De repente, gran parte de los que contribuyeron a la creación de la IA se muestran pesimistas sobre su futuro, incluso aterrorizados. Eric Schmidt, exdirector de Google, habla del riesgo elevadísimo de modelos de IA homicidas. Mustafa Suleyman, director ejecutivo de IA en Microsoft, advierte de que estos desarrollos acabarán con el trabajo humano. Geoffrey Hinton, Nobel de Física y considerado padrino de la IA, asegura que dentro de unos años seremos reemplazados por seres superinteligentes y la humanidad se extinguirá. Bill Gates no pierde oportunidad de expresar su inquietud ante el potencial maligno de la IA. Y hasta Sam Altman, que no es precisamente un ludita, sino el creador de ChatGPT, dice que no ha dormido bien una sola noche desde la creación del engendro.
Lo raro es que hablan como si la cosa no fuera con ellos: ni por asomo mencionan su parte de responsabilidad en la creación del monstruo. Y es curioso, porque, a ver: si nos venden una batidora y, en lugar de triturar los pimientos, la cuchilla se sale del eje y nos rebana las orejas, ¿es normal que su diseñador se inhiba de su responsabilidad? ¿Es sensato que ande por ahí declarando que la batidora ha resultado tener una potencia insospechada, que nadie creyó que llegaría a actuar por su cuenta y que es mucho más peligrosa de lo que creía? Y, sobre todo, ¿es normal que, tras emitir estas declaraciones siniestras, nadie decida retirarla del mercado para mejorarla o para plantearse las regulaciones y normativas que le impidan hacernos daño?
De repente, muchos de los que contribuyeron a crear la IA se confiesan aterrorizados
Entiendo que retirar la IA del mercado no es una opción. De ahí que solo les quede dejarnos el marrón: es cosa de los gobiernos y de los consumidores aprender a defenderse de los peligros de la Cosa.
Ellos, a lo suyo. Aun sabiendo que, con el progreso, la estupidez progresa también, ellos avanzan veloces (sin detenerse a calibrar o a moderar los desmanes de su invento) a la misma velocidad a la que se forran. Pensarán que, si no la hubieran inventado ellos, lo habrían hecho otros. Y así es. Por eso hablan como si la IA hubiera salido de la nada, como si se tratara de un tsunami del todo inesperado, un meteorito devastador que ha caído sobre nuestras cabezas, una catástrofe natural cualquiera. Algo muy parecido les ocurrió a los creadores de la bomba atómica.
