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Ruta por la Sierra Morena sevillana, un destino desconocido (y fresco) ideal para recorrer en verano

Escapada

La sierra andaluza es un refugio verde salpicado de encinas, robles y alcornoques en el que el tiempo transcurre lentamente

La cartuja de la Inmaculada Concepción de Cazalla de la Sierra tiene 600 años de historia

Irene González

La Sierra Morena sevillana, situada a solo una hora de la capital andaluza, se disfruta con los cinco sentidos. Parque natural y geoparque, es un vergel con temperaturas agradables, también en verano, gracias a sus enormes franjas boscosas en las que habitan más de un centenar de especies de aves. 

Este paraíso esconde en sus riberas misteriosos bosques de galería llenos de cerezos silvestres, de avellanos y de castaños y deliciosos pueblos como Cazalla de la Sierra, San Nicolás del Puerto, Alanís y Constantina, localidades desconocidas en los que perderse sin prisas.

Cazalla de la Sierra

La hospedería de la cartuja permite sumergirse en la tranquilidad del entorno

Irene González

Cazalla de la Sierra sobresale por su patrimonio natural e histórico y tiene en la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, del siglo XVIII, uno de los orgullos del pueblo. Su altísima torre, coronada por un chapitel, se ve desde cualquier punto del casco histórico. Otra joya, también del siglo XVIII, es el convento de Santa Clara y las plazas Mayor y del Coso, ideales para el irresistible arte del tapeo.

Pero además, Cazalla de la Sierra es una gran caja de sorpresas porque tiene un monasterio, el de la cartuja de la Inmaculada Concepción, con más de 600 años de historia, donde los religiosos elaboraban aguardiente. Se construyó sobre un recinto árabe del siglo VIII y aquí vivieron los monjes jerónimos hasta que fueron sustituidos por los cartujos que se dedicaron a trabajar la tierra, a destilar y a crear el famoso aguardiente anisado de Cazalla, perfeccionando sus alambiques y las alquitaras de origen árabe. Y además, eran muy hospitalarios porque en la casa del peregrino se acogían a caminantes del camino de Santiago y de la ruta de la Plata.

Una de las destilerías más llamativas es la Miura, ubicada en los viejos almacenes del convento de San Francisco

Con la desamortización de Mendizábal, los cartujos fueron expulsados y el convento se abandonó, hasta que en los años 70 lo compró un inglés y convirtió la increíble capilla del peregrino en su casa. Años más tarde se lo vendió a Carmen Ladrón de Guevara que emprendió una restauración premiada con el prestigioso Europa Nostra, y lo transformó en un establecimiento de turismo rural con encanto, en el que los huéspedes duermen en las antiguas celdas de los monjes.

Otro icono de Cazalla de la Sierra son sus destilerías. Una de las más llamativas es la Destilería Miura, ubicada en los viejos almacenes del convento de San Francisco, donde desde el siglo XV los monjes ya elaboran licores y anises. En este convento, reconvertido en fábrica, los alambiques centenarios siguen brillando junto a tinajas de barro calentadas por estufas de pellet que antes eran de leña, y que siguen respetando el ritual de la destilación lenta. Parte del proceso aún se realiza en tinajas de barro de hasta 1.500 litros y alambiques de más de un siglo de historia, calentados a la antigua. 

En la Destilería Miura, ubicada en los viejos almacenes del convento de San Francisco, los monjes elaboran licores y anises desde el siglo XV

Irene González

En la Destilería Miura enseñan la técnica de destilación tradicional y hacen catas de delicias de anís seco y dulce, crema y guindas, fusionando tradición y sabor auténtico. Y de este arte destilero surgió la expresión popular “tener voz de cazallero”, vinculada a la historia de la localidad, ya que en el mismo pueblo y en los cortijos próximos había decenas de destilerías familiares dedicadas a la elaboración del anís.

En ellas, para hacer el licor, los lugareños cataban muchas veces la bebida hasta lograr el punto idóneo. Lo que, dado el grado alcohólico y la temperatura, les provocaba afecciones en sus cuerdas vocales, que les dejaba voz de cazallero.

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Colonias de Galeón, la Colonia 40

Y es que desde la edad media, entre monjes, abadías y generosos viñedos, en Cazalla de la Sierra saben mucho de tradición gastroenológica. Donde la maridan como nadie, es en las Bodegas Colonias de Galeón, unas de las más antiguas y emblemáticas de la zona, que ofrece visitas y catas maridadas con deliciosos productos locales. Además de mostrar el interior de la bodega y sus técnicas de viticultura, ofrecen un pequeño recorrido por carretera hasta llegar al corazón del viñedo, La Colonia 40. En la casita del viñedo y en un entorno increíble, se toma un exclusivo almuerzo campero a base de cordero elaborado en horno de leña. 

Colonias de Galeón permite revivir una historia que se remonta a los siglos XV, XVI y XVII, cuando Sevilla era la principal exportadora de vino a América, como escribieron Cervantes y Lope de Vega. Porque estos vinos viajaron con Magallanes en su vuelta al mundo aguantando temperaturas extremas.

En la casita del viñedo de La Colonia 40, se degusta un exclusivo almuerzo campero

Irene González

Por su parte, la historia de Las Colonias resulta singular porque nacieron en el siglo XIX con el reparto de 70 lotes de tierra a 70 colonos. El objetivo del regalo era que los colonos trabajaran este terreno rocoso, con suelos de caliza y pizarras, ideales para el cultivo ecológico de un vino excelente. La iniciativa fue bautizada como Colonias Agrícolas de Galeón.

San Nicolás del Puerto

San Nicolás del Puerto, entre bosques de alcornoques y de encinas milenarias, es un pequeño pueblo de unos 600 habitantes. Además de sus muchos atractivos patrimoniales, tiene una gran actividad cultural entre la que destaca su singular festival de cine fantástico y de terror, La Vieja Encina, que se celebra el segundo fin de semana de marzo.

En agosto, San Nicolás del Puerto organiza su semana cultural repleta de conciertos, exposiciones, cine y teatro

En agosto, hay que disfrutar de su semana cultural repleta de conciertos bajo el puente romano, exposiciones, cine y teatro. Y es que este puente, construido sobre el río Galindón en el siglo I por los ingenieros del imperio, es uno de los mejor conservados de Andalucía.

Los residuos marinos del Cerro del Hierro

A caballo entre Constantina y San Nicolás del Puerto se esconde el monumento natural Cerro del Hierro, una antigua explotación minera a cielo abierto y que hoy forma parte del geoparque Sierra Morena, protegido por la Unesco. Este fantástico paisaje geológico, de más de 600 millones de años, se formó gracias a la sedimentación de residuos marinos. Es único en el mundo porque exhibe agujas, simas, travertinos formados por la precipitación de minerales disueltos en aguas subterráneas y cuevas, y pináculos de película.

Su circo natural, sus valles kársticos y sus pozas de agua rojiza convierten al Cerro del Hierro en un escenario de película

Irene González

Antes de empezar el recorrido hay que visitar el centro de interpretación, que era la antigua residencia a los ingenieros de la mina, para empaparnos de su geología, su flora y su historia. Y es que, el Cerro del Hierro está lleno de cuevas y simas que se han creado por la explotación minera que hace siglos comenzaron los romanos y que, gracias a ella, ha dejado al descubierto un maravilloso paisaje de formas y colores únicos. Su circo natural, sus valles kársticos y sus pozas de agua rojiza lo convierten en un escenario que parece sacado de otro planeta.

Además, todo el monumento natural está lleno de miradores con una panorámica casi lunar. Sin duda, es el paisaje ideal para hacer bicicleta, senderismo, escalada, y espeleología.

Otra interesante actividad es su vía verde sobre el antiguo trazado ferroviario que se puede recorrer en bicicleta o caminando. Y una curiosidad es que, en el antiguo poblado minero, que se conserva cerca del núcleo urbano de San Nicolás, residen algunos descendientes de los primeros mineros.

Otra de las propuestas del Cerro del Hierro es la observación de las estrellas, porque tiene uno de los mejores cielos nocturnos de Europa, lo que le ha valido ser reconocido como Destino Turístico Starlight. Así que, en verano, organizan talleres de observación en los que se descubren todos los secretos que esconde el firmamento.

Alanís

El castillo de Alanís, encaramado en la cima del cerro, se remonta a la época almohade

Irene González

Otra joya de la Sierra Morena sevillana es Alanís, que se remonta a los celtas, y donde los romanos, y después los musulmanes, dejaron su huella. Alanís tiene un rico patrimonio envuelto en naturaleza de pastos y olivares.

De camino a la subida al castillo, se encuentra la ermita de San Juan, del siglo XIV, hoy desacralizada y el mejor escenario para disfrutar de eventos culturales. Junto a ella, el mirador de los Suspiros permite o observar el valle de Matamoros y el monte Amapega. Tras la iglesia, se alcanza el castillo medieval de la época almohade, aunque fueron los castellanos quienes lo reforzaron en el siglo XIII como parte de la línea defensiva del reino de Sevilla. Ya en XIX, y gracias su estratégica situación, fue reconstruido y armado por los franceses. 

Alanís es uno de los pueblos con más densidad de fuentes naturales por habitante

Hoy, su torre del homenaje, sus tramos de muralla, su aljibe y sus vistas panorámicas de infarto son el escenario en el que cada año se celebran las Jornadas Medievales. El castillo cuenta con su propia leyenda, la del “moro escondido”, que habla de un tesoro enterrado cerca de la fortaleza custodiado por un espíritu que solo se deja ver en San Juan.

Aunque lo que pocos saben es que Alanís es uno de los pueblos con más densidad de fuentes naturales por habitante. Algunas, como la fuente del Pilarejo, escondida entre huertas y frutales, tienen fama de tener aguas curativas. Cualquier vecino de Alanís puede contar leyendas sobre sus poderes para curar dolencias o “espantar el mal aire”.

La Sierra Morena sevillana es un impresionante vergel

Irene González

Y otro tesoro de la localidad son sus exquisitos embutidos, entre los que destaca el jamón de bellota. Hay que catarlo en la fábrica de embutidos Los Romeros de Alanís, en la finca Buenavista. La factoría cría cerdos ibéricos en libertad en sus dehesas locales, los alimentan de bellotas y, posteriormente, elaboran los productos con antiguas técnicas familiares.