Las brujas son uno de los elementos místicos más reconocibles del folklore de cualquier país. No importa que sea en Europa, Estados Unidos, Japón o demás territorios del mundo, no hay país que no tenga una bruja o un brujo destacado en su historial. Su aspecto y el misterio que las rodean las han convertido en objeto de culto cultural, siendo protagonistas de novelas, películas, series de televisión y demás ramificaciones.
Sin embargo, su adoración también puede trasladarse al mundo real. Esto es lo que ocurre en La Alpujarra alta, en la provincia de Granada, donde se encuentra un pueblo dedicado al completo a estas figuras mágicas. Se trata de Soportújar, situado a 68 kilómetros de la capital y con 274 habitantes censados en 2024, a los cuales se les conoce como brujos. Sus calles están llenas de referencias al colectivo, incluyendo una particular escultura.
Sobre las patas de una gallina se levanta la casa de Baba Yaga, una de las brujas más conocidas a nivel mundial. Sus orígenes se sitúan en territorio ruso, comiendo niños. Cuenta la leyenda que un día se acercó a Soportújar de visita, y decidió quedarse para librarse del frío eslavo. Junto a su hogar, se puede encontrar un busto de gran tamaño mostrando su cabeza. Los portales especializados lo consideran el punto emblemático más destacado dentro del pueblo.
Otro edificio particular es la casa de Hansel y Gretel, idéntica a la descrita en el cuento de los hermanos Grimm. Además, también existen estatuas como la que adorna el Mirador del Embrujo: dos brujas con un caldero hirviente. La Fuente del Dragón, cuya agua se dice que puede otorgar poderes afrodisíacos y estimulantes de la fertilidad, destaca del mismo modo junto al tramo más estrecho de todo el pueblo: la calle Zanjilla, de tan solo 48 centímetros de ancho.
Místico y misterioso
Aun así, el destino por excelencia se encuentra a las afueras, junto al cementerio y el barranco: la Cueva del Ojo de Bruja. Las leyendas describen este lugar como el refugio de una mujer que poseía poderes sobrenaturales, un hecho que se ha recordado en la actualidad con una estatua representativa de su antaño inquilina. El acceso provee a los turistas de unas amplias vistas de La Alpujarra, a pocos minutos del núcleo.
Los orígenes de Soportújar como villa de brujos se remontan a la denominada Rebelión de las Alpujarras, durante el reinado de Felipe II en el siglo XVI. Tras la expulsión de los moriscos, se instalaron colonos procedentes de Galicia con costumbres paganas, mencionando constantemente meigas, aquelarres y rituales nocturnos. Un origen sin confirmación completa por fuentes históricas, pero vinculado a distintas denuncias de brujería por la iglesia.