No basta con correr kilómetros, levantar pesas o mantener una rutina de ejercicio físico: nuestro cerebro también necesita entrenamiento diario. Así como los músculos se fortalecen con el movimiento, la mente se mantiene ágil cuando la ponemos a prueba de manera constante. Leer novelas, aprender un idioma nuevo, tocar un instrumento o incluso resolver crucigramas y sudokus son formas de mantener activas las conexiones neuronales y preparar nuestra mente para los retos del futuro.
Además, pequeñas acciones cotidianas también cuentan. Conversar sobre temas distintos, explorar nuevos lugares, cocinar recetas desconocidas o cambiar la rutina habitual estimulan la creatividad, la memoria y la capacidad de adaptación. La ciencia apunta a que estos hábitos contribuyen a una “reserva cognitiva” más sólida, un fondo de emergencia mental que protege al cerebro y ayuda a retrasar el envejecimiento cognitivo.
La mirada de Luis Quevedo
“No es magia, es neuroplasticidad”
En una de sus publicaciones más recientes, Luis Quevedo asegura que el cerebro no envejece simplemente por cumplir años. “Envejece según cómo lo usas”, afirma el divulgador, señalando que la reserva cognitiva (todo lo que aprendemos, practicamos, leemos, conversamos y exploramos) funciona como un fondo de emergencia mental.
“Cuanto más rica es tu vida mental, más rutas alternativas construye tu cerebro para seguir funcionando incluso cuando algunas empiezan a fallar”, explica Quevedo. Gracias a estos hábitos, algunas personas mayores mantienen una mente sorprendentemente lúcida, aun cuando presentan daños cerebrales. “No es magia, es neuroplasticidad”, enfatiza.
“Cuanto más rica es tu vida mental, más rutas alternativas construye tu cerebro para seguir funcionando incluso cuando algunas empiezan a fallar”
“Tu mejor seguro para el futuro no está en un suplemento ni en una app. Está en tus hábitos. Y lo puedes empezar a construir hoy”, recalca el especialista. Entre las prácticas recomendadas, los expertos mencionan juegos de estrategia, escritura creativa, ejercicio físico regular, lectura variada y mantener relaciones sociales estimulantes. Cada acción suma y refuerza la capacidad de adaptación del cerebro.
Más allá de la rutina diaria, Quevedo destaca la importancia de retarse constantemente: aprender nuevas habilidades, explorar entornos desconocidos o cambiar la manera en que hacemos cosas habituales ayuda a mantener la mente ágil y resistente al paso del tiempo.
Los peligros del scroll
El impacto del exceso digital en la salud cerebral
Mantener la mente activa no solo implica estimularla con nuevos aprendizajes. También significa protegerla de hábitos que la desgastan. En la era de las pantallas, la sobreexposición digital se ha convertido en un desafío para la concentración y la memoria. Rocío Vidal, conocida como La Gata de Schrödinger, advierte sobre los efectos nocivos del consumo constante de contenido online. “El scroll constante está friéndonos el cerebro. Estoy perdiendo capacidad de concentración y, según estudios, también puede afectar nuestro coeficiente intelectual”, explica.
Consciente de este fenómeno en su propia vida, Vidal ha desarrollado estrategias para recuperar foco y cuidado mental. Recomienda pausas digitales, planificación de tareas y ejercicios de atención plena para contrarrestar la fatiga cognitiva. Para ella, cuidar la mente se ha vuelto tan necesario como cualquier otra rutina diaria, y asegura que estos hábitos forman parte de mantener el cerebro joven y activo, tal como aconsejan otros expertos.
“El scroll está friéndonos el cerebro, estamos perdiendo capacidad de concentración y coeficiente intelectual”
Adaptación del cerebro al siglo XXI
Por otro lado, Ana Ibáñez, neurocientífica y creadora de Mind Studio, recuerda que nuestro cerebro “no está diseñado para el siglo XXI”. La velocidad de la vida moderna, dice, provoca que cada vez más personas sientan pérdida de energía, motivación e incluso dificultades para concentrarse. “Le estamos pidiendo a nuestro cerebro una evolución más rápida de la que realmente puede dar”, explica, mientras los datos sobre insomnio y depresión continúan en aumento según la OMS.
La buena noticia, asegura Ibáñez, es que no estamos a merced del ritmo de la vida actual: podemos entrenar nuestro cerebro para adaptarlo a los desafíos del día a día. “Por primera vez en la historia tenemos herramientas que ayudan a que el cerebro evolucione y se adapte a estas demandas. No se trata de magia, sino de neurotecnología: de trabajar hábitos y ejercicios que recuperen foco, energía, estabilidad emocional y capacidad de adaptación”, comenta.
En definitiva, mantener el cerebro joven va más allá de la ciencia. Es un estilo de vida que mezcla curiosidad, disciplina y pequeños hábitos diarios. Desde la neuroplasticidad que explica Luis Quevedo hasta las herramientas de adaptación que propone Ana Ibáñez, y pasando por las alertas de Rocío Vidal sobre la sobreexposición digital, todos coinciden en lo mismo: nuestro cerebro refleja lo que hacemos hoy.
Leer, conversar, aprender algo nuevo o simplemente tomar pausas conscientes son acciones que ayudan a mantener la mente activa y preparada.


