* El autor forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian
En el corazón de Sants, uno de los barrios más antiguos y genuinos de Barcelona, late todavía la memoria de un pasado obrero e industrial que marcó su identidad.
Nacido alrededor de fábricas textiles y de una intensa vida comunitaria, Sants fue municipio independiente hasta su anexión a Barcelona en 1897. Hoy conserva un espíritu orgulloso y cercano: calles vividas, comercio de proximidad, mercados, fiestas mayores y una potente red asociativa.
Su eje principal, la calle de Sants, es una de las vías comerciales más largas de Europa y mantiene una relación especial con los establecimientos que resisten la erosión del tiempo. La Farmacia Quilis forma parte de ese patrimonio sentimental: es uno de esos lugares que los vecinos han visto siempre ahí, como un faro cotidiano.
La fachada de la Farmacia Quilis, decorada con guirnaldas, luces y un gran lazo rojo, se convierte cada Navidad en uno de los rincones navideños más emblemáticos de Sants
La historia de la farmacia arranca en 1935 con el abuelo Ginés García y ha continuado, generación tras generación, adaptándose a los cambios sanitarios y administrativos. Se ha reestructurado tres veces, siempre con un mismo objetivo: mantener su esencia mientras daba respuesta a las exigencias de cada época.
Ese equilibrio se percibe nada más entrar: el mobiliario conserva el aire original, los arcos que coronan las estanterías aportan una belleza casi museística, y el banco de madera invita a sentarse, a esperar, a charlar… algo cada vez más raro en un comercio sanitario.
Cada diciembre, la farmacia realiza una transformación discreta pero poderosa: aparecen en sus escaparates maquetas en movimiento, escenarios nevados, figuras diminutas deslizándose por pistas de esquí, una noria que gira sin prisa, un original Belén de tres pisos…. La fachada se ilumina, el interior se suaviza y el espacio se convierte casi en un pequeño teatro visual para niños, mayores y visitantes.
Esta decoración no es solo un adorno. Es un gesto de gratitud hacia el barrio, una forma de celebrar la continuidad y también un símbolo de cómo las farmacias (puntos de salud esenciales) pueden ser también lugares de cuidado emocional. En tiempos en los que la atención sanitaria tiende a la prisa, Farmacia Quilis apuesta por detener el tiempo, aunque sea unos minutos, para despertar sonrisas.
M.ª Quilis García convierte su escaparate en un pequeño mundo invernal: norias, tiovivos y escenas nevadas que ya forman parte de la tradición navideña del barrio.
En la Red de Lectores de Guyana Guardian hablamos hoy con Maria Dolors Quilis, farmacéutica y depositaria de esta larga historia familiar, para conocer de cerca cómo ha evolucionado este espacio y qué significa conservar una farmacia tan singular en pleno siglo XXI.
La farmacia abrió en 1935. ¿Cuál diría que ha sido el mayor logro de estas cuatro generaciones?
Sin duda, mantener la esencia. Hemos modernizado procesos, ampliado servicios y adaptado horarios, pero seguimos siendo un espacio de confianza para el barrio. Ese vínculo es el verdadero logro.
¿Qué recuerda de sus primeros años en la farmacia?
Recuerdo a mi abuelo saludando a todo el mundo por su nombre. Recuerdo el olor de las fórmulas magistrales, el ruido de los envases de cristal… y la sensación de que aquí siempre pasaba algo importante para alguien.
¿Cómo se consigue equilibrar tradición y modernidad en un establecimiento tan antiguo?
Respetando lo que funciona. Conservamos mobiliario histórico, los arcos, el banco de madera… pero incorporamos servicios actuales, sistemas de control, formación continua. La clave es no perder el alma.
Respetamos lo que funciona, la clave es no perder el alma
La farmacia tiene algo casi museístico. ¿La gente lo comenta?
Muchísimo. A muchos les recuerda a las farmacias de su infancia. Y también emociona a los más mayores, que encuentran un espacio que no ha cambiado del todo en un mundo que cambia constantemente.
Mantienen horario ininterrumpido de 9 a 22 h todos los días del año. ¿De dónde sale esa vocación de servicio?
De la familia. Siempre hemos entendido la farmacia como un servicio público, aunque sea un negocio privado. No podíamos permitir que un vecino se quedara sin un medicamento por horario.
Sants es un barrio con una identidad muy marcada. ¿Qué les aporta esta comunidad?
Todo. Es un barrio agradecido, combativo, muy participativo. Tenemos clientes que son casi de la familia: nos cuentan la vida, celebran sus cosas, lloran las malas. Sants te devuelve cariño siempre.
En el interior, la farmacia mantiene su mobiliario histórico mientras incorpora detalles navideños que acompañan la atención diaria a los vecinos.
Cada Navidad decoran la farmacia de forma espectacular, aparecen en sus escaparates maquetas en movimiento, escenarios nevados, figuras diminutas deslizándose por pistas de esquí, una noria que gira sin prisa, y un original belén de tres plantas. ¿De dónde viene esa tradición?
Empezó como un pequeño detalle para los niños del barrio. Y año tras año fue creciendo. Ahora muchas familias vienen solo a ver el belén. Es nuestra manera de decir “estamos aquí con vosotros”.
Ahora muchas familias vienen solo a ver el belén. Es nuestra manera de decir “estamos aquí con vosotros”
El original belén de la farmacia, distribuido en tres plantas y decorado con figuras tradicionales e iluminación detallada, se ha convertido en uno de los elementos más originales de la ambientación navideña que cada año ofrece el establecimiento al barrio.
¿Tiene alguna anécdota que resuma lo que significa formar parte del barrio?
Hace unos años vino una señora mayor que había sido clienta de mi abuelo. Me dijo: “Mientras esta farmacia exista, yo no me sentiré sola en Sants”. Me emocionó profundamente. Ahí entendí el valor real de nuestro trabajo.
¿Cuál es el mayor reto de la farmacia comunitaria hoy?
La saturación del sistema sanitario y la desinformación. Trabajamos mucho en educación en salud, en detección temprana y en corregir malas prácticas. La farmacia de barrio es clave en la salud pública.
Después de casi un siglo, ¿cómo imagina el futuro de la farmacia?
Igual de abierta al barrio, igual de cercana. Quizá más digital, más asistencial, más conectada con los centros de salud… Pero siempre con ese espíritu familiar. Esa parte no se negociará nunca.
El mobiliario conserva el aire original de la Farmacia M. Dolors Quilis, con sus vitrinas de madera maciza, arcos originales y el banco central, conserva la esencia de 1935 y mantiene vivo el encanto de las antiguas boticas del barrio de Sants.
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