Antes de que existiera el GPS, un cartógrafo flamenco ya había diseñado la brújula visual que seguimos usando en nuestros móviles. En pleno Renacimiento, cuando Europa abría rutas hacia Asia, África y América, Gerardus Mercator creó un mapa que se saltaba los cánones habituales.
No buscaba representar al 100% la escala de los países y las ciudades, sino ser algo mucho más práctico: una guía que ayudara a los navegantes de su tiempo a orientarse, sencillo y con la idea de que se utilizara de forma directa y sin complicaciones. Siglos después, la invención de Mercator se convirtió en la base sobre la que se edificaría la cartografía digital.
Gerardus Mercator
El mapa que lo cambió todo
Mercator nació en 1512 en Rupelmonde, en la región de Flandes, y vivió en una época marcada por los grandes viajes de exploración y la consolidación de Europa como potencia marítima. Sin embargo, los mapas medievales, cargados de elementos religiosos y decorativos, no respondían a las necesidades de precisión de los capitanes que debían cruzar océanos en busca de nuevas rutas comerciales.
La brújula había transformado la navegación, pero era necesario un sistema gráfico que tradujera la orientación magnética en trayectorias seguras y reproducibles. Y fue en ese contexto que Mercator publicó en 1569 su célebre Nova et Aucta Orbis Terrae Descriptio ad Usum Navigantium Emendate Accommodata, un mapa mundial que introducía un sistema de proyección completamente nuevo.
Más de cuatrocientos años después, la lógica de aquella proyección sigue vigente
Su aportación fue diseñar una representación cilíndrica en la que las líneas de latitud y longitud se cruzaban formando ángulos rectos. Esta geometría permitía que un navegante pudiera seguir un rumbo constante representado como una línea recta en el mapa, algo imposible hasta entonces.
Aunque deformaba las proporciones de los continentes, su utilidad práctica lo convirtió en un instrumento fundamental de la navegación oceánica durante siglos. Y, más de cuatrocientos años después, la lógica de aquella proyección sigue vigente. Google Maps, Apple Maps y la mayoría de sistemas GPS modernos la utilizan porque facilita cálculos rápidos y mantiene una coherencia visual en la navegación digital.
Mapa de Gerardus Mercator.
Los algoritmos que calculan trayectorias funcionan con la misma lógica que la brújula de un marinero del siglo XVI: líneas rectas que conducen a un destino preciso. Según explica la Royal Geographical Society, la fuerza de la proyección de Mercator reside en que, aunque no muestre fielmente el tamaño de los continentes, ofrece una representación intuitiva y manejable a cualquier escala.
Esto, claro está, tiene su parte negativa. La proyección de Mercator sobredimensiona las regiones cercanas a los polos, de modo que Groenlandia aparece casi del tamaño de África cuando en realidad es catorce veces menor. Esta distorsión no ha sido neutral, ya que durante siglos reforzó una visión eurocéntrica del planeta, colocando a Europa y Norteamérica en el centro y con un tamaño sobredimensionado respecto a las regiones del sur.
National Geographic recuerda que las críticas llevaron a propuestas alternativas, como la proyección de Gall-Peters, que buscaba mostrar los tamaños relativos de los continentes de forma más proporcional, aunque sacrificaba otras ventajas prácticas.
Hoy la cartografía digital explora nuevas formas de representación, desde globos en tres dimensiones hasta sistemas de realidad aumentada que muestran información adaptada al usuario. Pese a ello, la herencia de Mercator permanece. Su cuadrícula mental nos enseñó a concebir el mundo como un espacio que podía medirse, recorrerse y representarse.


