La noticia de los últimos días ha sido la encuesta de La Vanguardia que revela un ascenso meteórico de la extrema derecha en Catalunya. La reacción de la cúpula de Junts ha sido de enfado por considerar que el sondeo no refleja la realidad. Las encuestas, como es lógico, no son infalibles, pero siguen siendo muy útiles para conocer las tendencias sociopolíticas. La misma empresa que ha elaborado este sondeo, Ipsos, dio vencedor de las elecciones en Barcelona a Xavier Trias cuando nadie se atrevió a hacerlo y acertó. En cambio, subvaloró el resultado de Junts en las anteriores elecciones catalanas, ya que predijo un hundimiento similar al de ERC (los republicanos, por cierto, tampoco se lo esperaban) y esa debacle del partido de Carles Puigdemont no se produjo entonces. Ahora, Ipsos sostiene que Aliança Catalana (AC) casi pisa los talones a los dos partidos independentistas principales, ERC y Junts, con un fuerte descenso de este último.
Es una tendencia que ya apuntaba el último sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de la Generalitat, que revelaba que un 10% de los votantes de Junts se pasaban a la formación de extrema derecha que lidera Sílvia Orriols. Ahora esa sangría se habría duplicado, según Ipsos. Los datos, en resumen, son los siguientes: el PSC ganaría las elecciones pero a la baja (de 42 a 36 escaños), Junts pasaría de 35 a 21, ERC subiría uno y se quedaría en 21, Aliança daría un salto de los 2 a los 19, Vox también crecería hasta los 16, el PP bajaría a 13, los comunes se quedarían con 5 y la CUP con 4.
Como puede verse, lo más sorprendente es el ascenso de la extrema derecha, que acapararía 35 diputados de los 135 de la Cámara catalana, es decir, casi el 26% de la representación parlamentaria. La ley electoral prima algo a AC, como lo ha hecho siempre con el voto nacionalista e independentista catalán, ya que en porcentaje esa formación roza el 12%, ligeramente por debajo de Vox, lo que significa que el 24% de los votantes optaría por formaciones de ultraderecha en Catalunya. ¿Es mucho en el contexto actual de crecimiento generalizado de este tipo de partidos?
La respuesta es que quizá el resultado de la encuesta de Ipsos no debería sorprender tanto a los dirigentes de Junts, puesto que el apoyo a la extrema derecha en Catalunya no puede considerarse un fenómeno aislado. En la última encuesta del CIS, el voto a Vox en toda España superaba ligeramente el 17%. En Francia, el Reagrupamiento Nacional de Le Pen llegó al 37% en las últimas legislativas de julio del 2024, mientras que en Alemania, la AfD alcanzó el 21% en las últimas elecciones. En comparación con esas cifras, el 24% de voto a la extrema derecha en Catalunya sería una cifra homologable a la mayoría de los países desarrollados.

La líder de AC, Sílvia Orriols.
Sin embargo, en el caso catalán se pueden apuntar tres particularidades. La principal es esa dicotomía entre extrema derecha españolista e independentista catalana. La segunda cuestión llamativa es que AC amenaza la hegemonía política catalana que había ostentado el espacio que primero ocupó la vieja Convergència y luego Junts, si los datos de Ipsos se confirmaran. Y, en tercer lugar, derivada de la premisa anterior, es que Junts afronta decisiones trascendentales, no sólo para tratar de cauterizar la sangría hacia AC, sino también para decidir su política de alianzas, a aplicar en primer lugar tras las elecciones municipales.
Sobre la primera cuestión, es un reflejo del doble eje ideológico que impera en Catalunya, el que va de la izquierda a la derecha, y el que transita entre una identidad más española o una más catalana. El procés ha acentuado este último vector, lo ha radicalizado en ambos sentidos. El trasvase de voto de Junts a AC se sitúa en un 20% en la encuesta de Ipsos. La frustración por la actuación de los líderes independentistas durante el procés es clave y Junts tiene difícil combatir ese malestar.
Carles Puigdemont trata de sacar provecho de la llave que tienen los siete diputados en el Congreso, pero no logra que se materialicen logros suficientes. Incluso aunque se cumplieran las promesas socialistas, para el votante que exige una nueva y definitiva declaración unilateral de independencia siempre será insuficiente. Para el elector que se siente estafado por el procés, cualquier avance en el autogobierno es más de lo mismo. Junts forzó esta semana que se votara en el Congreso la delegación de competencias en inmigración, una de las medidas estrella de esa formación para competir con AC, a pesar de que ya sabían que no saldría adelante por el rechazo de Podemos. Ese fiasco no hace más que afianzar al votante de Sílvia Orriols, que siempre podrá decir que no hay nada que pactar con España.
Sobre la amenaza que AC supone para Junts sólo hay que fijarse en los datos de la encuesta de Ipsos, que reflejan cómo el partido de Orriols se afianza en las comarcas de Girona y Lleida, tradicionales feudos de Junts y antes de Convergència. En Girona especialmente. En esa provincia la suma de AC y Vox alcanza el 35% de los votos, mientras que en la de Lleida llegaría al 33%, porcentajes superiores a la media de Catalunya, a pesar de que las comarcas de Girona no son precisamente las que detentan peores niveles de bienestar económico, sino más bien al contrario. Sin embargo, no se trata solo de una mala digestión del procés. El ascenso de la extrema derecha, también en este caso, se alimenta del rechazo a la inmigración.
La encuesta de La Vanguardia detecta un incremento de la inquietud ciudadana sobre esta cuestión, pero lo cierto es que no llega a niveles desbocados ni mucho menos. Si se plantea la pregunta de forma abierta, la inmigración es la principal preocupación para un 16% de los catalanes, según el sondeo, que en marzo fijaba solo un 4%. Es evidente que no se ha producido un incremento extraordinario de las llegadas de foráneos a Catalunya en solo cuatro meses que justifique ese salto, pero sí del debate político al respecto. En cuanto a la inseguridad, es la principal preocupación para el 7% de los catalanes (en marzo lo era para el 2%). Hay que recordar que los partidos de extrema derecha suelen vincular ambos fenómenos.
La gran pregunta en Catalunya o en el resto de los países donde estos partidos populistas de derecha están ganando posiciones es cómo deben actuar los partidos conservadores tradicionales. Ninguno parece haber dado con la tecla para afrontar esa opa política. Unos optan por un cordón sanitario, lo que les lleva a pactar con la socialdemocracia, mientras otros prefieren aliarse con la extrema derecha. Junts también deberá acometer ese debate interno. Ya hay alcaldes que ven cómo sus opciones de repetir mandato dependerán de AC. Pero al mismo tiempo la formación de Puigdemont tendrá que aclarar su política de alianzas. El expresident impuso un distanciamiento claro del PSC, sobre todo tras la operación de Jaume Collboni para desplazar a Xavier Trias en la alcaldía de Barcelona. Pero las relaciones con ERC también están prácticamente rotas. Y, hoy en día, sin pactos no se puede gobernar.
También para el partido de Orriols los pactos serán una decisión relevante. Santiago Abascal hizo salir a Vox de todos los gobiernos autonómicos para evitar el desgaste y crecer con la vista puesta en las generales, tal como está ocurriendo. Las municipales llegarán antes que las elecciones catalanas y veremos si Orriols opta por la misma estrategia.