La neuroeducadora y pedagoga María Couso ha lanzado una advertencia contundente: la inteligencia artificial puede ser una herramienta extraordinaria… o un arma de doble filo para nuestro cerebro. “La inteligencia artificial puede atrofiar tu cerebro si la usas mal”, sostiene en un vídeo que ha publicado en su cuenta de Instagram (@play.funlearning), donde analiza un estudio reciente que pone cifras al impacto de delegar funciones cognitivas en la IA.
“Por mucho que me sigan llamando tecnófoba, lo repito: la tecnología no es el problema. Es una herramienta. El valor está en el uso que hacemos de ella”, subraya. Y para explicarlo, comparte un experimento que midió, mediante electroencefalograma, la actividad cerebral de tres grupos de personas durante la resolución de una tarea: uno utilizaba ChatGPT, otro un buscador como Google y el tercero solo su cerebro, sin apoyo digital.
Los resultados son tan sorprendentes como preocupantes. “Las personas que solo usaban su cerebro mostraban una actividad neuronal y una conectividad muy fuertes. Las que usaban Google, actividad moderada. Pero quienes usaron ChatGPT presentaban una conectividad extremadamente débil”, explica Couso. Es decir, cuando la IA hace el trabajo, el cerebro desconecta.
El dato más demoledor llegó al medir la capacidad de recuerdo: el 89 % de las personas que usaron inteligencia artificial no recordaba absolutamente nada tras finalizar la tarea, frente a un 11 % de olvido en los otros dos grupos. “Esto es significativo. Y debería hacernos reflexionar”, insiste la pedagoga.
Úsalo o piérdelo
Una ley biológica incuestionable
María Couso recuerda que el cerebro se rige por un principio biológico conocido como use it or lose it —“úsalo o piérdelo”—. “Si determinadas áreas neuronales presentan baja actividad durante mucho tiempo, nuestro propio cerebro interpreta que no son necesarias y empieza a atrofiarlas. Lo hace porque busca optimizar recursos y ahorrar energía”, explica.
Este fenómeno es ampliamente conocido en neurociencia. La neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para reorganizarse y fortalecerse en función del uso, está respaldada por décadas de estudios. Ya en los años 90, el neurocientífico Michael Merzenich demostró que cuando se dejan de estimular ciertas áreas neuronales, estas se debilitan e incluso llegan a desaparecer funcionalmente.
La IA puede ser tu aliada o tu mayor enemiga, depende de quién esté al mando”
Más recientemente, en 2021, un estudio publicado en Nature Neuroscience demostró que la sobredependencia de dispositivos digitales para funciones como la memoria espacial (uso de GPS) reducía significativamente la activación del hipocampo, zona clave para la memoria y la orientación.
En línea con esto, María Couso cita además otro trabajo de 2024 que constata cómo el uso abusivo de chatbots y asistentes inteligentes está provocando lo que los autores denominan atrofia cognitiva inducida por IA.
¿Qué hacer?
No se trata de demonizar la IA, pero sí de entender sus riesgos
“No es cuestión de demonizar la tecnología, sino de comprender cómo funciona nuestro cerebro”, insiste Couso. “La IA es una herramienta, pero jamás olvides que quien debe estar al mando es este de aquí”, dice señalando su cabeza.
Su reflexión se conecta con las alertas que ya dejó en su libro Cerebro y pantallas, donde advertía de los efectos del consumo excesivo de tecnología en la memoria, la atención y el desarrollo cognitivo, especialmente en niños y jóvenes. “Lo que no se ejercita, se pierde. Y si la IA piensa por ti de forma constante, tu cerebro interpreta que ya no necesita hacerlo”, resume.
Lejos de promover un discurso tecnófobo, la pedagoga apuesta por un uso responsable: “La inteligencia artificial es maravillosa siempre que sea un apoyo, no un sustituto”. Y lanza una pregunta final que deja pensando: “¿Estás utilizando la IA como una herramienta… o te está usando ella a ti?”.

