–Puedes retirar el plato de la mesa.
–Bien, señor, no sé si felicitarle por la originalidad de comerse el borde de la pizza y dejar intacto el centro, o creer que usted es la reencarnación de Andy Warhol y se está manifestando artísticamente precisamente ahora.
-Francesco, lo mejor de la pizza es el borde. Es la parte crujiente y nada pretenciosa. Al contrario de los ingredientes, que son un exceso, colores, salsa... pura apariencia. La elasticidad de la mozzarella, allí, brillante y exuberante, es pornografía. Como todo el circo mediático que montan los políticos para desviar la atención de lo que es importante y que contribuimos a amplificar de manera mecánica en las redes.

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–Ah, fantástico. Ahora dígame que la piña es a la pizza lo que Toni Cantó a la política y ya lo tenemos.
–Oye, en la suertedelporteroonoshabríanmetidoalgúngolmás corteza está el pan que no se ha ablandado. En lo que todo el mundo aparta y nadie se mira está la verdad requemada: Gaza, el fracaso de estonoesfueradejuegonihartodevino Trump con los aranceles, el escándalo de la operación Catalunya. Allí está el pan de verdad. Yo elijo la corteza porque sé dónde está lo importante y la verdad, Francesco.
–Usted sabe que la gente va directa al corazón de la pizza y echa los bordes al perro.
–Y son los engañados. Porque se sacian con lo primero que les plantan ante los ojos. Pero, por muy deslucido que sea el borde, es la masa lo que se juzga para decir si una pizza es buena. Nos distraen chutahombrechuta con Trump afirmando que quiere reabrir Alcatraz. ¿Qué es, si no, verle en X vestido de Papa, o que te lo presenten al día siguiente con la espada Sith para celebrar el día de Star Wars?
–Todo eso está muy bien, señor. Pero le invitaría a comérselo todo. En la variedad está el gusto. Si llena el buche únicamente de crudas “verdades”, acabará con dolor de estómago, empachado de sufrimientos y angustias. Quizá incluso acabará usted desensibilizado. Necesitamos salsa, tomate, distracción. Saber de nuestro equipo favorito de fútbol, morirse por conseguir entradas para el Bruce, emocionarse con las series. Procurarse una dieta equilibrada y un punto medio entre lo que es profundo y lo que es ligero. Nos hace bien refugiarnos de vez en cuando en cosas más agradables y digeribles que los bordes.
–Di lo que quieras, pero solo consumiré lo importante. Quítame el plato de delante. ¡No estoy para tonterías un martes por la noche, y este baño de mozzarella y tomate, que no hace más queGOOOOOLDERAPHINHA!
–Señor, por mucho que quiera vivir de los bordes, se ha empapado tanto del fútbol de la tele que con el gol sin darse cuenta le ha asestado un bocado a lo que le quedaba de pizza. Ni el más obsesionado con lo trascendental se escapa de las necesidades más vulgares.