidad”

Líderes

Como vicepresidenta primera de la Comisión Europea, es responsable de lograr la neutralidad climática,
algo apremiante. Hablamos con la española con más poder en Europa de sus experiencias y retos

Con la perra de un amigo, en Bruselas, la víspera de su audiencia como Comisaria

Cedidas por TR

El despacho de Teresa Ribera en la sede de la Comisión Europea, en Bruselas, está inundado de luz en la mañana de primavera en la que recibe al Magazine. Es funcional y acogedor: paredes blancas, sofás gris suave y estanterías con libros y recuerdos personales. “Un altarcito”, como bromea Ribera, donde destacan las láminas botánicas de Celestino Mutis, un gaditano ilustrado que lideró expediciones científicas en América.

El despacho lo decoró la propia Ribera tras su nombramiento como vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea. Desde noviembre de 2024, esta madrileña de 56 años ejerce como la número dos de la Comisión presidida por Ursula von der Leyen. Lo hace rodeada de un sólido equipo, el gabinete con mayor número de mujeres de la UE. Algunos son colaboradores de su etapa anterior y la definen como “coherente, fiel y leal”, además de una trabajadora infatigable.

Teresa Ribera

Desde noviembre de 2024, ejerce como la número dos de la Comisión presidida por Ursula von der Leyen

Su currículum avala este último adjetivo: graduada en Derecho y Ciencias Políticas, es funcionaria del Estado y ha impartido clases en la Universidad Autónoma de Madrid. En la política española ha sido, entre otros, secretaria de Estado, ministra para la Transición Ecológica y vicepresidenta tercera del Gobierno de Pedro Sánchez. Su contribución a la consecución del Acuerdo Climático de París 2015, cuando dirigía el Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales, es reconocida internacionalmente.

Como vicepresidenta ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva, Ribera se encarga de garantizar los objetivos del Pacto Verde Europeo, la estrategia de la Unión para combatir el cambio climático y alcanzar la neutralidad climática para 2050. Todo ello en un entorno cada vez más hostil, donde el negacionismo y la ultraderecha se oponen a las políticas verdes, pese a un verano sofocante y angustioso. Pero ella no pierde ni la esperanza ni la calma, que se reflejan en su discurso coherente y ponderado que, a la vez, transmite pasión por el servicio público y la justicia social.

Sus otros trabajos en política han sido, entre otros, Secretaria de estado, Ministra para la Transición Ecológica y Vicepresidenta tercera del Gobierno de Pedro Sánchez

Margot Lavigne

 Es usted una de las expertas mundiales en políticas ambientales: ¿Por qué decide enfocar su carrera en este campo?

Empecé como profesora y funcionaria, con un trabajo técnico, pero me pareció que desde el punto de vista de la equidad y la justicia, la ecología era un espacio muy interesante. Aunque es verdad que yo me crié, ahí, en los montes, en la sierra de Guadarrama (señala una acuarela, del Pinar de los Belgas, al borde de la Sierra, adquirido por el Estado en 202) y que en mi adolescencia hubo dos batallas que se ganaron: salvar a las ballenas y el desarme nuclear. Además, mi madre trabajó en la Institución Libre de Enseñanza, donde el componente formativo tenía mucho que ver con el aprendizaje en un entorno natural. Mis hermanos y yo incorporamos eso casi sin darnos cuenta, pero dedicarme a la ecología fue una una decisión consciente, vocacional.

En la lucha contra el cambio climático destacan mujeres como usted, Christiana Figueras, Mary Robinson, Greta Thunberg…. ¿Las mujeres estamos más comprometidas en esta crisis?

Christiana Figueres es muy amiga mía. La conocí mucho antes de que fuera secretaria ejecutiva de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Y sí, hay otras muchas mujeres vinculadas a esta lucha. Lo paradójico es que durante mucho tiempo era una batalla protagonizada por hombres. De hecho, hay una anécdota maravillosa y es que cuando en 2001 se ratificó el protocolo de Kioto, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y había que activar un montón de comités para su cumplimiento, todos los candidatos presentados por los países… eran hombres. Entonces, empezamos a reclamar que hubiera más mujeres en esta batalla institucional. Hoy es un ámbito donde nos hemos ido asentando con mucho aplomo.

Creo que se nos ha olvidado que formamos parte de una sociedad en la que a todos nos va mejor si a los demás les va mejor”

El negacionismo climático activo, el revertir políticas verdes, está representado por el muy masculino movimiento MAGA. ¿Qué sintió ante el “drill, baby, drill” (“perfora, nena, perfora”) de Trump?

Irritación profunda. Hay una imposición de una visión arrogante, muy dañina para la mayoría, que no tiene nada que ver con la física y con la realidad que nos circunda. Es una profunda irresponsabilidad, intolerable, que me genera una gran irritación.

Da la sensación de que en el poder hay muchos niños mimados, que actúan a golpe de rabieta o como matones de patio de colegio…

Creo que se nos ha olvidado que formamos parte de una sociedad en la que a todos nos va mejor si a los demás les va mejor. Y, en gran medida, con esta revolución digital, en la que nos comunicamos no con los amigos, sino con nuestra aplicación, con nuestro ordenador o nuestra Play, se nos ha olvidado cómo gestionar consenso y formar parte de la sociedad.

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¿Recuerda qué sintió en su primer día como vicepresidenta primera de la Unión Europea?

Una emoción muy grande. Yo, como muchos españoles, hemos vivido Europa como una referencia de libertad, de derechos y de democracia. Formar parte del Colegio de Comisarios es algo que jamás pensé que pudiera ocurrirme. Es un enorme privilegio y una gran responsabilidad en un momento muy, muy, sensible y difícil, donde vemos con horror como resurgen cosas que creíamos olvidadas: la imposición por la fuerza de los argumentos en nuestras fronteras del Este; la utilización de la economía, el comercio y las materias primas básicas como instrumentos de presión política; el desprecio por los derechos civiles y el crecimiento de los movimientos antidemocráticos en Europa.

Ante todo esto: ¿Duerme bien por la noche?

La sensación de estar viviendo varias crisis simultáneas terribles es muy desazonadora: en Gaza estamos viendo el desprecio a lo más elemental del respeto a las personas y la dificultad para generar consensos en Europa para frenar eso me produce una angustia enorme. Quizá es el punto más duro, aunque me siento orgullosa de cómo Europa ha reaccionado en Ucrania.

En la COP28 de Dubái, en 2023, con el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres y el entonces comisario europeo de Clima, Wopke Hoekstra

Cedida por TR

Hablando de desazón: su ratificación como comisaria fue un proceso muy duro debido el boicot del PP, empecinado en reclamarle responsabilidades por la dana de Valencia. ¿Cómo soportó esas circunstancias?

Aquel episodio me generó, primero, mucho respeto y amistades en familias políticas muy diferentes y de todos mis compañeros del Colegio de Comisarios. No daban crédito a lo que estaban viendo y creo que, fundamentalmente, eso descalificó a las personas que actuaron así. La utilización de la esfera pública para verter cualquier basura debilita el funcionamiento de la democracia: porque está muy bien protestar y argumentar y acusar y buscar, pero siempre cuando haya fundamento, no con falta de respeto.

El respeto parece ser un valor clave para usted: ¿se lo inculcaron de niña?

Recibí una educación en la que la palabra, la argumentación y el respeto eran fundamentales. Otro valor muy importante era no mentir. Y a lo largo de mi vida política me he encontrado con muchas mentiras de frente. Viví de forma enormemente dolorosa la tragedia de la dana en Valencia, porque he dedicado una muy buena parte de mi vida, a los temas de clima y ambientales: la ordenación del territorio, el tomarse en serio los datos y la realidad científica; cómo combinar los esfuerzos para estar preparados frente a grandes incendios, inundaciones y sequías… Todo esto está en nuestra mano; porque hay muchas cosas que que se nos escapan, pero hay otras que podemos hacer. Por tanto, el ver lo que pasó, a diez kilómetros de València, cuando contamos con modelos de predicción y mecanismos de alerta, fue muy doloroso. Y ver cómo se producía semejante manipulación fue irritante. Pero me pareció importante no caer en la provocación. En todos mis años de vida, personal y pública, no he caído ni en el insulto ni en la descalificación ni en la mentira. Por tanto, había que aguantar un poco.

Ursula von der Leyen es muy agradable y respetuosa y muy consciente del momento tan crítico que vive Europa”

 ¿Cómo es su relación con Ursula von der Leyen?

Muy agradable y muy respetuosa. Es una mujer que es consciente del momento tan crítico que vive Europa y que procura encontrar un espacio intermedio, para seguir avanzando en un escenario muy polarizado. Venimos de familias políticas diferentes, pero debemos buscar cómo generar consensos respetando que la inmensa mayoría pueda sentirse reconocida. Luego, yo quiero agradecerle enormemente la confianza y la complicidad: porque me propuso como vicepresidenta primera y no tuvo la menor duda al respecto, y lo ha seguido haciendo.

Von der Leyen tiene seis hijos, usted, tres. Ambas ha hecho carreras admirables. En su caso: ¿Cómo ha combinado la maternidad con el trabajo?

Tengo tres hijas estupendas: han estudiado —siempre en la escuela pública— y a las tres les ha ido muy bien, pero yo siempre estaba muy preocupada para que el tiempo que pudiera dedicarles fuera de calidad. A veces, cuando eran pequeñas, llegaba a casa cansadísima. También viajaba mucho y, de repente, encontraba notas diciendo: “Teresa, no te vayas de viaje”. Yo intentaba darles la vuelta, les decía que tenían que aprender inglés y que, además: “Mamá va a hacer cosas que son muy importantes y muy bonitas”. Se quedaban un poco descolocadas, pero aprendieron a respetar eso.

Dice que su relación con Ursula von der Leyen es agradable y respetuosa

Margot Lavigne

¿Ha recibido críticas de su entorno por ser madre y profesional exitosa?

Un día, una de mis hijas, con siete años, vino del cole y me dijo, “Mamá, ¿qué significa 'criarse sola’?” La mamá de una compañera de clase le había dicho: “¡Pobre!, bastante tiene con criarse sola.” Yo respiré hondo. También recuerdo que otra de mis hijas ganó una carrera de fin de curso y me vino una mamá diciéndome: “¡¿Pero cómo ha ganado, si iba en chanclas?!” Me acordé que me había dicho que necesitaba deportivas, porque tenía la carrera, y no le había hecho ni caso… Cosas de esas he tenido muchas, pero, en general, los papás de las compañeritas del cole han sido supergenerosos. También estaban mi madre y su padre, por supuesto.

Mis hijas me dejaban notas en la nevera: 'Teresa, no te vayas de viaje'

Hay que reivindicar el concepto de la madre “lo suficientemente buena”. Tampoco es sano estar todo el día encima de los hijos.…

Sí, yo nunca fui así. Me acuerdo que una vecina mía, una señora estupenda, un día me dijo: “Todas hacemos lo que podemos y no hay recetas mágicas: yo dejé de trabajar para criarlos y tengo dos hijos muy majos, pero me han generado estos problemas… O sea, que tú no te preocupes”. Le agradecí mucho aquel comentario.

Para ocupar un cargo tan relevante hay otro aspecto a tener en cuenta: la imagen. ¿Le interesa la moda?

No soy una fashion victim, como probablemente resulta obvio. Procuro ir razonablemente cuidada y bastante previsible. No soy de grandes cambios ni de grandes cosas, lo que genera a estas alturas de la vida bromas y risas entre mis hijas. La moda me interesa, pero sin pasarse.

En la celebración del día del Orgullo, en Madrid, con su hija mediana, Cristina (izquierda) y compañeros del Ministerio para la Transición Ecológica

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Su refugio es Menorca, una isla que está siendo sometida a una tensión hídrica, climática, demográfica, habitacional y, además, la está comprando el gran capital. ¿Es un reflejo de lo que pasa en el mundo?

En gran medida, sí. Menorca, en efecto, vive una situación muy complicada, porque está sufriendo la presión del éxito: el haber apostado por un modelo de equilibrio en los años ochenta y noventa ha generado una situación tremendamente dura. Se convierte en una joya de la corona, donde cada vez hay más gente con mucho dinero que quiere poseerla. Y corre el riesgo de ir erosionando su propia naturaleza, su identidad, con unas dificultades objetivas para sus habitantes, que ven como el acceso a la vivienda, las presiones sobre el agua, los servicios, etc., se disparan.

Estamos en emergencia climática; la vivimos en directo. ¿Podemos gestionarla o tiramos la toalla?

Soy enormemente optimista porque, si no, no estaría aquí. Somos las primeras generaciones que tenemos la capacidad para tener una visión de conjunto y tomar decisiones concertadas, no de efecto inmediato, sino coherentes a lo largo del tiempo. Por supuesto sería mucho mejor que el cambio tuviera lugar de forma inmediata y ya frenáramos los grandes impactos, pero no hay que abandonar. No hay que desfallecer. Lo más importante es luchar contra la propia frustración, que creo que es lo más peligroso en estos momentos.

Con José Luis Rodríguez Zapatero, durante la campaña de las generales de 2023

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