La tensa sesión de ayer del Congreso no supuso la puntilla para Pedro Sánchez. Ni en el debate sobre la corrupción, ni el del gasto en defensa, hubo el desenlace que la oposición deseaba después de un fin de semana muy duro para el PSOE y que había sido todo un éxito para el PP. El líder socialista dio la sensación de haberse recuperado del impacto negativo del escándalo propiciado por el caso Cerdán y contó con el apoyo explícito de
sus socios de investidura. La legislatura sigue en pie en el
momento de redactar este artículo.

Pedro Sánchez en el pleno del Congreso de los Diputados
Pero el PSOE no puede cantar victoria. La percepción reinante es que el Gobierno vive en un estado de zozobra permanente ante las investigaciones judiciales que están en marcha y también que ha perdido la confianza de los partidos que le apoyan. Lo resumió muy bien el diputado republicano Gabriel Rufián cuando le dijo a Sánchez: “Si el caso se queda aquí, usted se tiene que quedar; pero si esto escala, le forzaremos a unas elecciones”.
Se vive, pues, en un estado de prórroga –concepto empleado por la diputada de Junts Miriam Nogueras– y de vigilancia permanente por parte de los socios de Sánchez. El Gobierno gana tiempo, pero sigue instalado en una gran fragilidad. Necesita algo más. Descartada la cuestión de confianza porque no se quiere forzar a los socios a pronunciarse, la mejor consolidación del Ejecutivo sería lograr la aprobación de los próximos presupuestos generales del Estado. Sin nuevas cuentas, sí será muy difícil llegar hasta el final de la legislatura.
Sánchez superó la difícil sesión de ayer tirando de hemeroteca y comparando los casos de corrupción que le afectan con los que se vivieron en los mandatos de José María Aznar y Mariano Rajoy. Incluso citó el de Felipe González, en un claro ajuste de cuentas, por las declaraciones de estos últimos días del expresidente. Este y tu más fue lo peor del debate y logró sacar de sus casillas a un Alberto Núñez Feijóo que, visiblemente irritado, volvió a revivir una historia que ya conoce bien: no hay manera de rematar a su rival. Sánchez caerá, pero ayer aún
no fue el día.