Por los laberínticos pabellones de la feria IFA Berlín, muchas cosas que me han llamado la atención, entre las cuales destaca un pequeño campo de fútbol montado con césped artificial y minúsculas porterías, donde siete robots humanoides de cara simpática se enfrentan a otros siete en un encuentro de lo más divertido.
Todos los robots van detrás de una pelota con la orden de chutar hacia la portería contraria. Se hacen zancadillas y se vuelven a levantar de una forma de lo más graciosa para sorpresa de los espectadores, que se desternillan al verlos caer de morros contra el suelo. Esto es algo que no hace tanta gracia a los responsables de los robotitos, cuyo propósito es precisamente que lo hagan todo a la perfección.
Pese a que la cancha, de unos 100 metros cuadrados, estaba rodeada de público infantil, el fútbol humanoide no es cosa de niños. Detrás de cada movimiento de los robots hay unos intereses que no tienen nada que ver con meter una pelotita en la portería. Esa es solo la piel de cordero.

Público infantil observando robots futbolistas de otra categoría.
Robots futbolistas
Las grandes universidades los avalan
En IFA pude hablar con Heinrich Mellmann, uno de los responsables del Berlin United, uno de los equipos participantes. Cuando le ves hablar de robots humanoides, te das cuenta de que lo hace desde la calma de un investigador que sabe que el camino es largo. Doctorando en la Humboldt-Universität de Berlin, Mellmann lleva años trabajando en la RoboCup, la competición científica internacional que usa el fútbol como banco de pruebas para la inteligencia artificial y la robótica.
“El fútbol reúne todos los componentes de los desafíos del mundo real en un entorno controlado”, explica. “Hay incertidumbre en el terreno, la luz cambia, los robots deben tomar decisiones en equipo y reaccionar con rapidez. Todo esto imita situaciones reales, pero dentro de un escenario que podemos analizar mejor”.

Heinrich Mellmann, investigador y doctorando de la Humboldt-Universität de Berlín.
Campeonato mundial
RoboCup: la liga científica del fútbol robótico
El RoboCup nació en 1998 con un objetivo ambicioso: avanzar en la comprensión de la inteligencia creando un escenario exigente y reconocible para todos. La elección del fútbol no fue casual. “Es un deporte popular, fácil de comunicar al público y, al mismo tiempo, un entorno competitivo que impulsa la mejora constante”, dice Mellmann.
Cada año se celebra un campeonato mundial acompañado de un congreso. “Este año fue en Brasil, el próximo será en Corea del Sur y en 2027 en Alemania, en Núremberg”, señala. Los equipos se dividen en múltiples categorías: desde robots con ruedas hasta humanoides, además de una división júnior para estudiantes de entre 10 y 18 años.

Los robots tienen un aspecto muy simpático pero alojan una tecnología de lo más seria.
En Alemania, el RoboCup cuenta con una sólida estructura organizativa y un comité propio. “Tenemos competiciones como el German Open, que es muy grande, y mantenemos un contacto estrecho con los equipos universitarios”, añade. A nivel mundial, existen unos 350 equipos federados. Sin embargo, el entrevistado calcula que en total debe de haber más del doble, muchos de los cuales no pueden competir por falta de recursos para viajar. “Incluso hubo varios equipos brasileños que no pudieron participar ni en el Mundial de su propio país”, lamenta.
Intereses
Las empresas les han echado el ojo
Aunque los protagonistas son universidades y centros de investigación, las empresas no son ajenas. “Nos apoyan porque están interesadas en la transferencia tecnológica, en la visibilidad y en captar talento”, explica Mellmann. Sin embargo, advierte que el desarrollo de humanoides todavía está lejos de ser un mercado masivo: “Hace falta mucha pasión y visión para invertir en robots humanoides. Las compañías que lo han intentado, como Sony con su perro robótico AIBO, han comprobado lo difícil que es crear un mercado desde cero”.
Para el investigador, hablar de robots en los hogares sigue siendo prematuro: “No lo veo como un mercado actual, sino como una visión de futuro. Hoy son demasiado complejos y caros como para tener un beneficio real para el consumidor medio”.
Los robots humanoides son demasiado complejos y caros como para tener un beneficio real para el consumidor medio
El efecto Tesla y la visibilidad de los humanoides
¿Y qué ocurre con iniciativas como la de Tesla y su robot humanoide Optimus? Mellmann se muestra cauto. “Tesla puede permitirse invertir unos millones en un proyecto así. Para ellos es poco dinero, pero la visibilidad es enorme. Nadie se sorprende por un nuevo coche de Tesla, pero un robot humanoide sí genera titulares, aunque solo se limite a agarrar un objeto”.
El investigador recuerda que, a diferencia de cohetes o coches, los robots combinan hardware y software en constante interacción con un entorno impredecible. “La incertidumbre es muy alta. Las compañías que invierten piensan a 20 o 30 años vista”, afirma.

En el 'gol norte', los ingenieros procuran que sus robots autónomos obtengan el mejor resultado.
¿Hacia dónde vamos?
Un enfoque diferente: inteligencia encarnada
Más allá de la competición, Mellmann centra su investigación en la llamada inteligencia encarnada (embodied intelligence), una aproximación que cuestiona la separación entre cuerpo y mente. “El enfoque clásico es desarrollar un programa y ponerlo en el robot para que funcione. Nosotros creemos que esa no es la manera en que trabaja la naturaleza. El cuerpo también piensa y procesa información”, explica.
El investigador pone un ejemplo humano: “Cada célula procesa información, no solo las neuronas. Incluso la piel tiene capacidad de reacción. Es un sistema distribuido en el que el dedo decide qué hacer sin necesidad de enviar toda la información al cerebro. Queremos que los robots funcionen igual, con sensores, piel artificial y procesadores distribuidos en sus articulaciones”.

Tras el partido, los robots reviben su 'avituallamiento'.
Hagan apuestas
¿Cuándo veremos robots en nuestras calles?
La pregunta es inevitable: ¿cuánto falta para ver humanoides entre nosotros? Mellmann rehúye las predicciones exactas. “Es muy difícil decirlo. En los años 70 había profesores que aseguraban que los ordenadores nunca ganarían al ajedrez por falta de memoria, y otros que creían que en pocos años desaparecerían los oficinistas. Ninguno acertó”.
Para él, el progreso será gradual, con avances acumulativos que un día cristalizan en un salto cualitativo. “Podría ser dentro de veinte años o en cinco. Pero estoy convencido de que veremos robots en espacios públicos en la próxima década”, sostiene.
Estoy convencido de que veremos robots en espacios públicos en la próxima década
De alguna manera, ya se están viendo robots en espacios públicos de países avanzados como EEUU y China. Solo falta que el aspecto humanoide evolucione y los robots sean algo más fiables, seguros y adquieran movimientos naturales.
Lo que sí tiene claro es que la sociedad los querrá: “No se trata solo de productividad. La gente quiere verlos, generan fascinación. Crear nuevas formas de vida es algo que nos atrae como humanidad. Aunque haya burbujas y crisis, el progreso seguirá avanzando”.