Durante años, los lenguajes de programación debían sus nombres a acrónimos retorcidos. Algunos de ellos eran “FORTRAN” (FORmula TRANslator), “COBOL” (COmon Business Oriented Language) o incluso “BASIC” (Beginners' All-purpose Symbolic Instruction Code). Los norteamericanos parecen tener una habilidad especial para construir palabras coherentes a partir de siglas, aunque sea retorciéndolas un poco.
Pero, a partir de 1970, los desarrolladores de nuevos lenguajes dejaron volar más su imaginación, buscando nombres que simplemente “sonasen bien”: Pascal (como el matemático), Forth (“el cuarto”), Logo (el de la “tortuguita” que quizás algunos todavía recuerden), Java (por el café), Ada (en honor de Ada Lovelace, la primera programadora) o Eiffel (de origen francés, claro).
En 1989 nació Python, obra de un informático holandés de 33 años llamado Guido van Rossum. El proyecto empezó como un simple hobby, para matar el tiempo durante las vacaciones de Navidad. Pero, en un par de años, se había desarrollado lo suficiente para subirlo a una de las webs de software libre y ponerlo a disposición de quien quisiera mejorarlo.
Van Rossum bautizó a su invento como “Python”. No por la serpiente, sino como un homenaje al grupo británico Monty Python (sí, los de La vida de Brian y Los caballeros de la mesa cuadrada), de cuyo humor absurdo y surrealista era fan. El hecho de escoger ese nombre casi de guasa influiría mucho en atraer programadores con personalidades adeptos a ese tipo de chistes y bromas.
Van Rossum bautizó a su invento como “Python”. No por la serpiente, sino como un homenaje al grupo británico Monty Python
De hecho, siguiendo en la misma línea, años después aparecería una versión del programa acompañada de un montón de librerías especializadas en cálculo numérico que se conocería como “Anaconda”. Este sí, referido a la serpiente.
El sentido de este humor tan especial impregnó Python desde sus mismos orígenes. La documentación del programa está repleta de referencias a sketches o chistes de los Monty Python: como es el caso de la palabra “spam”.
Las palabras “spam” y “eggs” surgen una y otra vez en el manual de programación cuando hay que presentar un ejemplo de conjunto de muchos elementos. Están tomadas de un famoso episodio del programa de televisión Monty Python's Flying Circus, ambientado en un pub frecuentado por una banda de vikingos, donde absolutamente todos los platos son variaciones de spam (una marca barata de carne enlatada) acompañado a veces de huevos o salchichas. La palabra “spam” aparece unas ciento cincuenta veces en un guión de apenas cuatro minutos.
El episodio ya tiene más de medio siglo y aún muchos lo consideran uno de los mejores del grupo inglés. Nos haga gracia o no, es una perfecta muestra del humor absurdo que cultivaban Terry Jones y sus compañeros de troupe. Se emitió por primera vez antes de que existiesen Internet y el correo electrónico; años después, la acumulación de mails-basura se denominó “spam”, en recuerdo de este sketch.
Más tarde, en 1999, Tim Peters, un desarrollador de la comunidad, escribió “El Zen de Python”. Es una colección de recomendaciones que resumen la filosofía del lenguaje. No es un manual técnico, sino unas frases breves que recuerdan los haikus japoneses:
- “Hermoso es mejor que feo.”
- “Simple es mejor que complejo.”
- “Complejo es mejor que complicado”
- “Ahora es mejor que nunca”
- “Aunque nunca suele ser mejor que *ahora mismo*”
Y así… Parecen obviedades, pero muchos programadores harían bien en memorizar estas recetas. Python se desarrolló con la intención de que fuera fácil de leer y, naturalmente, de comprender; cualquiera puede escribir un programa enrevesado cuyas instrucciones se enreden como un plato de spaghetti, pero eso no sería “pitonista”. El objetivo es conseguir código elegante y sencillo. Como un haiku.

Programadora de Python.
Por cierto, si tiene instalado Python en su ordenador (es gratis), pruebe a escribir simplemente la instrucción “import this” y podrá leer el Zen de Python completo.
Python oculta otros guiños para programadores. La orden “import antigravity” abre una tira cómica que hace referencia a ese lenguaje (y a otros muchos asuntos de marcado carácter tecnológico).
Durante casi 30 años, Guido van Rossum se autoproclamó “Benevolente Dictador Vitalicio de Python”. Y fue reconocido así por toda la comunidad. Era él quien aceptaba o vetaba cualquier modificación importante en el programa. En especial, se trataba de mantener siempre compatibilidad con versiones más antiguas. Abandonó ese cargo en 2018, cediendo el cetro a un consejo directivo de cinco desarrolladores que se renueva anualmente dentro de la Python Software Foundation.
La evolución de Python
Python se ha establecido como un estándar en desarrollo de IA, análisis de datos y aprendizaje automático
Lo que empezó como un mero pasatiempo navideño, hoy mueve gran parte de la economía digital. Python es un lenguaje ideal para iniciarse en la programación, pero eso no significa que sus usos estén limitados. De hecho, existe multitud de librerías auxiliares que permiten atacar casi cualquier tipo de problema, desde cálculo tensorial hasta desarrollo de aplicaciones gráficas o sitios web complejos.
En particular, Python se ha establecido como un estándar en desarrollo de IA, análisis de datos y aprendizaje automático. También se usa en aplicaciones a las que recurrimos a menudo. Dropbox está escrito casi por completo en Python; asimismo lo usan, en ciertas áreas, YouTube, Instagram o Spotify.
Uno de los grandes logros de Python es su comunidad. Millares de personas escriben código abierto y lo ponen a disposición de otros desarrolladores. Algunas empresas comercializan cursos o librerías de apoyo para Python, pero el grueso del material está disponible gratis para cualquiera que lo necesite.
Pero quizás lo más importante es que Python no solo es una herramienta de programación, sino que enseña a pensar de una forma más clara y elegante. Ese era uno de los objetivos originales de su creador. Sin olvidar que en su espíritu subyace todavía el humor, las anécdotas y una filosofía que prioriza la claridad, la comunidad y la diversión. Hay quien dice que Python es, realmente, un lenguaje con alma.