Perderse en las calles de Roma tiene un encanto especial, aunque muchas veces también trae algún disgusto cuando se trata de comer. Lo advierte Riki Andriola, un romano que conoce bien cómo funcionan los restaurantes junto a los puntos turísticos.
Explica que los locales situados en torno al Coliseo o la Fontana di Trevi suelen ofrecer platos poco cuidados y a precios muy altos. Por eso aconseja dar unos pasos de más y alejarse de esas zonas, donde la comida refleja mucho mejor la tradición de la ciudad.
Arruina la experiencia
Planificar con tiempo evita colas eternas y tarifas abusivas
Andriola insiste en que el error más habitual es sentarse en la primera terraza que aparece frente a un monumento famoso. Según sus palabras, “no lo hagas nunca porque es comida mediocre con precios altísimos”. Su recomendación es moverse hacia calles menos concurridas, donde los menús están pensados para vecinos y no solo para turistas. Ese pequeño esfuerzo marca la diferencia entre pagar de más por una pizza corriente o descubrir la cocina romana de verdad.
Otro de los puntos que subraya tiene que ver con las entradas para los lugares más visitados. La ciudad recibe a millones de viajeros a lo largo del año, y acercarse sin reserva al Vaticano o al Coliseo suele terminar en largas colas o en pagar tarifas más caras. Para evitarlo, recomienda organizar las visitas con antelación y asegurar las entradas antes de aterrizar en la capital italiana.
El tercer consejo que ofrece va en otra dirección. Andriola asegura que recorrer la ciudad por libre está bien, aunque hacerlo acompañado por alguien local multiplica la experiencia. Señala que “un tour guiado por un romano enseña rincones que de otra manera pasan desapercibidos”. No se trata solo de monumentos, también de pequeñas iglesias, plazas escondidas o trattorias familiares que escapan de las guías rápidas.
Sin correr riesgo
Es habitual que muchos turistas caigan en el error
En redes sociales, varios usuarios comentaron que habían caído en los errores que menciona el romano y se reconocieron en sus advertencias. Algunos contaron que habían pagado precios muy altos por un plato básico en plena zona turística, mientras otros lamentaban no haber reservado las entradas a tiempo. Entre las reacciones también hubo quien coincidía en que las rutas con guías locales ofrecen detalles difíciles de encontrar en solitario.
Al final, los consejos de Andriola sirven como una brújula sencilla: evitar la comida de escaparate, preparar las visitas con cabeza y dejarse llevar por quienes conocen la ciudad de verdad. Y en Roma, con todo lo que hay por descubrir, se agradece tener al menos esas tres pautas claras antes de empezar a caminar.