“La urbanización arrasa millones de hectáreas en nombre del progreso y expulsa a los animales de su hogar, es la única alternativa viable”: el método CER como lenguaje universal del respeto a los gatos

Sociedad

El método CER (Captura, Esterilización y Retorno) se aplica de formas distintas según la cultura y la ley, pero su objetivo es el mismo: proteger la vida de los gatos sin ponerla en riesgo, reducir el sufrimiento y mejorar la convivencia humano-animal

El método CER

El método CER es la solución global para gestionar colonias de gatos comunitarios. 

Getty Images/iStockphoto

Los gatos comunitarios comparten las calles de Tokio, Lima, Ámsterdam o San Francisco. También comparten un destino incierto: reproducción incontrolada, conflictos con vecinos, enfermedades y muertes. Pero hay algo que hoy los une: una solución globalmente reconocida como la más ética y eficaz para gestionar esta situación.

Se llama método CER (Captura, Esterilización y Retorno) y, aunque se aplique de formas distintas según la cultura y la ley, su objetivo es siempre el mismo: proteger la vida sin ponerla en riesgo, reducir el sufrimiento y mejorar la convivencia humano-animal. Es la única alternativa viable tras décadas de lucha de los movimientos animalistas y ante la pérdida constante de hábitat causada por la urbanización, que arrasa millones de hectáreas en nombre del “progreso” y expulsa a los animales de su hogar natural.

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Los gatos que sobreviven a estos cambios lo hacen aferrados a un territorio lleno de amenazas: envenenamientos, atropellos, agresiones y hambre. Quienes les cuidan —las gestoras de colonias— no solo les dan alimento, sino atención veterinaria, medicación y vigilancia, muchas veces costeadas de su propio bolsillo.

Hace pocos días, un artículo de Diario Sur recogía la queja de un grupo de vecinos en Rincón de la Victoria que afirmaban no poder salir de casa por la presencia de gatos, señalando la alimentación que reciben como el origen del “problema”. Este tipo de titulares olvidan que existe una alternativa probada y legal: el método CER. Los gatos comunitarios tienen derecho a la vida y están protegidos por ley; la solución no pasa por eliminarles, sino por gestionarles éticamente. 

Si se permitiera a las gestoras de colonias trabajar con apoyo institucional, en salud, bienestar y prevención, la convivencia sería posible y sostenible

Según Mishilovers, consultoría especializada en el método CER y la gestión integral de colonias felinas, “si se permitiera a las gestoras de colonias trabajar con apoyo institucional, en salud, bienestar y prevención, la convivencia sería posible y sostenible”. Intentar “vaciar” una colonia solo genera un efecto de nido vacío: el espacio será ocupado de nuevo por otros felinos comunitarios o abandonados. Los gatos siempre buscarán volver a su territorio, donde reconocen los olores, donde tienen vínculos y seguridad. La única excepción son las empresas de control de plagas, que eliminan animales de forma sistemática y opaca, convirtiendo esta gestión en auténticos campos de exterminio. Y repetimos: eliminar no es la solución.

CER: ciencia, civismo y cultura

En palabras de la organización estadounidense Alley Cat Allies, el TNR (Trap, Neuter, Return, siglas en inglés de CER) “es el único enfoque compasivo y basado en evidencias que estabiliza poblaciones felinas, mejora su salud y reduce los conflictos con la comunidad”. Sin embargo, más allá del consenso científico, el verdadero reto está en cómo cada sociedad lo asume: como una política pública prioritaria… o como una carga de la que desentenderse.

En algunas regiones del mundo, la implementación del método CER enfrenta retos culturales y religiosos profundos, que condicionan la forma en que se gestiona la vida animal. No se trata de una falta de empatía, sino de una visión distinta sobre la intervención humana en los ciclos naturales.

Three cute kittens drinking milk from a dirty plate outside.

Los gatos siempre buscarán volver a su territorio, donde reconocen los olores. 

D.Lamote

En ciertas corrientes del hinduismo y el budismo, especialmente en India, Nepal o Tailandia, esterilizar animales puede considerarse contrario al karma, ya que interfiere con el curso natural de la vida. En ciudades como Varanasi o Katmandú, las colonias de gatos (y especialmente de perros) son gestionadas mediante alimentación comunitaria y cuidados no invasivos, sin intervenciones quirúrgicas, salvo en casos extremos. Esto responde a la creencia en la reencarnación y al respeto absoluto por todo ser viviente, pero tiene consecuencias reales: proliferación descontrolada, zoonosis y alta mortalidad entre las crías.

En contextos islámicos conservadores, como en algunos países del Golfo o del norte de África, la esterilización de animales también puede verse con recelo, sobre todo si no se justifica claramente como medida de salud pública. Aunque el islam no prohíbe explícitamente la esterilización —y de hecho, muchos estudiosos modernos la avalan como un acto de misericordia cuando hay sobrepoblación—, la falta de regulaciones estatales y el temor a transgredir mandatos religiosos frena su aplicación.

En ciertas corrientes del hinduismo y el budismo, esterilizar animales puede considerarse contrario al karma, ya que interfiere con el curso natural de la vida

En comunidades rurales de América Latina, como en algunas zonas del altiplano peruano o boliviano, también persiste la creencia de que esterilizar a los gatos “les quita su esencia” o que “deben tener al menos una camada”. A menudo, la desinformación o la tradición oral impiden la adopción del CER, a pesar de los esfuerzos de campañas veterinarias itinerantes.

Esto no significa que estas culturas sean insensibles. Al contrario: muchas de ellas tienen una relación íntima y espiritual con los animales, pero es necesario adaptar profundamente el mensaje del CER, de modo que no sea percibido como una imposición externa, sino como una acción compasiva y necesaria. Estos desafíos culturales recuerdan que el CER no puede imponerse como una receta única, sino que debe dialogar con cada realidad local, encontrar puentes entre la ciencia y la sensibilidad, y construir soluciones desde el respeto.

Cuando el CER se convierte en política de Estado

En el lado opuesto están los países que han institucionalizado el CER. España ha dado un paso pionero con la Ley 7/2023 de Protección Animal, que reconoce las colonias felinas y obliga a su gestión ética y a tener un plan CER a cada ayuntamiento. Sin embargo, su aplicación sigue siendo desigual: algunos ayuntamientos avanzan con censos y convenios, mientras otros recurren todavía a empresas de control de plagas, ignorando que los gatos no están catalogados como tal.

Alemania es un ejemplo de cómo la regulación local puede marcar la diferencia. Más de 2.000 municipios exigen por ordenanza la esterilización, identificación y registro de gatos con acceso al exterior, lo que ha reducido drásticamente camadas indeseadas y abandono. Organizaciones como TASSO e.V., que gestiona el mayor registro de animales de Europa, fomentan la identificación responsable y colaboran en campañas de sensibilización, añadiendo una capa de control y trazabilidad clave para la gestión felina.

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En Nueva York, el apoyo ciudadano al TNR llevó al ayuntamiento a financiar formación para cuidadores y material para capturas. El proyecto Bay Cat en California redujo un 95 % su población felina en 15 años combinando TNR, educación y adopciones. En Sídney, una campaña educativa redujo un 40 % el rechazo vecinal hacia las colonias.

La percepción social del método CER ha cambiado notablemente en la última década, pasando de ser visto como una acción marginal de protectoras a considerarse una herramienta de gestión ética respaldada por la mayoría ciudadana. Encuestas realizadas en ciudades como Nueva York, Sídney o Madrid muestran que entre el 70 % y el 85 % de la población apoya la captura, esterilización y retorno frente a métodos letales como el sacrificio o el traslado forzoso. Estos casos demuestran que, cuando la ciudadanía comprende los beneficios del CER —desde la estabilización de poblaciones hasta la mejora del bienestar animal y la reducción de conflictos—, su implementación gana legitimidad y sostenibilidad a largo plazo.

Los retos que debe afrontar España

Cada país, cada ciudad, tiene su cultura, sus ritmos y su forma de mirar a los animales. Por eso, la clave no es copiar modelos extranjeros, sino adaptarlos. En el caso español, eso significa:

  • Formación comunitaria sobre su importancia.
  • Equipos técnicos en bienestar animal y veterinaria dentro de la gestión pública.
  • Presupuestos estables con objetivos anuales medibles.
  • Colaboración real entre instituciones, voluntariado y entidades protectoras.

Porque el CER funciona, pero no funciona solo. Requiere voluntad política, apoyo social y tiempo. Y sobre todo, requiere reconocer que la cultura del cuidado se construye tanto con leyes como con compasión. “El CER no es solo una técnica veterinaria, es una herramienta cívica. Requiere leyes, recursos, conciencia y respeto mutuo”, afirma un experto de MDPI Animals.

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