En muchas calles del país, con la Navidad a la vuelta de la esquina, ya se pueden ver las luces que transforman plazas y avenidas en escenarios de color y brillo. Algunas adoptan la forma de árboles, otras de estrellas, bolas o guirnaldas luminosas. Para muchos, son simplemente un espectáculo visual, pero hay algo más profundo en cómo estas luces nos hacen sentir: despiertan recuerdos, emociones y una especie de alegría compartida que parece inevitable.
Luces que despiertan emociones
Más que estética: neurociencia en acción
Lo que para algunos puede parecer una decoración meramente estética, según los expertos en neurociencia, tiene una explicación mucho más compleja. Luis Quevedo, divulgador científico, ha explicado en redes sociales por qué las luces navideñas generan un efecto tan potente en nuestra mente: “La respuesta no es solo estética… es neurociencia pura”, afirma.
“Las luces activan dopamina y serotonina, disparan recuerdos felices, y estimulan zonas cerebrales asociadas a emoción y pertenencia. La ciencia del ‘espíritu navideño’… existe”, añade en una de sus publicaciones en Instagram (@luis_quevedo).
“La ciencia del ‘espíritu navideño’… existe”
El fenómeno no se limita a la nostalgia. Quevedo señala que la combinación de colores, intensidad y movimiento en la iluminación navideña crea una activación cerebral directa que está relacionada con la sensación de bienestar: “Nuestro cerebro responde de manera predecible ante estímulos visuales que asociamos con felicidad y celebración”.
Además, el propio divulgador comparte estudios que respaldan esta explicación. Por ejemplo, investigaciones recientes han demostrado que la iluminación decorativa durante las fiestas desencadena químicos de la felicidad en nuestro cerebro, liberando dopamina y serotonina de manera significativa. “Cuando observamos estas luces, sentimos placer y conexión”, señala Quevedo.
Según varios estudios, la pandemia y los confinamientos han amplificado este fenómeno. La necesidad de crear espacios alegres en el hogar, combinada con la imposibilidad de reunirse como antes, hizo que las luces adquirieran un valor emocional aún más profundo.
La historia de las luces y la ciencia detrás de la felicidad
El uso de luces en Navidad se remonta a 1882, cuando Edward Johnson, socio de Thomas Edison, presentó al mundo las primeras luces eléctricas navideñas. Desde entonces, la investigación sobre cómo los estímulos visuales afectan al cerebro ha avanzado considerablemente. La psicóloga Deborah Serani explica que “la decoración navideña dispara dopamina, una hormona que nos hace sentir bien”. “Activar nuestros sentidos de esta manera genera placer y bienestar inmediato”, remarca.
La nostalgia también juega un papel central. La psicóloga señala que para muchas personas, la Navidad evoca un tiempo de inocencia, alegría y recuerdos compartidos. Esta conexión entre luz, memoria y emoción explica por qué ciertas canciones, aromas y decoraciones navideñas tienen un efecto tan poderoso.
La psicóloga Deborah Serani explica que “la decoración navideña dispara dopamina, una hormona que nos hace sentir bien”
Los estudios neurocientíficos más recientes, como los realizados por Bryan Haddock en Dinamarca, han identificado lo que se ha denominado la “red del espíritu navideño” en el cerebro. Esta red comprende áreas corticales que se activan significativamente al observar imágenes y luces navideñas, especialmente en personas que celebran la Navidad con recuerdos positivos: “El cerebro reacciona ante el estímulo navideño de manera compleja y simultánea. Parte de la activación está asociada con emociones compartidas y recuerdos placenteros”, explica Haddock.
Este fenómeno se ve reforzado por la práctica del cocooning, o refugiarse en casa, tendencia que se ha intensificado con los confinamientos. Al pasar más tiempo en el hogar, las luces y decoraciones se convierten en un recurso para generar bienestar y confort emocional. Además, estudios han mostrado que las decoraciones navideñas pueden mejorar la percepción social: los vecinos se sienten más cercanos y amistosos, contribuyendo a una sensación general de comunidad y pertenencia.
En resumen, la ciencia, la historia y la emoción se entrelazan en este fenómeno que trasciende generaciones. Cada luz encendida, cada color y cada forma, son un recordatorio de que, a veces, la felicidad se encuentra en lo simple y en lo compartido. Las luces navideñas, más allá de su estética, iluminan nuestra mente y nuestro corazón, y nos recuerdan que la magia de la Navidad está, de hecho, en nosotros.


