“Ningún niño será un inútil por no tener un iPad con 12 años. A los 15 lo cogen y ya saben usarlo”: la prohibición de pantallas en las aulas de Catalunya reabre el debate sobre la tecnología en la educación

Educación digital

Catalunya será la primera prohíbe el uso de móviles y relojes inteligentes en los centros educativos, una estrategia pionera que busca proteger la atención, el bienestar emocional y el aprendizaje profundo de niños y adolescentes

Diego Hidalgo, sociólogo: “Los profesores ahora tienen que ponerse al fondo y no delante de los alumnos, para ver lo que están haciendo con sus tablets; pierden el contacto visual con los propios alumnos”

Catalunya apuesta por la desescalada tecnológica en escuelas.

Catalunya apuesta por la desescalada tecnológica en escuelas. 

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En una clase de más de veinte personas, los alumnos hacen scroll en sus pantallas —ya sean de portátiles, tablets o móviles— mientras escuchan la voz del profesor detrás de ellos. Para que pueda vigilar lo que todos ven, el maestro se pone a sus espaldas y dicta las diferentes lecciones mientras mantiene un ojo puesto en que sus alumnos no se distraigan con memes, chats o videojuegos. Esta escena, de la que se han quejado muchos docentes en los últimos años, se había convertido en la tónica habitual de muchas clases de colegios e institutos. Sin embargo, en Catalunya está a punto de desaparecer.

A partir del próximo mes de septiembre, todos los centros educativos de Catalunya serán oficialmente espacios libres de móviles y relojes inteligentes. Ni en las aulas, ni en los pasillos, ni en los patios podrá verse un teléfono. La instrucción, firmada por el Departament d’Educació i Formació Professional, marca un punto de inflexión en la política tecnológica de la escuela pública catalana: tras más de una década apostando por la digitalización del aprendizaje —y acelerada tras la pandemia— ahora se impone un proceso de “desescalada digital” que afecta desde la etapa infantil hasta la secundaria obligatoria.

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La medida no ha surgido de forma improvisada. Es el resultado de una reflexión institucional profunda, basada en informes técnicos, encuestas al profesorado y el trabajo de una comisión de más de 50 expertos en salud, pedagogía y tecnología educativa. Es algo que lleva años pidiendo Diego Hidalgo, impulsor del Movimiento OFF, y que ahora, al menos en parte, se hace realidad. “Pedimos una ‘desescalada digital’ muy avanzada en todos los ciclos escolares”, comentaba hace apenas dos semanas. “Por supuesto, en Primaria, pero creo que incluso es aún más importante en otras etapas educativas, como Secundaria y posterior.”

El nuevo marco normativo va mucho más allá de vetar el uso del móvil. Hasta los seis años, los niños no estarán expuestos a ninguna pantalla, en línea con las recomendaciones de la Sociedad Catalana de Pediatría. Así lo justifica en The Conversation David Bueno, doctor en biología, director de la Cátedra de Neuroeducación en la Universitat de Barcelona y parte del comité que ha dictaminado esta nueva ley: “El cerebro infantil está en constante proceso de formación. Desde el nacimiento y durante la infancia y la adolescencia, las conexiones neuronales se multiplican a gran velocidad, configurando estructuras que influyen en la forma de pensar, sentir y relacionarnos durante toda nuestra existencia. Cuando analizamos el uso de la tecnología en la infancia, vamos más allá del entretenimiento o la comodidad: estamos hablando de un factor que puede moldear (literalmente) la estructura del cerebro de los menores.”

Catalunya apuesta por la desescalada tecnológica en escuelas.

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Diseño: Selu Manzano

De este modo, alejar a los más pequeños de las pantallas, al menos en el entorno educativo, puede ser clave para el posterior desarrollo neurológico y social de los pequeños. Pero no puede dejarse de lado cuando son un poco más mayores. Por ello, en Primaria el papel y el lápiz volverán a ganar protagonismo, y el uso de tablets personales se restringirá exclusivamente al alumnado de 6º curso. “Sabemos que se aprende mejor en papel que en digital, por la relación mano-cerebro. Se aprende mejor en analógico, y se recuerda mejor”, alega Hidalgo sobre esta medida.

Finalmente, en Secundaria los móviles desaparecerán por completo del entorno escolar, y solo se podrán seguir utilizando ordenadores para tareas educativas bajo supervisión. La prohibición total del móvil ha sido apoyada por el 69% de los docentes, según datos del Departament d’Educació. Y el 90% valora positivamente su regulación durante el curso. Incluso los más proclives a abrazar la tecnología, como Ignacio Aso, doctor en ingeniería y creador de la herramienta de Inteligencia Artificial para profesores Ignite Copilot, cree que es una medida necesaria: “Los móviles deben estar fuera de los colegios, eso está claro. El móvil no es necesario en horario escolar. Salvo que vayan de excursión y necesiten hacer fotos, nada. El móvil se queda en la puerta.”

Salvo que vayan de excursión y necesiten hacer fotos, nada. El móvil se queda en la puerta

Ignacio Asocreador de Ignite Copilot

La estrategia catalana responde a una preocupación creciente por los efectos del uso intensivo de dispositivos digitales en el desarrollo cognitivo y emocional de los menores. “El experimento ha fracasado. Hay que volver al papel, a los bolígrafos, a los libros de texto”, decía recientemente Michael Rubens Bloomberg, exalcalde de Nueva York —y fundador de Bloomberg—.

Informes como el de Ivàlua alertan sobre la disminución de la comprensión lectora, el aumento de faltas ortográficas y la pérdida de atención en clase. “Las pantallas pueden ser un recurso pedagógico valioso, pero también presentan riesgos y suponen un gran reto para garantizar el bienestar del alumnado”, señala el documento de la Comissió per una Digitalització Responsable als Centres Educatius, creada expresamente para repensar el modelo actual.

De hecho, se ha demostrado que el uso descontrolado de la tecnología entre jóvenes tiene repercusiones graves a largo plazo. Sin ir más lejos, según una encuesta reciente realizada en Reino Unido por el British Standards Institution, el 47% de los jóvenes de entre 16 y 21 años desearía que Internet nunca se hubiera inventado. De los 1.300 participantes en este rango de edad, el 68% afirmó sentirse peor después de pasar tiempo en redes sociales, y el 50% afirmó apoyar un “toque de queda general” para redes sociales.

Catalunya apuesta por la desescalada tecnológica en escuelas.

Catalunya apuesta por la desescalada tecnológica en escuelas.

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El problema parece claro. La exposición precoz, constante y desregulada a las pantallas, unida al uso sin filtros de redes sociales, está alterando los procesos cognitivos, madurativos y emocionales de niños y adolescentes. No se trata solo de una cuestión de atención o rendimiento académico, sino de cómo se construyen la identidad, la autoestima y las relaciones interpersonales en una generación que apenas conoce el mundo analógico. En palabras de David Bueno, “el entorno digital condiciona directamente el desarrollo del cerebro, especialmente en edades tempranas, donde la plasticidad es máxima.”

“Los centros no pueden convertirse en espacios donde la tecnología se imponga sin reflexión”, señala el documento de la comisión. Y añade: “Es imprescindible revisar qué aporta, a quién beneficia y qué efectos secundarios puede tener”. El móvil es el símbolo de este fenómeno, pero es aplicable también a portátiles y tablets, tan en boga en las últimas décadas como parte de la digitalización de las escuelas, pero que han terminado siendo un arma de doble filo para alumnos y docentes.

Ningún niño será un inútil por no tener un iPad con 12 años. A los 15 lo cogen y ya saben usarlo

Marc Masipfundador de Desconect@

Marc Masip, fundador de Desconect@, un centro sanitario que ayuda a los adolescentes y sus familias a desconectar de las pantallas para mejorar su vida, tiene claro esta deriva desde hace años. “En nuestras aulas no hay pantallas. Ni en clase ni en el patio. Y nos va muy bien”, explica. “¿Que si creo en que hay que adquirir competencias digitales? Sí, claro: Excel, PowerPoint, Word, Canva… eso tiene sentido. Pero no móviles ni tablets en clase. No lo van a usar bien, es imposible. Están diseñadas para enganchar, y si das a elegir entre TikTok y mates, la mayoría elige TikTok. Además, ningún niño será un inútil por no tener un iPad con 12 años. A los 15 lo cogen y ya saben usarlo.”

Sin embargo, la escuela está lejos de ser el único problema. Más allá de los entornos educativos, los menores viven una sobreexposición a las pantallas que termina derivando, además, en adicción. “En la práctica clínica, lo más revelador no es tanto el síndrome de abstinencia como la sustitución de actividades necesarias o beneficiosas (como dormir, comer o estudiar) por el uso de pantallas”, continúa Marc Masip.

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Dominica Díez, psicóloga experta en adicciones, añade el porqué científico de esta situación: “Las vías de neurotransmisores como la dopamina están hiperestimuladas. Tienen menos receptores disponibles y van viendo que cada vez necesitan más para conseguir el mismo grado de satisfacción. Y, si no se consigue con una cosa, será con otra”. 

Gran parte de la responsabilidad, por supuesto, recae en el papel de los padres: “Si estoy cenando con mis hijos y me llega una llamada importante del trabajo, puedo atenderla. Lo que no puedo hacer es estar cada día con el móvil durante la cena”, cuenta Masip. “No se trata de prohibirse todo, sino de no abusar. Si siempre estás con el móvil delante de tus hijos, no los disfrutas ni estás educando bien.”

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Los horarios regulados, en este punto, pueden ser clave para mejorar la integración de los más jóvenes en la tecnología sin caer en los tantos problemas que surgen de su exposición sin control. “La cosa empeora cuando se usan pantallas justo antes de ir a dormir, ya que afectan a la producción de melatonina, que es la hormona que regula el sueño”, especifica David Bueno, dejando claro la necesidad de desconectar antes de ir a la cama. “Esto puede provocar insomnio y propicia un descanso de mala calidad, lo que afecta de forma directa al rendimiento escolar y el estado de ánimo.”

Sin embargo, hay torres que no se pueden derribar. “No puedes quitarle el WhatsApp a un chico de 16 años y decirle que se desconecte de todo. Eso no funciona”, aclara Masip. “Estamos hablando de una generación que ya nació digital. No son analógicos, como lo somos muchos padres. Y eso complica nuestra capacidad de educarlos, porque no tenemos referencias propias sobre cómo gestionar este entorno”, añade Ignacio Aso. A lo que David Bueno concluye: “Más que nativos digitales, los niños y adolescentes deberían ser considerados huérfanos digitales, dado que los adultos no hemos sabido orientarlos para distinguir entre un uso razonable y un abuso que puede ser tóxico”.

El uso indiscriminado de redes sociales sin el apoyo y la guía de los adultos incrementa la sensación de soledad

David Buenodirector de la Cátedra de Neuroeducación en la Universitat de Barcelona

Por ello, las prohibiciones están lejos, más allá del centro educativo, de ser los caminos más viables para desarrollar una relación sana de los jóvenes con la tecnología. Sin embargo, quizás sí podemos avanzar en los protocolos de uso y los límites establecidos para que el crecimiento sea más orgánico y controlado. “Si solo permites usar móviles a partir de los 16 años, por ejemplo, ya no habría tanta presión para comprarlos”, aclara Masip. “Porque los móviles se venden por lo que hay dentro, no por el diseño. Si no tuvieran redes, los niños ni los pedirían.”

Además, la exposición constante a pantallas no solo entorpece el crecimiento y lleva a los más pequeños a sentirse más perdidos, sino que también los lleva a sentirse más solos. “El uso indiscriminado de redes sociales sin el apoyo y la guía de los adultos incrementa la sensación de soledad”, explica Bueno. Una sensación que no solo sufren los niños, sino que se ha convertido en la pandemia global del siglo XXI, también, en adultos.

Sin móvil hasta acabar la ESO: así es el plan vasco para que las familias lo retrasen. Un grupo de adolescentes del colegio Ikastola de Orio, en Gipuzkoa, deja sus teléfonos móviles en el suelo del patio, junto a la entrada del centro escolar, Orioko Herri Ikastola.

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GORKA LASA OLIDEN / Colaboradores

En Silicon Valley, los trabajadores de las Big Tech tienen reglas muy estrictas para la tecnología con sus propios hijos

Diego Hidalgoimpulsor del Movimiento Off

¿La parte positiva? Parece que, al fin, hemos abierto los ojos ante el problema. La iniciativa del Departament d’Educació de Catalunya no es la única en sus protocolos. Antes, las Islas Baleares y Andalucía ya restringieron el uso de la tecnología. También Galicia prohibió los móviles en los recreos. La Comunidad de Madrid parece estar a punto de aprobar una ley similar. Y es algo que se está viendo, también, en el día a día, tal y como explica Masip: “Últimamente veo un cambio: muchos padres jóvenes ya no quieren pantallas para sus hijos. Ya no es como antes, que enseñaban orgullosos lo bien que manejaban la tablet. Ahora lo esconden. Nos hemos dado cuenta de que no está bien. Y eso, para mí, es un buen signo”.

Del mismo modo, hace poco vivimos un ejemplo de lo endebles que somos ante nuestra dependencia tecnológica: el apagón. Además de un claro aviso de nuestra vulnerabilidad, para Diego Hidalgo fue una oportunidad de observar a nuestro entorno y entender que otra forma de vivir es posible: “Han surgido muchas historias de padres que conectaron con sus hijos como nunca, vecinos que se unieron e historias del estilo. La gente se está dando cuenta de lo que pasa.”

Un ejemplo claro de cómo mejorar la educación de nuestros hijos con pantallas, también en casa, está en los propios creadores de la tecnología que tanto daño puede hacer a posteriori. “En Silicon Valley, los trabajadores de las Big Tech tienen reglas muy estrictas para la tecnología con sus propios hijos. Retrasan lo más que pueden la edad en la que tienen acceso a su primer smartphone, incluso tienen contrato con las criadoras de sus hijos para que no usen el teléfono delante de ellos”, explica Hidalgo.

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Catalunya apuesta por la desescalada tecnológica en escuelas.

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De hecho, los propios magnates de las Big Tech han puesto de moda los retiros de desconexión en el que no solo huyen de las pantallas, sino que incluso recurren a la oscuridad absoluta para huir del estrés y la ansiedad de la hiperconectividad actual. “Cuando te privas de todo estímulo visual externo —móvil, luz, televisión—, al final solo quedan los sueños, los pensamientos y la oscuridad”, explica en Wired Jason Halbert, exvicepresidente de recursos humanos y seguridad global en Snap (Snapchat).

En una escala más mundana, en varias ciudades europeas ha surgido The Offline Club, un movimiento basado en encuentros libres de móviles. “Literalmente, encerramos los teléfonos de las personas que atienden bajo llave para que no haya ni siquiera tentaciones”, explica Monica SG Golay, líder del proyecto en Barcelona. “De ser un lujo, poder estar totalmente off se está convirtiendo en una necesidad”.

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Poco podemos hacer, a estas alturas, salvo dos cosas esenciales: protegernos como adultos y proteger a los más jóvenes. La llamada “pandemia de la hiperconectividad” no solo está alterando nuestros hábitos, sino también nuestras relaciones, nuestros ritmos vitales y nuestra capacidad de atención. Pero mientras los adultos aún podemos tomar distancia crítica —a veces con esfuerzo—, los menores necesitan un marco claro, límites sensatos y referentes consistentes que les enseñen a convivir con la tecnología sin quedar atrapados en ella.

Por suerte, algunas decisiones valientes empiezan a marcar el camino. Catalunya ha sido la primera en poner freno al descontrol digital dentro del sistema educativo. Y lo hace no desde el rechazo a la tecnología, sino desde el deseo urgente de restaurar el equilibrio, antes de que sea demasiado tarde para una generación que ya ha crecido con pantallas, pero que aún está a tiempo de reconectar con su propia atención, con su creatividad, con los otros. No se trata de apagarlo todo. Se trata, al fin y al cabo, de recuperar el control.

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