¿Qué razas o perfiles de perro se adaptan mejor a hogares con niños?

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Luisa Murcia, veterinaria, y Mario Sauca Gómez, educador canino, coinciden en que la convivencia entre niños y perros no depende de encontrar un perro “perfecto”, sino de construir una relación equilibrada

Luisa Murcia, veterinaria

Luisa Murcia, veterinaria

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“¿Existen el perro y el niño perfectos?” La veterinaria Luisa Murcia lo tiene claro: “La perfección no existe”. La relación entre un niño y un perro no funciona de manera automática. No hay un “modelo perfecto” que garantice una conexión sin esfuerzo, cuidado y cariño. Lo que sí existe es un proceso, como en cualquier vínculo significativo, que requiere tiempo y paciencia. 

Por suerte, los perros son considerados un miembro más de la familia, lo que ha reforzado el vínculo entre niños y animales. De hecho, diferentes estudios han demostrado que convivir con un perro durante la infancia favorece el desarrollo de habilidades sociales, disminuye el estrés y la ansiedad, y estimula el sentido de responsabilidad y el respeto.

Viven dentro de casa, duermen en el sofá, acompañan a los niños en su día a día y comparten con ellos una convivencia muy estrecha. “Por eso es fundamental mantener una higiene adecuada y medidas de profilaxis correctas”, señala Murcia.

En este punto, explica, la medicina preventiva se convierte en una herramienta clave porque protege a toda la familia. Una convivencia segura no ocurre por casualidad: se construye. La medicina preventiva veterinaria abarca todas las acciones destinadas a evitar que el animal enferme y, al mismo tiempo, a reducir riesgos sanitarios para las personas.

Niño con su perro

Niño con su perro. 

Evastrenko/iStockphoto

Su importancia se multiplica cuando hay niños en casa, ya que ellos tocan el suelo, comparten juguetes con su amigo de 4 patas, manipulan todas las zonas corporales del perro sin miramiento, teniendo en cuenta que el sistema inmune de los niños, aún no está desarrollado por completo. Tal como explica la Organización Mundial de la Salud Animal, la convivencia segura entre humanos y animales se sostiene sobre el concepto One Health: entender que la salud humana, animal y ambiental están conectadas, no siendo independientes unas de otras.  

Medidas imprescindibles 

Los cuatro pilares que toda familia debería cumplir, serían: “Revisiones veterinarias periódicas (historial sanitario), vacunación, desparasitación interna y externa, y nutrición, control del peso y cuidados diarios”, apunta. Las revisiones veterinarias con fines preventivos son imprescindibles, ya que muchos cambios en el comportamiento del perro pueden tener un origen físico: dolor dental, de oídos, problemas articulares, afectaciones digestivas o cardíacas, afecciones neurodegenerativas como la disfunción cognitiva en perros mayores y un largo etcétera.

Algo está claro, un perro que sufre dolor, molestia o enfermedad, va tolerar menos las caricias bruscas o el juego con niños. Conocer el historial clínico de un perro también es importante, ya que algunas enfermedades dejan secuelas físicas o comportamentales que pueden influir en cómo el perro interactúa con su entorno. Por ejemplo, perros que han superado un parvovirus pueden presentar problemas digestivos crónicos o mayor sensibilidad al estrés. En casos como la epilepsia, es esencial que la familia conozca las crisis, cómo se manifiestan y cómo actuar para no asustar al niño ni poner en riesgo al animal, y así con múltiples patologías. 

Vacunación

Las vacunas ayudan a prevenir enfermedades graves, algunas con riesgo zoonótico (transmisibles a humanos) y otras, que pueden alterar el comportamiento del perro debido a dolor, fiebre o compromiso neurológico. Un perro enfermo es un perro estresado, menos tolerante y más imprevisible.

Algunas de las vacunas que se administran en España con más frecuencia son las que confieren protección contra la infección por el virus del distemper (moquillo) canino (CDV), adenovirus canino (CAV; los tipos 1 y 2), parvovirus canino tipo 2 (PCV-2) y sus variantes, Leptospira, el virus de la parainfluenza canina (CPIV), Bordetella bronchiseptica y Rabia, entre otras.

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El protocolo vacunal, así como las vacunas a administrar a cada individuo de forma particular lo decidirá el veterinario bajo criterio profesional, ya que no a todos los animales se les administran las mismas vacunas. 

Desparasitación interna y externa

Aunque los parásitos sean una de las partes menos visibles, yo la considero de las más importantes principalmente en la convivencia con niños. Los perros pueden ser portadores de parásitos externos (pulgas, garrapatas, mosquitos y ácaros) e internos (lombrices intestinales entre otros). Algunos tienen potencial zoonótico, especialmente en niños.

Por eso, la recomendación veterinaria es clara: análisis coprológico cada 3 meses de 3 muestras de heces de días consecutivos. En caso de obtener un resultado positivo, desparasitar con el principio activo más adecuado. Si no es posible la realización de análisis coprológicos seriados, se puede llevar a cabo una desparasitación empírica con productos de amplio espectro, y siempre, recoger del suelo las heces con la mayor brevedad.

La desparasitación externa, debemos llevarla más allá del “pica o no pica”. No se trata solo de evitar pulgas, garrapatas, mosquitos y ácaros, sino que, hablamos también de enfermedades sistémicas transmitidas por estos vectores, que pueden ser potencialmente mortales para el perro (Leishmaniosis, ehrlichiosis, babesiosis o la enfermedad de Lyme, entre otras)

baby girl sitting on floor playing with dog

Según Mario Sauca, educador canino, para asegurarnos una convivencia en armonía, el match debe ser en ambas direcciones. 

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Nutrición y peso adecuado: salud y comportamiento

Puede parecer que la alimentación no tiene relación con la convivencia segura con niños, pero por supuesto, es importante, ya que somos lo que comemos. Por ejemplo, un perro obeso tiene más probabilidad de sufrir dolor crónico por problemas articulares. Un perro con dolor puede volverse menos tolerante a manipulaciones bruscas por parte de un niño. Cuando un perro recibe una alimentación adecuada de calidad adaptada a sus necesidades, se reducen las posibilidades de diarreas, malestar digestivo, alergias cutáneas (picores), etc.

Según Mario Sauca, educador canino, para asegurarnos una convivencia en armonía, el match debe ser en ambas direcciones: un perro que se adapte a la familia, y una familia que, por su modo de vida, pueda satisfacer las necesidades naturales del perro. Las personas, en general, tendemos a fijarnos mucho en las características físicas, pero conviene no quedarse en la fachada y profundizar más. Es recomendable pedir apoyo profesional, para poder valorar a cada perro en concreto y tratar de conseguir un equipo perro-familia compatible.

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La separación de la madre, en el caso de un cachorro, o la salida del entorno hasta ahora conocido por el perro (una protectora o familia de acogida, por ejemplo), en caso de un adulto, es un momento crucial: supone dejar atrás lo que el perro conoce para incluirlo en un ambiente y con una familia totalmente desconocida. Aquí viene de nuevo la importancia del asesoramiento profesional, para intentar llevar a cabo una transición extremadamente delicada, de forma adecuada, con el fin de que el coste emocional para el perro sea el menor posible.

¿La raza importa? Mitos y realidades

Mario y Luisa coinciden en que la raza nos puede dar algunas pistas: cada una tiene unas características generales que conviene tener en cuenta. Sin olvidar que cada perro, igual que cada persona, es un individuo concreto, con particularidades: a lo que a nosotros nos gusta llamar “perronalidad”. Centrémonos en el individuo concreto: ¿Cómo es el perro a nivel social? ¿Tiene facilidad para relacionarse con otros perros o personas? ¿o por el contrario es más introvertido? El tiempo de adaptación será diferente en un caso y en otro, independientemente de la raza.

En cuanto al tamaño del perro, en nuestra opinión no es algo definitivo a la hora de elegir un perro, pero hay que tenerlo en cuenta para la adaptación a la familia. Algo más relevante es la edad, un cachorro o perro joven tendrá más energía y un nivel de activación más alto, en general, que un perro adulto o senior.

Los beneficios de una relación bien construida, es para ambas partes: Por un lado, un niño que crece acompañado de un perro, suele tener más empatía, comprende mejor la responsabilidad que conlleva encargarse de otro ser vivo (siempre con la tutela de la parte adulta de la familia), etc. Por otro lado, para el perro, estar en contacto con un humano que, por su edad, es más inocente, tiene menos prejuicios, está conectado con la parte más animal del ser humano, haciendo que la relación con el perro sea más natural, sin duda, es beneficioso para el perro.

Tres niños y un perro frente un rebaño de ovejas.

Tres niños y un perro frente un rebaño de ovejas.

Por tanto, la convivencia entre niños y perros no depende de encontrar un perro “perfecto”, sino de construir una relación equilibrada. Se trata de un compromiso compartido: una familia dispuesta a comprender y atender las necesidades del perro, y un entorno que acompañe el aprendizaje del niño para interactuar de forma adecuada con su compañero de cuatro patas.

La medicina preventiva es la base que garantiza que esta convivencia sea saludable para todos. A ello se suma la importancia de valorar al perro como individuo, más allá de su raza o apariencia, y de buscar el match adecuado entre su perronalidad y el estilo de vida de la familia. Cuando todo esto se tiene en cuenta, el vínculo que surge suele convertirse en una relación inolvidable para ambas partes. No existen perros perfectos ni niños perfectos, pero sí equipos “perro – niño” maravillosos cuando se construyen desde la comprensión, el aprendizaje, la paciencia y el respeto mutuo. 

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