Israel y Rusia, cada país a su manera, han decidido dinamitar definitivamente todos los puentes para que se produzca un alto el fuego o un armisticio en Gaza y Ucrania. Donald Trump puede seguir queriendo que le den el honorífico premio Nobel de la Paz, pero la realidad es que ambos conflictos están hoy mucho más lejos de una solución pacífica que cuando el presidente republicano llegó a la Casa Blanca. El ejército de Israel pisó ayer otra línea roja y atacó directamente a la cúpula de Hamas en Doha, en territorio qatarí, enviando una bomba a la delegación que está negociando el alto el fuego. La organización terrorista reconoció la muerte de cinco de sus integrantes. La lógica reacción de Qatar fue la de abortar el proceso de paz y condenar la acción israelí.

Una vivienda destruida por los bombardeos en el norte de la Franja
A su vez, en el frente de Ucrania, Rusia intensifica
sus ataques y el pasado domingo bombardeó la sede del
Gobierno de Kyiv con un ataque sin precedentes con más
de 800 drones y 13 misiles. Mientras Vladímir Putin juega
a la diplomacia con Trump y flirtea con posibles encuentros
con Volodímir Zelenski, la realidad es que su ejército va ganando la guerra, aunque sea de forma muy lenta.
La paz en ambos casos está hoy más lejos que nunca. La sensación de fracaso de aquellos intermediarios que intentan, como Qatar, aportar alguna solución es total. Netanyahu y Putin no parece que vayan a parar en lograr sus objetivos. La relación de Trump con ambos es bien diferente. Uno es un socio próximo, al que recibe asiduamente y de forma efusiva en Washington. El otro es un rival histórico al que le guarda un gran respeto. Amigo o enemigo, en conclusión, todo es lo mismo y tanto el primer ministro israelí como el presidente ruso logran lo que quieren. Israel y Rusia son imparables en sus campañas de guerra. Cabe destacar también que a los supervivientes en la ciudad de Gaza solo les queda arremolinarse a partir de ahora en la franja que les deja el ejército israelí, que ha ordenado la total evacuación de la plaza.
Esta es la dura realidad del fracaso de la vía negociadora en ambos conflictos. No solo no se ha detenido la guerra, sino que va a más.